La existencia del Día Contra la Violencia de Género ya da una idea de cómo está el asunto. Es como celebrar el Día del Pan estando muertos de hambre. Siempre pensé que este tipo de celebraciones, con días señalados, eran de El Corte Inglés; para sacarnos la pasta. Aún le doy vueltas a si no es lo mismo o lo mismo es. Un saca dinero.

No voy a entrar en estadísticas económicas ni necrológicas, me niego a tomar por números a una sola persona víctima de lo que hoy llaman género. Y hablando de números, ¿han llamado alguna vez al 016?

Lo que hoy me planteo es qué género tienen los niños, y las niñas, si ustedes lo desean. Los hijos, que también lo puedo escribir con una arroba en la 'o'. ¿Del género de la madre o del padre? ¿Y qué género debe tener el juez que lleve cada caso? ¿Y por qué nos empeñamos en ser iguales si no lo somos?, sin género de duda. Ni física ni mentalmente. No olvidemos los músculos y la corpulencia de los sexos. Tampoco aquello de los cerebros manipuladores. Ni lo tan estúpido y femenino de hacer dos cosas a la vez.

Me invade el pesimismo en las soluciones del maltrato, de cualquier maltrato. Desde la promulgación de la Ley de Violencia de Género (léanse sus artículos) los casos han aumentado. Las distancias se han hecho más largas y la eficacia y eficiencia están ausentes. Quizá sea por la crisis, la Justicia no tiene un euro para poner en marcha todo un mecanismo de investigación. Los guantazos se acumulan en estanterías de un juzgado junto a pensiones de alimento sin pagar, alegaciones sin leer, recursos que no recurren, mentiras y verdades en papeles que demostrarán lo justo cuando ya sea tarde en la mayoría de los casos. Las secuelas de esta lentitud son como las arrugas de la piel, imborrables. El implacable tiempo.

La Justicia no es que sea un cachondeo, como dijo aquel. La Justicia es lenta, demasiado lenta. Cualquier cosa lenta suele llegar tarde. Y el que llega tarde no está respetando, ni a ti ni a tu vida. Y en algunos casos, ni a tu muerte. Que también hay que morir con respeto. Inyecten dinero en la justicia. Dicen que cuando se quiere ser independiente primero hay que serlo económicamente. Manos a la obra. Y déjense de políticas de género y calificativos a la violencia mientras no haya medios. Sin medios no hay remedio. Solo hay días negros.

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