Imagino que habrán visto la pelea de los padres en un partido de fútbol infantil en Alaró (Mallorca). Un minuto para que la sociedad se avergüence un poco de sí misma. De adolescente jugaba al baloncesto. Recuerdo que mi padre, gran amante del deporte y el principal responsable de que hoy escriba sobre él, sólo fue una vez a verme jugar un partido. Lo justo para convencerse de que su descendencia no era Michael Jordan y de que tenía cosas más importantes, productivas o beneficiosas que hacer que ver a su hijo pegar carreras y saltar (poco). No por eso mi padre era mejor que uno que va siempre a ver a su hijo. Pero sí me ayudó a darle la importancia justoa a lo que hacía.

La sociedad cambia, también las prioridades. Ayuda la democratización de la información. Seguramente, sin el vídeo grabado por el anónimo espectador del partido la pelea habría sido carne de breve de periódico, si acaso hubiera trascendido el acta. Es una de las alteraciones en este mundo, cosas que han ocurrido con frecuencia y que parecían leyenda han cobrado veracidad con fotos y vídeos que vuelan por las redes y que, pasado el filtro amplificador de los medios, retumban. La sociedad actual es guardiana de una moral quebradiza. Mucha boquilla y teoría de salón, opinión en base a un titular o un tuit y scasa profundidad.

Tengo un amigo que sostiene que para ser padre/madre habría que pasar un test previo de aptitud. La actitud viene después. Uno aún no tiene hijos, aunque le gustaría ser padre. Si cuando el equipo por el que uno tiene simpatías le pone de los nervios entiendo que con un hijo la pasión se disparará. Es fácil rasgarse las vestiduras y lanzar soflamas de que si menudos cafres, que vaya ejemplo. He ido a campos de fútbol desde que era un niño muy pequeño y he visto peleas e insultos siempre, en campos de Tercera y Preferente. He visto escupirle al que tiraba un córner del equipo rival, coger por el banderín al linier y lindezas por el estilo. Hoy hay un espejo y un altavoz enorme, también el móvil de cualquiera es un elemento fiscalizador, para lo malo y también para lo bueno. Si sirve para que mejore el comportamiento en los escenarios públicos, mejor.

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