Cultura

Cruce inesperado

  • Máximo Ruiz (Ferenc) y Jaime Pantaleón (12Twelve) firman un proyecto conjunto al que se suma Enrique Morente

Que tanto Ferenc, en el terreno de la electrónica, como 12Twelve, en el del post-rock (aun travestido de jazz), nos han proporcionado algunos de los discos y directos más atractivos de la escena nacional durante los últimos años es algo meridianamente claro para cualquier oído atento a lo que aquí se cuece. Que el espíritu que impulsa a ambos proyectos pudiera converger en un lugar común de la mano de un miembro de cada una de las dos formaciones (el programador Máximo Ruiz y el guitarrista Jaime Pantaleón) fue un rumor luego confirmado en vivo y ahora certificado con un notable álbum, de título escueto, ruizpantaleón, y contenido sorprendente.

La terra es nostra! actúa a modo de filtro. Es un tema de atmósfera opresiva en el que el recitado vocal, en catalán, apenas parece la excusa para desarrollar un entramado percusivo y guitarrístico de los que atrapan el corazón en un puño. Superada la prueba (seis minutos y medio de obsesiva intensidad, lapso no apto para todos los públicos), Baile del diablo, un evanescente medio tiempo con letra en español, da paso al primer gran, gran tema del álbum, Verde esmeralda, grande en todos los sentidos: doce minutos y doce segundos de especulaciones espaciales en torno al sonido expansivo de la guitarra de Pantaleón, ahora fundida sobre un compás de cuatro por cuatro a bombo fijo que Ruiz hace crecer con un puntillista entrelazado de detalles percusivos. Espíritu rock y estructura techno, lo mismo vale a la inversa, en un masaje sensorial de los que no se olvidan.

La ciénaga se emparenta con Chan Chan Chan en su vocación de emocionante construcción sonora, aunque donde la primera pone cierta dulzura -el sonido del vibráfono y la guitarra herida-, la segunda machaca con su ímpetu kraut-rock pasado de revoluciones. La misma carta, con matices, juega la siguiente pareja, Dolero y Mía, como si nuevamente prepara el camino para el indudable segundo punto de apogeo del disco, Escrito a máquina. Enrique Morente, desde hace tiempo predispuesto a las colaboraciones improbables, presta su voz al texto de Pablo Picasso. Ésta, en manos de Ruiz, acaba configurando un espectro de múltiples capas que consigue multiplicar la emoción durante los nueve minutos largos del corte.

El agridulce tono crepuscular de Caballo pone el justo punto y final a un disco que llega por los pelos a la (prescindible aunque entretenida) lista de discos españoles destacados de 2007, pero que, pese a la tardanza, se perfila como uno de los claros favoritos.

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