Lo mismo hace frío que calor. Como el tiempo. Demasiadas diferencias entre la casa real y los súbditos de este país. Enormes diferencias entre la curia vaticana y algunas comunidades cristianas. Bastante diferencia, sí, entre lo que piensan los militantes y lo que viven los dirigentes de las primarias o los de las diferidas. Y sin ir más lejos, un mundo entre los que piensan como las paragüeras en comparación con los que tienen miles de razones para pensar lo contrario. O el abismo entre lo que dicen los machistas y los feministas. O la brecha entre lo que defienden la motorada y los que la acusan de romper tímpanos. O la enorme variabilidad entre lo que piensa la alcaldía y lo que opinan los vecinos de cualquier barriada jerezana. Reyes, súbditos, papas, cofrades, corruptos, pícaros, paragüeras, alcaldesas, vecinos. Entes que parecen que viven en mundos diferentes. Diferencias de clases. Intereses creados. Un alto nivel de apego al poder. Mucho machismo. Mucho uso de la mujer como si fuese inferior. Mucha incongruencia con los votantes. Fantasmas supervivientes de programas de gran hermano en búsqueda de no ser nominado. Semifinalistas de Champions o de Eurovisión en busca del voto cautivo. Cada uno tiene su propia visión sin saber el por qué. Curiosa la entretenida manera que tiene el ser humano de pasar el tiempo, cuando el sentido común y lo razonable solo tiene un camino: el correcto. Pero tanta diversidad de puntos de vista correctos ya empieza a escamar. O al menos empieza a oler a chamusquina, porque hay un denominador común: el machismo crónico predominante después de veinte siglos. En la semana del domingo del día de la madre hasta el del domingo de feria, los chubascos de hoy, son las lagrimas de los dioses por no entender que a la mujer se le tenga aún así.

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