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El rey de Bélgica fuerza a Leterme a seguir gobernando

  • Leterme había presentado su dimisión, cuando estaba a punto de cumplirse el plazo que su propio partido había fijado para un acuerdo sustancial entre flamencos y francófonos

La decisión del rey Alberto II de mantener en el cargo al primer ministro, Yves Leterme, permite sortear de nuevo la grave crisis política en Bélgica, aunque el país parece, cada vez más, abocado a una confederación o a la escisión.

El Palacio Real anunció anoche que Alberto II había decidido rechazar la dimisión del primer ministro, el democristiano flamenco Yves Leterme, para que su Gobierno, instalado hace apenas cuatro meses, pueda hacer frente con carácter prioritario a la crisis económica que se avecina.

El rey decidió igualmente confiar a tres relevantes personalidades políticas, el ex presidente de la región-capital de Bruselas François-Xavier de Donnea, el europarlamentario valón Raymond Langendries y el presidente de la comunidad germanófona, Karl-Heinz Lambertz, la tarea de mediar en la disputa entre flamencos y francófonos.

El cometido de estos tres "sabios", apreciados por sus habilidades negociadoras y su conocimiento de la compleja estructura federal belga, será buscar "las garantías para que pueda abordarse de forma creíble un diálogo institucional", según el comunicado de Palacio. Traducido puede querer decir, en opinión de los analistas, que tendrán que convencer a los partidos francófonos de que entablen una negociación en serio con los flamencos sobre el futuro de Bélgica.

Como era de esperar, los comentaristas se mostraron divididos. Mientras que el sur francófono aplaude la señal del rey de que se "gestione lo social y lo económico" antes que nada (Le Soir), el norte flamenco critica que no haya "cambiado nada" y que no haya ningún flamenco entre los sabios (Het Laatste Nieuws).

Leterme había presentado su dimisión al rey, de forma inesperada, a medianoche del lunes, cuando estaba a punto de cumplirse el plazo que su propio partido, el CD&V, había fijado para un acuerdo sustancial entre flamencos y francófonos sobre una nueva descentralización del Estado.

Bélgica, que nació como estado unitario y francófono en 1831, ha ido modificando sucesivamente su naturaleza a partir de 1960 para responder a las aspiraciones autonomistas de la mayoría neerlandófona, hasta convertirse en un estado federal en 1993.

Desde las últimas elecciones nacionales, celebradas en junio de 2007, el país ha vivido en una inestabilidad constante debido a la incapacidad de las dos comunidades principales para ponerse de acuerdo sobre una nueva fase de descentralización. Los democristianos del CD&V ganaron las elecciones en Flandes, en coalición con los nacionalistas de la NV-A, y volvieron a convertirse en la primera fuerza de Bélgica con un programa centrado precisamente en la reivindicación de mayores competencias para las regiones. Su líder, Yves Leterme, entonces presidente de Flandes y muy mal visto en el sur por sus comentarios despectivos respecto a los francófonos, obtuvo más de 800.000 votos personales, lo que hizo de él el candidato insoslayable a primer ministro.

A la hora de negociar una coalición estable a nivel federal, los partidos francófonos le hicieron atravesar un verdadero calvario que duró nueve meses, durante los cuales Bélgica tuvo un gobierno en funciones, encargado sólo de los asuntos corrientes, y otro gobierno provisional con poderes muy limitados. La supervivencia del Gobierno "Leterme-bis", como se le empieza a denominar, dependerá de que se encuentre una solución a la demanda flamenca más explosiva: la escisión del distrito electoral de Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV).

La 'batalla' por Bruselas explica la mayor parte de las crisis políticas en Bélgica desde que quedó fijada en 1962 la frontera lingüística. La disputa por Bruselas impide asimismo, según algunos expertos, un hipotético escenario de partición amistosa a la checoslovaca. Bruselas, la capital del país y al mismo tiempo la capital de Flandes, está enclavada en territorio flamenco, pero más del 80% de su población es francófona.

Para dar respuesta a esta singularidad, se decidió convertirla en región autónoma (las otras dos son Flandes, al norte, y Valonia, al sur) con un régimen especial bilingüe. Seis municipios de su periferia (Drogenbos, Kraainem, Linkebeek, Rhode-Saint-Genèse, Wemmel y Wezembeek-Oppem), situados administrativamente en Flandes, donde la única lengua oficial es el neerlandés, pero con importantes minorías francófonas, recibieron "facilidades" para que los habitantes que lo pidieran pudieran seguir utilizando el francés en sus relaciones con la administración.

Electoralmente, además, quedaron asociadas a la circunscripción bilingüe de Bruselas-capital, formado el distrito BHV, lo que permitía a los francófonos residentes en estos municipios votar o formar parte de listas francófonas de la capital. Los partidos flamencos, que temen que el francés se extienda como "mancha de aceite" alrededor de la capital, exigen acabar ya con esta situación y separar Bruselas de su periferia flamenca.

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