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ARCO revive la abstracción geométrica

  • Arranca en Madrid la emblemática Feria de Arte Contemporáneo, dedicada a Argentina, cuyos creadores de los años 50, 60 y 70 acaparan el protagonismo

Tras la celebración del 35 aniversario de la feria en la pasada edición, Carlos Urroz, director de ARCO, recupera el formato de País Invitado, una de las propuestas más exitosas y que mejor acogida han tenido desde 1994. Desde entonces, la presencia de galerías y artistas latinoamericanos ha ido in crescendo. En 1997, 14 países iberoamericanos estuvieron presentes en ARCO en una apuesta conjunta, aunque el punto de inflexión llegaría en 2005, cuando México ostentó el protagonismo individual de la feria. Una edición más y como viene siendo habitual desde 2010, Urroz apuesta por Latinoamérica materializando su deseo de convertir ARCO en una feria referencial en el panorama artístico internacional. Este año es el turno de Argentina.

La selección de la comisaria invitada, Inés Katzenstein, recopila el trabajo de artistas argentinos tan reconocidos como Eduardo Stupia o Mirtha Dermisache, junto a otros por descubrir como Pablo Accinelli o Sol Pipkin, consolidando ARCO como espacio para el conocimiento y el descubrimiento de jóvenes creadores. Recorriendo los expositores argentinos advertimos que el tema de la identidad latinoamericana ha caído en desuso. La propia comisaria coincide con las ideas que hace ya algunas décadas apuntaban autores como el peruano Juan Acha: "El hecho de que hoy las diferencias anden al desnudo por el mundo nos invita a mirarnos a trasluz de la diversidad. Con mayor razón si la pluralidad o mestizaje nos caracteriza y éste -la no identidad- constituye nuestra verdadera identidad". El arte contemporáneo argentino presenta multiplicidad de discursos, como sucede a nivel internacional, que recurren a diversidad de materiales, formatos, soportes, ideas y tecnologías. Claro ejemplo de ello es el trabajo de Diego Bianchi en la galería Barro (Buenos Aires), uno de los artistas argentinos jóvenes más destacados de la feria, cuyo discurso anticonsumista y anticapitalista se integra perfectamente en movimientos artísticos de tipo internacional. Sí reconocemos en algunas propuestas (cada vez menos) preocupación por las particularidades del contexto, ya sea político, económico, social o cultural del país. Pero, sin duda, el protagonismo de la feria lo han acaparado los artistas argentinos de las décadas de los 50, 60 y 70, y sus primeras experiencias con el arte conceptual y la abstracción geométrica. La galería Del Infinito (Buenos Aires) presenta un estand monográfico dedicado a Alberto Greco, uno de los iniciadores del conceptualismo argentino con sus célebres Vivo Ditos. El reconocido espacio buonarense ha apostado por una obra relativamente desconocida del artista, los Besos Brujos (1965), 130 páginas que relatan, en un especie de diario-collage desesperado su obsesión y su amor no correspondido por Claudio; mezclando caóticamente letras de canciones, noticias periodísticas, confesiones escatológicas, dibujos, onomatopeyas y apuntes sobre su vida cotidiana. La galería María Calcaterra (Buenos Aires) ha dedicado su espacio a algunos de los pioneros argentinos del arte cinético y programado, Julio Le Parc y Martha Boto, entre otros; mientras que Leon Tovar Gallery (Nueva York) ha instalado en su estand una especie de salón vintage en el que los visitantes pueden sentarse y disfrutar de algunos de los nombres más destacados de la abstracción geométrica latinoamericana: Gyula Kosice, Jesús Rafael Soto, Jorge Riveros... Una América "fría", objetiva, geométrica y racional, de la que resulta una abstracción fascinante que se opone a la tópica y apresurada identificación de ésta con la temperatura extrema de la espontaneidad y lo nativo.

Algunas galerías españolas han sabido prever la temática que dominaría los estand argentinos, y han diseñado sus espacios de acuerdo a la tendencia artística anual. En este ámbito destaca la galería Fernández- Braso, que ha puesto en diálogo la obra de tres pintores abstractos geométricos españoles de distintas generaciones: Rosa Brun, Pablo Palazuelo y Gustavo Torner; así como la galería Guillermo de Osma, donde encontramos las primeras experiencias del entonces denominado "arte virtual", aquellas investigaciones pictóricas y escultóricas de luz, espacio y movimiento que llevaron a cabo Francisco Sobrino y Eusebio Sempere entre los años 50 y 60. No podemos olvidar a la máxima defensora del op art y el arte cinético, la francesa Denise René, donde encontramos a autores míticos como Vasarely o Equipo 57, pero también a artistas que encarnan el futuro de este movimiento artístico, como el suizo Pe Lang, a quien sus galeristas denominan "el nuevo Julio Le Parc". La propuesta abstracta geométrica de las citadas galerías es interesante, desde el punto de vista historiográfico, pero corre en contra del propio espíritu contemporáneo de la feria. Frente a esta tendencia más conservadora encontramos a las veteranas Juana Aizpuru y Helga de Alvear, importantes pilares de esta feria, que no entroncan con estas propuestas enraizadas en los albores de la contemporáneidad española, y que se decantan, un año más, por nombres más contemporáneos (Dora García, Rogelio López Cuenca, Thomas Ruff...).

ARCO crece en el diálogo. Nuevamente, la feria demuestra ser algo más que un mero evento comercial, convirtiéndose en una oportunidad única para descubrir la historia del arte de un país vecino y la nuestra propia. La edición 2017 deja entrever la importancia que tiene para una feria de estas características los lazos de unión y los puntos de encuentro entre unos países y otros. Solo cabe esperar que la red de conexiones siga creciendo en todas las direcciones y con buena salud.

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