Con las primeras lluvias del otoño algo se mueve en los suelos de bosques y pastizales: empiezan a salir las setas. Éstas son los frutos de unos 'árboles subterráneos', los micelios, que, en determinadas circunstancias ambientales, fructifican. Su óptimo clima es la humedad y la ausencia de frío, por eso aquí, en el Sur, el otoño sobre todo, y las primaveras lluviosas, son las más apropiadas para satisfacer esta afición. En el Norte, sin embargo, el final del verano se anuncia ya con setas en los bosques.

En nuestra tierra esta afición se ha extendido en una proporción geométrica. Grupos micológicos, jornadas en los pueblos de la sierra o tertulias gastronómicas han animado a un sector de la población que, cesta en ristre, va a nuestros bosques a buscar esos tesoros escondidos. Y es que la micología aúna ejercicio físico, naturaleza, gastronomía y amistad. En efecto, no hay nada como una recolección con amigos, repartir el botín para compartirlo y degustarlo posteriormente en torno a una buena mesa y un buen vino.

Los hongos son de tres tipos: parásitos, los que se nutren de materia orgánica viva, saprófitos, los que desarrollan todo su ciclo vital sobre materia orgánica inerte, y los micorrízicos, los que forman asociación con otros seres vivos vegetales para beneficiarse mutuamente. Es por ello la tremenda importancia de los mismos. Por lo tanto un bosque vivo y sano debe tener una adecuada población de setas.

Hay que ser prudente con las setas, ya conocemos los peligros que encierran las actitudes no prudentes con su ingesta. Y no pensemos que las setas peligrosas sólo se dan en el Norte, en nuestra provincia hay especies que son muy abundantes y muy tóxicas, algunas mortales.

En cualquier caso no recolectemos setas que no consumamos, cumplen una función principal en un bosque sano, descomponen la materia y enriquecen el suelo.

Y en cualquier caso contemplémoslas y respetémoslas, son tan útiles y tan bonitas.

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