Jazz

Una rica herencia

  • El sello ArtistShare rescata una notable sesión inédita grabada a dúo y en directo por el guitarrista Jim Hall y el contrabajista Red Mitchell en 1978.

El contrabajista Red Mitchell y Jim Hall, en una imagen de 1978.

El contrabajista Red Mitchell y Jim Hall, en una imagen de 1978.

Cuando Charlie Christian (1916-1942) revolucionó el papel del instrumento a finales de la década de los años 30 del pasado siglo, la guitarra conquistó una parcela protagonista en el escenario jazzístico que se ha resistido a abandonar desde entonces. Muchos y muy buenos han sido los músicos que han contribuido a vigorizar este espacio creativo, pero no tantos los que se han convertido en referencia para generaciones posteriores y capaces además de llevar los límites de la guitarra a territorios inexplorados. Jim Hall (1930-2013) fue uno de ellos , hasta el punto de erigirse en permanente ejemplo para pesos pesados de la guitarra contemporánea como Pat Metheny, John Scofield o Bill Frisell.

Su recuerdo se refresca ahora de la mano de un nuevo descubrimiento sobre el que arroja luz el exquisito sello ArtistShare, distribuido por fin en España gracias a Distrijazz. Hablamos de Valse Hot. Live At Sweet Basil (2016), un directo inédito registrado en el neoyorquino club Sweet Basil en compañía del contrabajista Red Mitchell (1927-1992) los días 18 y 19 de enero de 1978 y que precede en el tiempo a las sesiones de las jornadas 20 y 21 publicadas en su momento por la marca Artists House. El disco se presenta en doble CD en formato de audio al uso y en alta resolución.

La sesión se despliega sobre la confortable alfombra del estándar y ratifica tanto el talento de Hall como su capacidad para expandir su distintivo lenguaje en el formato dúo, tal y como demostrara en su momento junto a colegas como Bill Evans en los brillantes Undercurrent (1963) e Intermodulation (1966), Ron Carter, Enrico Pieranunzi -espléndido Duologues (2005)- o el mismo Metheny.

Now's the Time de Charlie Parker, God Bless The Child de Billie Holiday, el Valse Hot de Sonny Rollins que lo bautiza o sonados estándares de la dimensión de Stella By Starlight, Alone Together o There Is No Greater Love determinan un itinerario donde Hall se encarga de llevar la voz cantante. Queda expuesto así su sensible sentido melódico y armónico, cuyos términos quedan delimitados por un dominio expresivo, enemigo del aspaviento, correspondido con seguridad por el contrabajo de Mitchell.

Hall había nacido en Buffalo (Nueva York), aunque pronto se trasladó a Cleveland donde realizó estudios musicales que le permitieron debutar a los 13 años como profesional. En 1956, ya instalado en Los Ángeles, formó parte del quinteto del baterista Chico Hamilton para pasar a debutar luego en solitario de la mano de un Jazz Guitar (1957) que ya documentó su relación con Mitchell.

Las alianzas de Hall con músicos como Jimmy Giuffre o John Lewis alimentaron un cada vez más diversificado prisma que pasó por el depurado sonido West Coast e incluso por el arriesgado jazz libre y cuya raíz se hallaba en realidad más cercana a la sonoridad del saxo tenor que a la de su propio instrumento. Sonny Rollins, Bill Evans, Zoot Sims, Gerry Mulligan o Art Farmer se sucedieron entonces en el papel de fértiles asociados hasta que ciertos problemas de salud lo apartaron de la primera línea durante algún tiempo.

Quedaba Jim Hall para rato y así quedó demostrado con un retorno que proyectó su actividad hacia Europa. Las nuevas generaciones reconocieron entonces su magisterio y su obra discográfica se disparó durante posteriores décadas de la mano de discos que iban del formato en solitario -Dedications & Inspirations (1993) y su cuadro de efectos sirve de ejemplo- hasta propuestas marcadas por los arreglos como en el caso de By Arrangement (1998). Especialmente célebre fue aquel encuentro con Chet Baker, Paul Desmond, Roland Hanna y Steve Gadd titulado Concierto (1975), que incluía una extensa adaptación del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo.

Sus postreros años no se limitaron a invocar su ilustre pasado sino que revelaron una conducta más condensada incluso, más esencial, propulsada por su ejemplar dominio de la armonía. Se repitieron entonces los motivos para el aplauso mientras que jóvenes leones como Greg Osby, Scott Colley o Christian McBride exponían una sonrisa de oreja a oreja gracias a la oportunidad de compartir estudio o escenario con este sabio de la guitarra. Fallecidos ya ambos protagonistas, Valse Hot perdura como rica herencia a la que acudir una y otra vez, sin miedo al deterioro, cuando lirismo e imaginación se echen en falta.

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