Cultura

'Songs by drawings', el verbo de Leonard Cohen se hace dibujo

  • El dibujante asturiano Alfredo González convierte en coloridas ilustraciones 38 canciones del músico canadiense, en un cuidado libro en el que Aute, Sabina y Ruibal, entre otros, aportan testimonios sobre el cantante

Francisco Umbral decía del asturiano Alfredo González que era "un dibujante de ciudades que las saca bordadas, desbordadas, o sea, a tope de vida, muerte, genio, ingenio y marcha". Ahora, este ilustrador que ha reinterpretado la obra de autores como Borges, el propio Umbral o García Lorca, se adentra en los territorios de Leonard Cohen y convierte en imágenes algunas canciones legendarias del nuevo Premio Príncipe de Asturias de las Letras, temas míticos como Dance Me To The End Of Love, I'm Your Man o Suzanne. Lo ha hecho para el libro Songs by drawings. Homenaje a Leonard Cohen, un proyecto que ve la luz en una edición limitada y en el que también participan con sus escritos cantantes como Luis Eduardo Aute, Javier Ruibal o Joaquín Sabina.

Aunque la aparición del volumen coincide con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Cohen, la gestación de este libro se remonta mucho más atrás: su editor, Pedro Tabernero, admite "dos años de gestiones, contactos, viajes y un largo proceso de creación, buscando siempre imaginativas soluciones a las muchas limitaciones que nos imponían, con el fin de llegar lo más hondo y lo más lejos posible en este homenaje". Fue Tabernero quien seleccionó los 38 temas del cantante que se reinterpretan en esta propuesta. Son las canciones "que creo que encierran una mayor sobrecarga sensorial, aquellas en las que su elegante, íntimo, profundo, misterioso, complejo, oscuro y luminoso universo permanece ceremonialmente intacto". Para el traslado a dibujo de estas piezas eligieron una fórmula inesperada, optar por "ceras y lápices para darle color y forma a tanta dura realidad y tanto sueño". El resultado, según destaca Tabernero, "está lleno de magia y de sensualidad, y además supone el primer intento a nivel mundial de recrear el universo de Cohen desde el terreno de la ilustración".

En los textos que recoge esta publicación, son varias las voces que reconocen a Cohen como un compañero con el que han recorrido unas cuantas décadas. Luis Eduardo Aute se conmovió, hace ya casi medio siglo, con la mirada desencantada con que el músico contempla las relaciones humanas y otros asuntos cruciales como el amor, la soledad y la muerte. "Desde que lo escuché por primera vez, hace 48 años, siempre me he sentido muy identificado con el universo poético de Leonard Cohen", admite el cantautor, que se define como "muy cómplice del corpus tan religioso como pagano de su obra". Para Aute, el poeta de Montreal refleja como nadie la desazón íntima del ser humano, ese "extraño ente" que "anda en perpetua búsqueda de la Razón de Ser de ese paradójico y perverso milagro que llamamos Vida". Martirio también ha mantenido la devoción por Cohen, desde que tenía 17 años y oyó Suzanne en una discoteca de Punta Umbría. Desde entonces, asegura la cantante onubense, "he vuelto a escucharlo siempre a lo largo de los años, cuando mi corazón y mis oídos necesitaban de esa medicina que él administra como nadie".

Por las declaraciones de amor al músico no hay duda: Cohen prestó su palabra y su sensibilidad a una generación que lo escogió como uno de sus iconos. Javier Ruibal se recuerda, a principios de los 70, en una azotea de El Puerto de Santa María, trasladado por los graves susurros de Cohen a Nueva York y otros escenarios de leyenda. "Imaginaba que yo era él y me vi enredado y desnudo entre las piernas de Janis y la vieja colcha de una cama del Chelsea. Y me vi volando a Woodstock o Wight para codearme con Hendrix o robarle a Dylan alguna cuartilla con versos. Me vi en todos los lugares inalcanzables para el niño viejo que ya empezaba a ser, pero bastaba con cerrar los ojos para lograrlo".

Songs by drawings también contiene el relato de algunas vivencias junto a Leonard Cohen. Javier Mas, que ha salido de gira junto al músico, cuenta que ha aprendido de éste "la elegancia, la fuerza de la repetición, la cordialidad, el valor de la palabra justa". Christina Rosenvinge evoca la primera entrevista que le realizó, a la que ella acudió "tan nerviosa que tenía que repetir las preguntas varias veces porque no me salía la voz". "Tal como recuerdo ese día ahora", rememora Rosenvinge sobre aquella cita, "fue un encuentro con un apóstol, predicaba su fe y a mí no me quedó más remedio que abrazarle entusiasmada".

Joaquín Sabina, que aporta al volumen un par de sonetos sobre el autor de esa emblemática composición de Hallelujah, reconstruye un concierto suyo en Barcelona como una experiencia rayana en lo sagrado: "Dichosos los que el lunes veintiuno / en el Palau Sant Jordi, redimidos / del tedio, de la ira, del olvido, / tuvimos corazón por desayuno".

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