Y ahora, ¿qué?. El "no" al Tratado de Lisboa dado por los irlandeses en referéndum ha resucitado viejos temores en la UE, aún convaleciente del fracaso de su Constitución. A la espera del 'plan B', el presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso, optó por aplazar cualquier decisión hasta escuchar de primera mano la versión de Dublín, al tiempo que instó a los ocho países que restan por aprobar el documento, entre ellos España, a no variar sus planes. En este sentido, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, se mostró confiado en que se hallará una "solución" a la crisis desatada.

Durao Barroso no ocultó su decepción por que los irlandeses hayan decidido, por un 53,4%, rechazar el Tratado de Lisboa. Sin embargo, respetó la decisión de la ciudadanía y confirmó haber mantenido una conversación con el primer ministro de Irlanda, Brian Cowen, quien le aclaró que el resultado no debe entenderse como un "no" general a la UE. En una comparecencia pública, el líder del Ejecutivo Comunitario pidió que no se saquen lecturas "precipitadas" y evitó hablar sobre cuál será el camino a seguir "antes de escuchar al Gobierno irlandés".

Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se encontrarán los días 19 y 20 en Bruselas, y será entonces, según Barroso, cuando se escuchará "qué sugerencias aporta el primer ministro irlandés al Consejo" y se tomará "una decisión conjunta sobre un asunto que nos concierne a todos nosotros". Durao Barroso recordó que el Tratado "fue firmado por los Veintisitete Estados miembros" y el "no" conocido hoy "no resuleve los problemas para los que se diseñó" el documento.

"El proceso de ratificación está formado por 27 procesos nacionales", indicó, defendiendo que siga su curso "para obtener una panorámica completa". En cuanto a los posibles motivos de la negativa irlandesa, Barroso descartó que se haya debido a la falta de información y citó dos causas, que se trata de un documento "complejo" y la idea de mantener la situación de la UE como hasta ahora por miedo a los cambios.

Por su parte, la Presidencia eslovena rechazó, en boca del primer ministro, Janez Jansa, hablar de "desastre mayor" para expresar su opinión, si bien admitió que "no es muy positivo". Aun así, en una comparecencia pública, auguró que los Veintisiete sabrán alcanzar "una solución", ya que "no es la primera vez que algo así ocurre", aludiendo al rechazo de Francia y Holanda a la Constitución. En este sentido, se sumó a la petición de Durao Barroso y pidió a los Estados miembros que no hayan ratificado el texto que continúen con el proceso. "Tendremos que invertir mucha energía y esfuerzos para salir adelante", aseveró, pero "la UE siempre ha recabado la fuerza necesaria para encontrar nuevas soluciones y estoy convencido de que ese será el caso en esta ocasión también".

A juicio del presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, el "no" irlandés "no puede invalidar" las ratificaciones que hasta ahora han realizado otros 18 Estados miembros. Poettering abogó por "reflexionar con calma" sobre cómo actuar a partir de ahora, porque la reforma de la UE es una cuestión importante "para los ciudadanos, la democracia y la transparencia". En cualquier caso, expresó su deseo de que se encuentre una solución que permita la entrada en vigor de las reformas "antes de las elecciones europeas de junio de 2009".

España apuesta por seguir

El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación español, Miguel Ángel Moratinos, se mostró "convencido de que, como ha ocurrido otras veces en el pasado de la UE, entre todos encontraremos una solución". De esta forma, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, indicó antes de conocer el resultado definitivo que continuaría "el proceso de ratificación" y apostó por "esperar a la cumbre europea para analizar y abandonar las soluciones". También se mostró partidario de esta postura el PP, en boca de su portavoz en la comisión mixta para la UE, Soledad Becerril, que instó al Ejecutivo español a "continuar avanzando y apoyando el proceso de construcción europeo".

Asimismo, el secretario de Estado francés de Asuntos Exteriores, Jean-Pierre Jouyet, apostó por buscar un "arreglo jurídico" al plebiscito celebrado el jueves, mientras que el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmer, reconoció que se trata de un "duro golpe" pero, al igual que los portavoces de otros países, recalcó que "el proceso de ratificación debe continuar". No obstante, "esto no es bueno para Europa", como lamentó, por su parte, el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker.

El ministro de Asuntos Exteriores británico, David Miliband, confirmó que Londres seguirá adelante en su rúbrica, "porque tiene que haber un punto de vista británico y también un punto de vista irlandés". "Así que creo que está bien que sigamos con nuestro propio proceso y aceptemos la oferta irlandesa de tener más discusiones sobre cuáles son los siguientes pasos a dar", añadió a este respecto.

En este sentido, el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, lamentó el "grave golpe a la construcción europea", aunque consideró que hay que seguir adelante "a partir de la acción política que los parlamentos nacionales podrían expresar simbólicamente a través de las ratificaciones". En su opinión, lo peor de este resultado es que Europa seguirá sin poder adoptar "decisiones esenciales sobre seguridad, inmigración, política energética o la protección del medio ambiente".

Mientras, el presidente de República Checa, Vaclav Klaus, un euroescéptico declarado que en 2009 tomará el mando de la UE con la Presidencia de turno, consideró que el rechazo que han dado los irlandeses supone "la victoria de la libertad y la razón frente a los proyectos elitistas artificiales y frente a la burocracia europea".