Pasarela

"No se me ocurriría hacer top-less"

Feliz con la acogida de su disco, Salvaora, Joana Jiménez suele pasar el verano trabajando. Sin embargo, entre gala y gala, la artista aprovecha todo el tiempo que su profesión le deja libre para bajar a Matalascañas, en la costa onubense, donde, junto a su marido y su hijo, disfruta de un entorno que visita desde hace una década. "Mis suegros tienen allí una casita y solemos acercarnos bastante. Tengo que reconocer que eso de tirarme en la arena, nadar en el mar y tomarme una tapita de sardinas en el chiringuito, me encanta", confiesa esta firme defensora de la canción española, mucho más amante del verano que del invierno. "Soy un lagarto", bromea a la vez que recuerda vacaciones pasadas en lugares tan lejanos como Japón, buen mercado para el flamenco que también domina. "Allí lo pasé bien, por un lado, y mal, por otro. Como es una isla y hay mucha humedad, empezaron a salir "cucas" por todos lados y… ¡me dan muchísimo 'repeluco'!", exclama gestualizando su aversión hacia tales insectos.

Con citas en su agenda como la del 5 de septiembre en el Teatro Falla de Cádiz -donde presentará el álbum producido por José Miguel Évora del que se siente tan orgullosa-, nuestra protagonista reconoce que, desde hace dos temporadas estivales -esto es, después de conseguir la victoria televisiva en Se llama copla-, ni su vida, ni sus veranos, son iguales. "El año pasado tuvimos hasta diciembre 50 galas. A nivel popular todo ha cambiado. ¡Ahora no se me ocurriría por nada del mundo hacer top-less! Por lo menos en Andalucía… Por eso, cuando termine las actuaciones, me marcharé fuera unos días para estar tranquila", vuelve a exclamar haciendo gala de un estupendo carácter que comparte tanto con su familia como con sus amigos y, por supuesto, con todos los admiradores que se acercan a saludarle o a pedirle algún autógrafo.

Respecto a los primeros veraniegos años de su vida, la sevillana conserva en su memoria entrañables imágenes en Sanlúcar, Mallorca o Tenerife. "Me llevaron mis padres y también resultaron vacaciones preciosas". No obstante, en su álbum personal y sentimental existe una fotografía que destaca por encima del resto. "Era muy pequeña -tendría 3 ó 4 años- y mi madre me hizo un biquini amarillo de felpa con el que me retrataron en la ribera de Cantillana, donde viajábamos todos. Después dejamos de ir, pero todavía comentamos aquella etapa".

Fuera de nuestras fronteras, sin duda fue su luna de miel -que también coincidió con estos meses de calor-, uno de los destinos más pasionales. "Nos marchamos a Punta Cana y resultó otro gustazo", concluye a punto de terminar no sin antes referirnos una particular "receta de belleza" que, conociendo los estragos que los rayos solares hacen sobre la piel, ha dejado de utilizar. "Hubo una época en la que decían que, mezclando aceite y vinagre, te ponías más moreno y se te pegaba más el sol, con lo que yo me iba siempre con mi tarrito y me ponía negra", explica para aclarar enseguida. "Ya no hago esas barbaridades aunque tampoco es que me proteja todo lo que debiera. Sólo cuando bajo a la playa. Luego se me olvida pero, al que no le falta crema es a mi niño, que viene donde va su madre".

Cariñosa, cercana, algo despistada pero, por encima de eso, muy buena gente. Joana Jiménez conquista al público en cualquier estación con una simpatía innata y unas dotes para los escenarios más que de sobra demostradas. Un orgullo para nuestra música y para nuestra tierra.

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