Crítica de Cine cine

Chapoteando en aguas fecales

Mario Casas, Blanca Suárez, Terele Pávez, Carmen Machi y Secun de la Rosa, entre los clientes de 'El bar'.

Mario Casas, Blanca Suárez, Terele Pávez, Carmen Machi y Secun de la Rosa, entre los clientes de 'El bar'.

Insisten Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría en una misma fórmula de encierro, tensión y destrucción, y cada vez con menos chicha (da la sensación de que son cortos muy largos) para seguir emparentando el gusto por el divertimento grotesco en esa tradición hispana esperpéntica y deformante de títulos como El día de la bestia, La comunidad o Balada triste de trompeta, de largo sus mejores películas.

Todo apunta siempre mucho más interesante sobre el papel: dónde si no en un bar puede tomársele el pulso a esta España cainita de sainete y cuñadismo. Sin embargo, De la Iglesia sigue empeñado en convertir los trazos del costumbrismo ibérico en un espectáculo bigger than life, en coreografiar la violencia cotidiana en las claves del cine de género, volviendo incluso, como hiciera en su celebrada segunda película, a retomar las referencias infernales como subtexto para un nuevo Apocalipsis urbano en tiempos del ébola, la posverdad, los hipsters y los bares casposos sin cobertura telefónica.

El bar aguanta bien, como casi siempre, su primer tercio, en un proteico ejercicio de cámara móvil y montaje que consigue que el endiablado juego de diálogos, réplicas y contrarréplicas entre un inspirado reparto coral de rostros, acentos y cuerpos singulares borre casi por completo sus milimetradas trazas escritas.

Otra cosa es, también como casi siempre, el descenso literal a los infiernos de las aguas fecales, las ratas y las carnes abiertas, es decir, en ese subsuelo alegórico y salvaje del filme que alarga y estira hasta la extenuación el juego cruel de la caza y la supervivencia del hombre sin más objeto que el del virtuosismo pirotécnico. Un pretexto, tal vez, para filmar la que se nos antoja la imagen deseada y emblemática de la película: Blanca Suárez caminando exhausta y en sujetador entre la gente en plena Gran Vía madrileña.

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