Emilio Aragón. Director

"Por ahora, las televisiones y el cine no tienen más remedio que entenderse"

  • El realizador presentó ayer fuera de concurso 'Una noche en el viejo México', una película de frontera protagonizada por Robert Duvall que llegará a las pantallas el próximo 9 de mayo.

Tras debutar como realizador con Pájaros de papel en 2010, Emilio Aragón ha cruzado el charco para rodar su segundo filme, Una noche en el viejo México, una historia de frontera protagonizada por Robert Duvall, Jeremy Irvine, Angie Cepeda y Luis Tosar que se estrena en España el próximo 9 de mayo (en EEUU lo hará el 16). La cinta clausuró ayer la Sección Oficial del festival fuera de concurso.

-Los productores de Una noche en el viejo México le ofrecieron dirigir la película tras la presentación de Pájaros de papel en la Semana de Cine Español de Los Ángeles. ¿Qué vieron en usted?

-Me dijeron que Pájaros de papel era un película de personajes y que les había gustado mucho la dirección de actores. En EEUU distinguen mucho entre cine de actores y cine industrial, por decirlo así. Eso les movió para darme el guión. Y la verdad es que después de Pájaros de papel yo tenía claro que iba a seguir dirigiendo mis guiones, contando mis historias. Así que al principio no me mostré muy receptivo, acepté leer el guión por una mera cuestión de educación. Cuando lo leí después, sin embargo, encontré algo muy divertido, con situaciones que me engancharon. Pero el verdadero as en la manga llegó cuando me dijeron que Robert Duvall había pedido protagonizar la película, y que llevaba 25 años buscando un personaje así. Ahí fue cuando pedí que me llevaran esposado. Era muy difícil decir que no. Luego, cuando releí el guión, poniendo ya la cara de Duvall al personaje, me encontré con algunas dificultades, como la del idioma. Por más que hables inglés, dirigir en otro idioma lo complica todo. Pero poco a poco comprendí que estábamos trabajando con emociones, y las emociones son universales. Y la primera vez que me reuní con Duvall desaparecieron las preocupaciones: me entendí bien con él y nos pusimos de acuerdo al instante.

-¿Y qué lectura hace de que los productores norteamericanos busquen a directores españoles para hacer cine de personajes?

-El cine independiente es el que se atreve a estas cosas. La mirada no es tan cerrada, sobre todo porque estos cineastas ven mucho cine europeo y asiático.

-¿Alguna vez se sintió en el rodaje como un pez fuera del agua?

-No, nunca. Me hicieron sentir muy bien. Además, me llevé a varios técnicos españoles, incluso en producción. Eso me ayudó mucho, sobre todo el primer día. A partir del segundo, sin embargo, reinó un buen ambiente general y todo el mundo trabajó de manera distendida. Es verdad que hubo problemas, pero de índole externa: la segunda semana del rodaje nos dijeron que se acercaba un huracán a la zona donde estábamos trabajando y que, como mínimo, íbamos a tener que dejarlo todo parado una semana. Al final, afortunadamente, el volcán se desvió. Imagínate. Eso habría sido una ruina.

-La película introduce dos claves propias en las reglas del género: el humor y la ternura con la que trata a sus personajes, incluso el villano Cholo. ¿Cuestión de estilo?

-En la construcción del Cholo ayudó mucho la complicidad de Joaquín Cosío, que es un actor grande en todos los sentidos. Da muy bien el pego de criminal y también cuando habla con Robert Duvall sobre la manera en que las circunstancias le empujan a hacer lo que no quiere hacer en realidad. Yo quería demostrar que se podía construir un criminal entrañable. Entre la comedia y el drama hay una línea muy fina.

-Cuando se debate sobre la financiación el cine español, algunos directores hablan de las televisiones como el diablo con el que hay pactar. ¿Qué opina usted?

-En los últimos años se han abierto en España algunos caminos que merecen ser explorados. Han aparecido ciertos fondos interesados en producir, y eso puede llevarnos a algunos paisajes estimulantes. La globalización también nos ha llevado a trabajar con otros países que están interesados en coproducir. Pero, por ahora, no nos queda más remedio, honestamente, que ponernos de acuerdo, por el bien de todos. Tenemos que encontrar puntos de acuerdo. Creo que estamos pasando una fase, ya no tocamos fondo, y los debates encendidos que ha habido van a ser para bien. La catarsis es necesaria y buena, y los resultados comenzarán a verse pronto. La película que ha ganado el Festival de Málaga costó medio millón de euros, y eso es digno de elogio; pero lo más importante es que encontremos maneras de conectar con el público. En ese sentido, una película como Ocho apellidos vascos ha señalado un poco el camino a recorrer: se puede hacer buen cine, que tenga buenas críticas y que guste al espectador. A veces saldrá, a veces no, pero estoy convencido de que se podrá conseguir.

-¿Se lo pasó tan bien Robert Duvall en el rodaje como parece?

-Según me dijo su agente, Duvall le comentó que no había tenido un rodaje tan bueno desde El padrino. Aquella noche dormí tranquilo.

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