El silencio en Cataluña

Entiendo su silencio, porque sé cómo atenaza el miedo a la disidencia donde el Gobierno ha desaparecido

Leo con cierta esperanza -toda la que relativamente puede aportar una encuesta- que una mayoría de catalanes, comenzando por los más jóvenes, sí, esos a los que le estamos tocando el futuro, no están de acuerdo con el referéndum apócrifo que han diseñado a medida los insurgentes parlamentarios catalanes de JPS y la CUP. A estos jóvenes, y al resto de resistentes que no lo son tanto, he de decirles que entiendo su silencio porque, en parte, los demás también hemos callado cuando quizá deberíamos haber gritado en su momento. Un grito de esos que se ponen en el cielo. Entiendo su silencio, porque sé cómo atenaza el miedo a la disidencia en un territorio en el que la presencia del Gobierno Nacional prácticamente ha desaparecido; en una región en la que el Estado se ha replegado sometido a aquel razonamiento de que a los nacionalismos se les contenía reconociéndoles de forma atronadora sus singularidades, cuando, a la vista está, con ello solo se ha conseguido legitimar una sociedad a la carta que ahora se permite espolear, sin rubor y en nuestra cara, sus reivindicaciones imposibles. Porque es normal que callen aquellos que opinan distinto en un territorio donde todo el espacio público está dominado por los independentistas, un terruño donde solo hondean los símbolos locales y se obvian, cuando no pisotean, los que nos unen a todos, sin que nuestros Gobiernos Nacionales se hayan batido como debía por la defensa de lo común. Porque entiendo que la palabra solo se amague cuando con ella uno se ha de enfrentar al vecino, al amigo, al hermano y no al enemigo. Al igual que entiendo que se esconda la voz cuando la propaganda de la supremacía cultural e ideológica del independentismo, tantos años travestido de nacionalismo, lo domina todo, como la urdimbre mortal de una tela de araña, tanto en la parte pública de la convivencia: los medios de comunicación audiovisuales y los escritos, como en su parte privada: en las empresas, en la calle… Porque se ha permitido que desde bien chicos se les eduque en una diferencia calculada y no en la unión. Y porque, qué carajo, a nadie se le debe exigir individualmente que se convierta en un héroe. Por todo ello entiendo el silencio a que han sido condenados. Pero todo tiene su fin, y es momento de que sepan que ya no está solos. Que ahora somos más los que estamos enfrente. No es tiempo de arredrarse.

¡Viva Cataluña! ¡Viva España!

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios