No podemos decir que se necesite que aparezcan serpientes o galápagos en la Laguna de Torrox para llenar titulares veraniegos, los acontecimientos en el Reino de España nos proporcionan todo un reptilario. Hace tan solo 48 horas todo un presidente del Gobierno ha tenido que comparecer en un juzgado para declarar sobre financiación ilegal. Hace solo un días el Parlamento daba por probado que el Ministerio del Interior creo una policía política para investigar de forma ilegitima a adversarios políticos. En cualquier otro sitio bastarían estos argumentos para provocar cambios sustanciales y dimisiones, por el contrario alguna patología grave nos inocularon cuando lo vivimos con absoluta normalidad. Quizás la razón de esta indolencia colectiva la apuntaba el último líder defenestrado de la Izquierda cuando mediante twitter lanzaba el siguiente llamamiento: "Entre corrupto y corrupto había que legislar de vez en cuando a favor de los derechos de la clase trabajadora, no vayamos a olvidarnos". En un país donde se hacen previsiones de crecimiento del 3%, la gente no entiende que la patronal se resista a incorporar cláusulas de revisión salarial, o que se recorten prestaciones sociales cuando un 43% de los millones de desempleados están en grave riesgo de exclusión y pobreza, o que tengamos que soportar que el Sr Montoro frivolice usando la jornada de los empleados públicos andaluces como moneda de cambio en sus oscuras transacciones, ahora imposibles, con la Sra Susana Díaz. Resulta desalentador que, frente al cinismo de la Sra Cifuentes cuando afirma que el descanso de las personas o la desfachatez de la Sra Lagarde que nos vuelve a proponer la novedosa fórmula de subirnos el IVA y bajarnos las pensiones, la oposición sea incapaz de sumar fuerzas y provocar la recuperación de derechos y la compensación de la brecha social.

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