Casi invisible en medio del despropósito, silente, casi muerta, la fuente de la plaza del Mercado es esa parte que nos habla sin tapujos de un todo, una realidad más amplia, en este caso, manifiestamente mejorable. No hace falta explicar ese contexto, tan explícito como conocido. Unas vallas la tapan ahora pero también la protegen de la bestialidad del vandalismo que dejó su huella en forma de roturas, pintadas y basura. El monótono sonido del agua hace tiempo que no se oye: su interior está seco. Vive el peor momento de su peculiar historia, desde que fuera instalada en la plaza en 1981. Procedente del antiguo Recreo del Retiro, un espacio ajardinado creado en el siglo XIX, es, no obstante, una pieza muy anterior. Así lo demuestra la decoración labrada sobre su mármol blanco, con formas que parecen partir del Manierismo, como son las máscaras de cueros recortados o las superficies agallonadas.

Aunque su origen sigue siendo un misterio, en fechas recientes ha sido objeto de investigaciones por parte de Jesús Caballero Ragel, cuyas conclusiones se publicaron en las páginas de este periódico el pasado julio, y Antonio Aguayo Cobo, en la última ponencia del ciclo "La pieza del mes" del Museo Arqueológico. De este modo, el primero considera que fue realizada para la Cartuja y la identifica con otra que tuvo el Claustro Chico del monasterio, hecha en Génova entre los años 1534 y 1537. Por su parte, Aguayo propone, además de un complejo mensaje iconológico, que su primera ubicación fuera el patio renacentista del Palacio de Ponce de León, teniendo en cuenta que tanto este edificio y como el hoy Parque del Retiro, antes de ser donados a la Ciudad, fueron propiedad de una misma familia, los Ysasi Lacoste. Sin embargo, en lo que ambos coinciden es en la necesidad de su urgente restauración. Una reclamación a la que todos debemos unirnos.

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