Europa en el abismo

Los valores fundacionales de la UE ofrecen un antídoto necesario ante las amenazas de los populismos ultraderechistas

Los resultados de la primera ronda de las elecciones presidenciales en Francia han puesto de manifiesto el hundimiento de los partidos tradicionales y el triunfo de dos opciones: la del centrista Enmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen (Frente Nacional), que se disputarán la presidencia en la segunda vuelta de las elecciones el próximo 7 de mayo.

El aspecto más relevante en mi opinión se refiere al hecho de que la opción de Le Pen gana apoyo popular y eso significa que los planteamientos filofascistas tienen cada vez más posibilidades de hacerse con el poder.

Junto a ello, la postura de Le Pen de abandonar la Unión Europea (que en el fondo coincide con planteamientos desde la otra orilla del populismo) augura una realidad complicada para el futuro de Europa. Sobre todo con los precedentes del Brexit.

De hecho, coincidiendo con un encuentro al que asistí ayer en Sevilla con el Comisario de Sanidad de la UE ( Vytenis Andriukaitis), hemos conocido que el último euro barómetro muestra un apoyo popular al proyecto europeo de tan solo el 37%, casi 20 puntos menos que hace dos años.

Nunca hasta ahora ha habido tan bajo apoyo popular a la Unión Europea. Y esto es un problema serio porque la alternativa a la actual Europa es menos bienestar, menos igualdad, menos empleo y, seguramente, menos democracia.

En el mundo actual, la globalización de la economía requiere establecer alianzas que permitan asegurar que la fortaleza institucional, económica e, incluso, militar de Europa, puedan vencer a mercados tan potentes como los asiáticos o los de Estados Unidos. Y los valores fundacionales de la UE (aunque se hayan desdibujado en los últimos años) nos ofrecen un antídoto necesario ante las amenazas que los populismos ultraderechistas pueden hacer realidad.

Quizás la iniciativa de la UE por la que se pretende generar un debate social para redefinir el proyecto europeo y volver a impulsar los principios sociales y democráticos de dicho proyecto llegue algo tarde. Pero es necesaria.

Es necesaria para que la sociedad pueda implicarse en el proyecto e influir en la dirección del mismo. Y es necesaria para hacer las correcciones que procedan y para hacer ver a la ciudadanía que la alternativa a la actual Europa es más y mejor Europa. De lo contrario, podemos caer en el abismo. El que nos llevó a la Segunda Guerra Mundial. Y hemos de evitarlo.

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