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Hezbolá gana otra batalla al Gobierno libanés

  • El movimiento chií desacredita con sus acciones al Gobierno y sólo el Ejército libanés mantiene su prestigio en estos momentos convulsos.

El movimiento chií Hizbulá ha vuelto a ganar una batalla en el Líbano y ha dejado desacreditado al gobierno y la mayoría parlamentaria. Sólo el ejército mantiene de algún modo intacto su prestigio en estos momentos convulsos.

Los combates aún continuaban en la tarde del domingo en lugares aislados del Monte Líbano, pero la calma ha vuelto a la capital y a Trípoli tras unos días de encarnizadas batallas que han dejado al menos 34 muertos.

Los cuatro días de batallas campales librados en las calles entre milicias de las distintas facciones libanesas han recordado a muchos ciudadanos de ese país el fantasma de la guerra civil (1975-1990) como no lo hicieron los sucesos de la última guerra con Israel (entre julio y agosto de 2006), en la que al fin y al cabo el agresor era externo.

En esta ocasión, no sólo Hizbulá ha sacado a sus milicias, también los otros grupos -y en particular los partidarios del dirigente de la mayoría parlamentaria antisiria, Saad Hariri, y del líder druso, Walid Yumblat,- han mostrado abiertamente que tienen armas y están dispuestos a usarlas.

Sin embargo, la victoria de Hizbulá ha sido aplastante, y no sólo porque sus hombres tomaron literalmente barrios enteros de Beirut y otras ciudades.

Las dos decisiones del gobierno que para el secretario general de Hizbulá, Hasan Nasralá, equivalían a una declaración de guerra -la retirada de la red de comunicaciones del movimiento chií y el cese del responsable de seguridad del aeropuerto de Beirut- han sido finalmente revocadas.

El primer ministro libanés, Fuad Siniora, ha intentado salvar la cara dejando ambas decisiones en manos del ejército, pero aun así ha quedado en evidencia: su gobierno, en la cuerda floja desde hace meses, es más débil y está menos disciplinado que el movimiento chií.

Y ahora los chiíes han puesto las cartas sobre la mesa: la profunda crisis que atraviesa el país no se solucionará con la elección de un presidente, puesto vacante desde el pasado noviembre, pese a que todos los grupos estén de acuerdo en el nombre de Michel Sleiman, actual jefe de las Fuerzas Armadas, para ese cargo.

Por el contrario, ahora los chiíes han dejado claro que hay dos condiciones que deben cumplirse antes de dar el cargo a Sleiman: formación de un gobierno "de unión nacional" y una nueva ley electoral, en palabras del diputado del movimiento chií Amal (aliado de Hizbulá) Ali Hasan Jalil.

Aunque no precisó en qué debe consistir la nueva ley electoral, todos dan por hecho que Hizbulá y Amal solo aceptarán una que garantice más escaños a la población chií, que se siente muy escasamente representada en el Parlamento y, por ende, en las instituciones del Estado.

Y mientras el gobierno aparece cada vez más incapaz de garantizar el orden y más desacreditado ante la población chií -todos los ministros de este credo se retiraron del gabinete se Siniora-, el Ejército mantiene una alta valoración entre los libaneses.

En estos cuatro días de batallas, los soldados libaneses han evitado tomar partido, aun a riesgo de que la calle pareciera territorio sin ley a merced de toda clase de milicias y matones.

En cuanto a los vecinos del Líbano, los países que pasan por guardianes de las esencias suníes, como Egipto y Arabia Saudí, cada vez muestran con más descaro su preferencia por el gobierno de Siniora y su enorme distancia de Hizbulá.

Hasta la Liga Árabe, aferrada a una "iniciativa árabe" para la crisis libanesa en la que ya nadie cree, es vista cada vez más como una instancia no neutral.

No es casualidad que a la reunión de emergencia que hoy tuvo lugar en El Cairo de ministros de Exteriores de la Liga - con la crisis del Líbano como único tema de la agenda- el ministro sirio (cuyo régimen se considera que, además de Irán, es el gran mentor de Hizbulá) haya sido el gran ausente, y haya enviado en su lugar a un simple embajador.

La unidad árabe, si alguna vez existió, ha quedado en evidencia ante el conflicto libanés.

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