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Gritar al viento su libertad

  • José Domínguez 'El Cabrero', una 'rara avis' de lo jondo desde su irrupción en los setenta, y, no obstante, uno de los flamencos más populares, publica un nuevo disco

Pastor de nubes. El Cabrero. Guitarra: Rafael Rodríguez. Producido por Elena Bermúdez. Con la colaboración de Atrapasueños.

El Cabrero es un fenómeno más que musical. Se trata de uno de esos casos en que el carisma, la oportunidad histórica y la personalidad supera cualquier tipo de consideraciones técnicas o estilísticas que podamos hacer. El Cabrero irrumpe en al panorama cantaor de los 70 como personalidad libérrima y marginal y, gracias a la misma, consigue construirse un personaje que se cuenta desde hace décadas entre los más populares del panorama cantaor. Una popularidad que va más allá del hecho de que sus interpretaciones no se ajusten a los cánones clásicos y que siempre sorprenda a un público de incondicionales que lo venera.

El fandango es el estilo estrella de su repertorio, atrabiliario y disconforme con casi todo. Un estilo dúctil, personal, siempre sensible a las cuestiones de actualidad. El Cabrero, un artista disconforme, rabioso, desasosegante. Un artista al margen de modas y de tiempos, de corrientes musicales y de la terca realidad, a la cual ha impuesto su personalidad. Porque es necesario, porque es un personaje curioso, irreal, sin concesiones a propios ni a extraños y raro, y eso gusta siempre en arte. Ese alguien que no tiene otro remedio que ser él mismo y se jacta de ello. Ese símbolo para que cada uno de nosotros se identifique y/o justifique en su propia disconformidad, en sus propias rarezas.

El arte del Cabrero no es fácil. Porque el hombre no busca la perfección sino el mensaje. Es un hombre que grita un mensaje, sus mensajes, lo que le ha dado la soledad y una marginalidad elegida y que es su verdadera seña de identidad artística. El cantar bien quedará para otros porque lo suyo es gritar su verdad al viento.

La apelación de José Domínguez va siempre, por tanto, por la vía de la épica, de ahí que la guitarra de Rafael Rodríguez sea su mejor complemento en los últimos tiempos, el acompañante idóneo en este disco. De ahí también el repertorio del mismo, que es el repertorio clásico del Cabrero. Liviana y serrana dedicadas a Miguel Hernández abren una obra que sigue por los caminos de la seguiriya, la mariana, la soleá, la malagueña y rondeñas, fandangos y pregones. Como suele ser habitual, incluye una canción por bulerías, en este caso un clásico hispanoamericano del compromiso, Si se calla el cantor. Una vez más son los fandangos llamados en otra época naturales la mejor vía de expresión del arte de José El Cabrero, por el sentido recto de su línea melódica, la emocionalidad directa y la letra sentenciosa.

Flamenco y política, claro. Política en el sentido más literal y prístino de la palabra: de polis, de espacio público, de preocupación por lo colectivo, por la urbe, que es hoy el mundo entero, la aldea global. Recupera en esta obra El Cabrero una sana tradición política del flamenco que se inició en la primavera de 1931. Me refiero a los "fandangos republicanos" que inaugurara Manuel Vallejo. Los fandangos republicanos de 2011 no manifiestan el entusiasmo vallejista de los años 30 porque la República no es un bebé recién nacido y con toda la vida por delante (tan corta, quien lo iba a imaginar) sino un desgarrón en nuestra memoria colectiva.

La obra se cierra por martinetes sobre un poema del gran Marcos Ana. Marcos Ana se hizo poeta en la cárcel, echando de menos el fragor del viento en las hojas de los árboles. Esa libertad del aire libre la aporta la voz del Cabrero para la palabra cerrada por la prisión. El Cabrero: puro carisma. Más que técnica cantaora, más que conocimiento del cante, más que belleza de timbre o sensualidad de compás. Es un cantaor atípico porque nació, creció y se mantiene por fuerza de carácter. Como digo, por ese carisma que desprenden sus actuaciones, aunque ya hace muchos años que no lo vemos por Sevilla. Son cosas, las pequeñas miserias de este arte, que un cantaor de la enjundia e irradiación jonda del Cabrero no cante en la que es hoy la capital de lo jondo. Pequeñas miserias, ya digo.

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