El lanzador de cuchillos

Las mil y una noches (sin tren)

Los culpables de los trenes no hay que buscarlos en montañas lejanas, sino al pie de la Sierra y el Albaicín, donde siestea Granada

La primavera pasada se conmemoró el 25 aniversario de la puesta en marcha del primer AVE entre Madrid y Sevilla, razón por la cual el presidente Rajoy, acompañado de su guapo ministro de Fomento, realizó el mismo recorrido que en abril del 92 hicieron los primeros conversos a la fe de la Alta Velocidad. A su llegada a la Estación de Santa Justa, Rajoy aseguró que, "con una de las redes de alta velocidad más extensas del mundo, ya no podemos hablar de España invertebrada: los españoles somos más vecinos los unos de los otros". Escuchando las palabras del presidente, me sentí un ciudadano extranjero: en concreto, súbdito de la taifa independiente de Granada. Porque como ustedes no ignoran, Granada lleva más de mil días con sus noches aislada por ferrocarril. Ni ave, ni talgo ni un triste tren de la bruja. Nada. Uno piensa en las infraestructuras de la provincia y le invade la melancolía de la que no podía huir Sabina porque el tranvía siempre se le escapaba. ¡Qué fortuna la suya, en Granada no habría encontrado ni la estación! Dan ganas de pedirle al yerno de Villar Mir, ya saben, el compi yogui de la reina Letizia, que arrime un poco de viruta al político que corresponda, a ver si por el método alternativo de la comisión fraudulenta conseguimos alcanzar, al menos, el estatus ferroviario de Móstoles y Navalcarnero.

A Alfredo Durán, conductor del primer viaje Madrid-Sevilla, le escuché decir en la radio que la distancia entre las ciudades ya no se mide en kilómetros, sino en horas de AVE. Eso debe ser en España. No obstante, he hecho el cálculo y la distancia entre Granada y Sevilla es de 227.760 horas de AVE, equivalentes a los 26 años que llevamos de retraso en materia ferroviaria. Pero no esperen que una mi voz al coro clásico del agravio comparativo, porque Sevilla no tiene la culpa de nuestro déficit de infraestructuras, como tampoco Málaga es reo del delito de mojarnos desde hace tiempo la oreja en cultura. Parafraseando al Aznar del 11M, los culpables de los trenes no hay que buscarlos en montañas lejanas ni en desiertos remotos, sino "al pie de Sierra Nevada, al pie del viejo Albaicín, donde siestea Granada, entre desidia sin fin".

Leo en las crónicas de la época que durante el primer trayecto del tren de alta velocidad sonó el Concierto de Aranjuez. Más de un cuarto de siglo después, los granadinos nos conformamos con ver entrar por La Chana al maquinista de La General -que ahora es Bankia y también nos la hemos dejado arrebatar- al mando de una vieja locomotora de carbón, tarareando zumbón Vuelvo a Granada.

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