Su paso por "Presuntos implicados" la consolidó como una de las voces más sólidas y con mejores registros de nuestro país. Ahora disfruta en solitario de un álbum donde ha tenido oportunidad de trabajar con grandes compañeros como su admirado Chano Domínguez en versiones de grandes temas del repertorio de cantautores latinoamericanos tan conocidos como El manisero, Gracias a la vida o el que da título disco, Dos gardenias. Pero Sole Giménez es, además de una estupenda cantante, una madre de dos hijos -una adolescente, de 16 años, y un pequeño, de 9- de los que, en esta cercana entrevista, ha querido hablarnos largo y tendido.

-¿Son sus niños, como suelen afirmar los artistas cuando se les pregunta por su propia familia, sus 'mayores fans'?

-Más que eso son mis hijos. Ellos contemplan esto como algo propio y a lo que están acostumbrados. Algunas cosas les gustan más, otras menos… Supongo que como a todo el mundo.

-¿Qué tal su faceta maternal? ¿Se desenvuelve tan bien en ese terreno como sobre el escenario?

-Bueno, soy cantarina y chillona (risas). No sólo uso la voz para agradar sino también para mandar (risas). Aún así, es difícil ser madre con tanta presión exterior…

-De todos modos, a usted, físicamente, parece no afectarle porque… ¡se la ve fantástica!

-No qué va (risas). Te digo que no… Es todo mentira, cosa de las fotos… La portada, por ejemplo, la queríamos con color. Encontramos la ropa adecuada y el resultado ha sido diferente y rompedor. Lo que sí debo confesarte es que mi madre está estupenda así que, entre la genética y que me cuido, estará el secreto. Sea como sea, los años no pasan en balde. Te asientan y te dan seguridad. Hacerse mayor no es tan malo. Hay que saber adaptarse al paso del tiempo y evolucionar profesional y personalmente.

-A propósito, ¿se interpreta mejor una melodía tan apasionada como 'Dos gardenias' cuando se está enamorada?

-Ten en cuenta que ese título tiene una doble lectura porque es amor pero no uno confiado sino de alguien muy celoso (risas). Además, si sigues por ahí vas a ponerme en un aprieto… (risas).

-Hablemos entonces de música… Suele comentarse que, cara al público, es más fácil defender piezas previamente conocidas?

-Eso es cosa de las malas lenguas… (risas). Depende, hay discos de versiones que son un éxito y otros no. Puede arriesgarse en la medida en la que tú no te conformes con lo mínimo. Nosotros lo hemos hecho bastante. Debes aportar algo tuyo, si no, mejor quédate en casa. Éste es un momento bueno para mí. La compañía me propuso esta idea que, por otro lado, coincidió con una que yo ya barajaba de antes. Me parecía algo muy divertido, con un repertorio entrañable y fresco y, a la vez, un recuerdo de momento bonitos de mi vida.

-¿Hacia qué dirección le lleva este camino que ha iniciado con esta propuesta?

-No lo sé y eso es lo bueno. Hay que plantearse cosas en el presente. Por ahora disfruto de una grabación bonita y de poderla llevar al directo como estamos haciendo. Con eso me conformo. Lo demás, llegará cuando le toque.

-Entonces, centrémonos en este verano que tenemos encima. ¿Algún plan que le motive?

-Para empezar, intentar que mis hijos terminen sus deberes y no pensar demasiado en el calor (risas). Por lo demás, no me apetece demasiado viajar. Acabo de regresar de Australia, donde hemos presentado esta música en el Instituto Cervantes, y quiero dedicarme a mis amigos, bajar a la playita en este mes largo que se presenta, organizar cenitas en casa… Y luego tengo previstas algunas actuaciones como la de Cádiz el 21 de agosto en un entorno que me han dicho es maravilloso. Después, en otoño, tocará acercarme a Madrid y Barcelona y participar allí en diversos festivales de jazz intentando, poco a poco, acercar este producto mío a la gente.