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ARTE SANTANDERLas cosas claras

  • La recién clausurada feria artística cántabra contó con la participación de cuatro galerías andaluzas

No era para mí nada esperanzador, ni mucho menos, sordo para la música como soy, llegar al recinto del Palacio de Exposiciones de Santander y encontrarme con una multitud de jóvenes esperando el comienzo de un concierto. No tuve ni que preguntar porque las horripilantes camisetas fosforescentes indicaban, con la imagen del ídolo, de quién se trataba: Enrique Iglesias, hijo de Julio. Sólo cabía abstraerse, dejar a un lado a los musiqueros y enfilar hacia lo que me interesaba.

Debo decir que siempre admiré lo realizado por Juan Riancho al frente de una feria que es referente de buen hacer y que, dejando aparte las exuberancias de ARCO, se puede considerar la mejor de España. La capital de Cantabria está exultante, bella a más no poder. Ahora, artísticamente, está de moda por ese espléndido Centro Botín que Renzo Piano ha diseñado sobre el muelle de la ciudad y se adentra, literalmente, en las aguas de la bahía. Los tres exposiciones con las que se ha inaugurado el centro son espléndidas: Arte en el cambio de siglo, con una selección de las obras adquiridas por la fundación en las últimas dos décadas -piezas de Juan Uslé, Miroslaw Balka, Juan Muñoz, Fernández Sánchez Castillo, Juliao Sarmento, Jannis Kounellis, Lara Almarcegui, Antoni Muntadas, Tacita Dean, Wilfredo Prieto, entre otros-, y otras dos dedicadas a Carsten Höller y a los dibujos de Goya.

Entre las galerías seleccionadas están las sevillanas Rafael Ortiz y Espacio Olvera

La feria de arte de Santander ha llegado a su vigesimosexta edición. Lo hace, como viene siendo habitual, con un programa muy bien adecuado al arte serio y riguroso, a los galeristas de verdad, a los artistas comprometidos y, por supuesto, a la ciudad. Riancho, su director, cambió hace algunos años la filosofía de la feria, dejó a un lado lo que era costumbre en este tipo de eventos y apostó por un modelo en el cual los galeristas presentaban el proyecto de un artista que era valorado y seleccionado por un comité de expertos (el de esta edición estaba formado por Moisés Pérez de Albéniz, Emilio Navarro y Manuel Navacerrada). Este año, 42 artistas integraron un catálogo completo, justo y sin excesivas alharacas. Se trata de un sistema que gusta a casi todos y que otorga a Arte Santander un atractivo añadido. A quien escribe le parece un acierto porque deja al margen las extravagancias irracionales que algunas galerías presentaban en medio de sus propuestas; además, existe mucha mayor sensatez y rigor artísticos.

Varios asuntos dignos de ser mencionados se ha encontrado el visitante de la feria. En primer lugar, la entrada es gratuita, lo que favorece el acercamiento a este tipo de acontecimientos por parte del público general. Además, encontramos un espacio abarcable, casi íntimo, comparado con las dimensiones de los recintos de otras ferias similares.

En cuanto al contenido, hemos encontrado muy buena pintura -Estefanía Martín Sáenz en Gema Llamazares de Gijón, Martinho Costa en Silvestre de Madrid, Gonzalo Sicre en My Name's Lolita, también de Madrid, Rafa Macarrón en Juan Silió de Santander, Guillermo Oyágüez en Estela Docal de la capital cántabra, Ruth Gómez en Espacio Marzana de Bilbao, Xesús Vázquez en Siboney de Santander, Víctor Alba en Espiral de Noja, Claude Viallat en Rafael Pérez Hernando y Phil Frost en Javier López & Fer Francés, las dos de Madrid-; así como proyectos de gran espectacularidad como el de Baltazar Torres (Ángeles Baños de Badajoz), que reflexiona sobre la relación del hombre con su contexto existencial; el de Victoria Civera (Moisés Pérez de Albéniz de Madrid), que crea una entidad encadenada que transcurre a la búsqueda de un objetivo; el de Pamen Pereira (Artizar de La Laguna, Tenerife), con su inclinación hacia lo mínimo, lo escueto y lo esencial; el de Ana Vernias (Shiras de Valencia ) con sus formas arquitectónicas, que recuerdan a las viejas casitas de muñecas, y que portan en su interior el germen de un proceso; el del linense Juan Carlos Bracho (Ogami Press de Madrid) y su preocupación por el error como parte de todo proceso creativo. Y así algunos más que atrapan la mirada y comprometen al espectador para que todo no se quede en un mero discurso más o menos atractivo.

A nosotros nos interesaba especialmente la presencia andaluza. Cuatro galerías, dos sevillanas y dos malagueñas, fueron seleccionadas. Rafael Ortiz hacía gala, como es habitual en su esclarecedor trabajo, de su saber y de su trascendencia como galerista. Esta vez nos presentaba una serie de obras de dispar naturaleza de la portuguesa Dalila Gonçalves, cuya intención claramente atiende al transcurrir implacable del tiempo. Para ello se vale de materiales usados y sacados de su contexto habitual; también de sutilísimas piezas como el ticket de los que se utilizan para coger turno en los comercios y que la artista ha creado en fina porcelana, sin número que identifique y que aluda a tiempo alguno; así como piezas de relojes que han detenido su curso temporal. Todo, en definitiva, lleno de rigor creativo, sentido plástico y fortaleza. También portugués es Nono Sousa Vieira, que ha sido la apuesta del Espacio Olvera, galería alternativa que se inauguró en septiembre del año pasado en el Polígono de San Pablo. El stand se llena de piezas que responden a una intención procesual; las obras tiene una clara vocación de transformación, sin participar de las manifestaciones efímeras, industriales, que existen en todo lo que rodea a esta sociedad de consumo.

Javier Marín, ese héroe de lo artístico que subsiste en Málaga al frente de su galería de la Calle Duquesa de Parcent, presentó uno de los más atractivos proyectos de la feria santanderina: una serie de obras del equipo Alegría y Piñero -la cordobesa Alegría Castillo Roses y el chiclanero José Antonio Sánchez Piñero- que propone una reflexión sobre el sonido, el habla y sus infinitas circunstancias. De esta manera los artistas crean unos artefactos, unas increíbles esculturas, con la intención de encontrar la esencia del sonido; obras que pueden ser manipuladas por el público. Por último, la marbellí Yusto Giner presenta la obra de Dionisio González, una colección de fotografías que reflejan las formas de vida en los pueblos.

Santander, un año más, y van 26 ya, nos pone en sintonía con el mejor arte contemporáneo. Lo hace con sentido, claridad, sensatez y verdad. Todo lo que, tantas veces, echamos en falta en ciertos ambientes del arte más inmediato.

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