HISTOrIa

Carambolo: santuario y mercado

  • Los arqueólogos Álvaro Fernández y Araceli Rodríguez publican los resultados de la última excavación del Carambolo. Almuzara completa la oferta reeditando el 'Tartessos' de Adolf Schulten

La fascinación de una alta civilización urbana situada más allá de las columnas de Hércules, madre de los pueblos de Occidente, fue un mito labrado en el Renacimiento, desarrollado con argumentos filológicos por la escuela historicista (Almuzara acaba de reeditar la obra de Schulten) y consolidado gracias a los sorprendentes hallazgos de la arqueología de los años cincuenta y sesenta (el bronce Carriazo, el Carambolo, el tesoro de Ébora). La hipótesis de una cultura original de la baja Andalucía fruto del sincretismo céltico-oriental aún se mantenía en los ochenta, cuando estudiábamos en la facultad de Historia, y de esto no hace tanto tiempo. Si bien Blanco Freijeiro había llamado la atención sobre la anomalía que representaba la aparición de objetos suntuosos propios de una función ritual en un fondo de cabaña, seguía predominando una interpretación indigenista del yacimiento que será guía de los nuevos descubrimientos.

De esta contradicción (que dejó insatisfecho al propio Carriazo) fue naciendo, en la siguiente generación de historiadores, una paulatina revisión del material de las nuevas excavaciones (Setefilla, Carmona, Colina de los Quemados, Cerro Macareno) que permitió, a su vez, reinterpretar los objetos de la fosa del Carambolo Alto. María Luisa de la Bandera determinó el uso ritual de un cinturón dedicado a la diosa Ishtar, mientras Soledad Buero y Fernando Amores establecían sugerentes analogías con el simbolismo cerámico del mundo oriental. En el congreso de 1995 Tartessos, 25 años después ya eran muchos los que se inclinaban por una interpretación religiosa de los hallazgos del famoso cerro, vinculada a los colonizadores orientales, pero faltaba la prueba definitiva: la contextualización estratigráfica que sólo podía venir de una nueva intervención en el Carambolo.

Los jóvenes investigadores Álvaro Fernández y Araceli Rodríguez, formados en la mejor tradición académica que aquí hemos sintetizado, han dirigido durante varios años las nuevas excavaciones del Carambolo y el resultado es este libro que, sin incurrir en exageraciones, desvela un nuevo Tartessos que se postula, ahora definitivamente, como el gran santuario fenicio del Guadalquivir, confirmando las hipótesis anteriores que lo venían asociado a la factoría de Spal (origen de la Hispalis romana), en virtud de paralelos tipológicos distribuidos por todo Oriente Próximo.

La parte central del libro se organiza siguiendo la secuencia estratigráfica revelada por la propia campaña arqueológica, no exenta de tecnicismos, pero que en ningún momento oscurecen la vocación divulgativa del trabajo. Los autores consiguen que el descenso hasta el pavimento rojo del estrato Carambolo V, datado entre los años 1020 y 810 a. C., se convierta en un viaje apasionante. En este nivel de muros y bancos, pigmentado en grana, comienza la historia social y cultual de los primeros sevillanos, en torno a un posible altar circular. El edificio se remodeló y amplió en el siglo VIII, y de nuevo, en la siguiente centuria, con salas de culto y revestimientos cada vez más suntuosos que sirven de marco a unos misteriosos altares desplegados como una piel de toro extendida.

Bajo este nuevo horizonte ceremonial cobran nuevo sentido las piezas del fabuloso tesoro que Carriazo atribuyó al ajuar del príncipe y que, a la luz de la nueva investigación, deben considerarse ofrendas rituales. Entre los objetos votivos sobresale una nave fenicia y la estatuilla de la diosa Astarté. Podrán discutirse las advocaciones religiosas del santuario, el sentido de los rituales (¿sacrificio de bóvidos?) y el significado del Carambolo en el conjunto del estuario del Guadalquivir, pero parece asentada la funcionalidad religiosa del lugar, datado e identificado dentro de la cultura de los primeros colonizadores fenicios, con probada continuidad secular y que asocia el culto civil a la actividad mercantil del emporio.

El estudio de Fernández Flores y Rodríguez Azogue abre, así, sugerentes cuestiones que habrán de responderse en el futuro. ¿Cuál fue el papel de la población autóctona en el horizonte del nuevo Carambolo?. ¿Hubo continuidad entre el Bronce final y los nuevos pueblos semitas?. La investigación tiene la palabra.

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