Feria de Málaga

Tenderetes ya clásicos del centro

  • Por la calle Larios se van sucediendo los negocios ambulantes dedicados a la venta de 'souvenirs'.

Una seña de identidad de la Feria del centro histórico de la capital, además del olor a biznagas, el Cartojal y los verdiales, es la sucesión de puestos de recuerdos a ambos lados de la calle Larios. De ellos cuelgan instrumentos musicales para los más pequeños, que junto con los sombreros, catavinos, moños de flores, abanicos y pendientes, convierten el mostrador en un auténtico arco iris visual. Éste es el encargado de llamar la atención de los malagueños y visitantes "para que se pongan guapos y disfruten de la Feria" comenta María Ortiz, encargada de uno de estos tenderetes. "Las mujeres son las que más se acercan, porque todas somos muy coquetas y alguna flor siempre cae".

Además de las señora, explica Ortíz, que hay algunos grupos de jóvenes se compran delantales estampados como si fueran trajes de faralaes o sombreros  para "aliviar un poco el calor", aunque asegura que su venta ha caído "un poco" en éstos últimos años por las estrategias de marketing empresarial, sin embargo, el que "quiere un sombrero que no despinte, desde luego tiene que comprárselo".

El abanico se hace fundamental en la feria del centro, y son precisamente éstos una de las estrellas de los puestos tanto para locales como extranjeros. Son los de fuera los que más invierten en recuerdos de la Feria de Málaga. "Se llevan abanicos, el sombrero típico español, las flores para el moño, algún peluche de torito que otro, vamos, las cosas más representativas de la tierra" apostilla Paco Salinas, dueño de uno de los primeros puestos de la calle Marqués de Larios. Así como argumenta que "el personal de Málaga tira más por los pendientes, las pulseras, y los collares".

Salinas también asegura que se ha sorprendido por la feria de este año, ya que pese a la crisis la cosa no ha ido tan mal como pensaba. "Ha estado más tranquila que otros años, pero no tan mal como temía", y afirma que la gente "no tiene dinero". Sin embargo, José Corral, dueño de un negocio de este tipo en la Alameda cree que la crisis sí que se ha notado bastante ya que "antes venían las mujeres a comprarse un moño para cada día, sin embargo ahora se llevan uno blanco para poderlo combinar todos los días de la semana".

A Corral le ayuda José Manuel Cotán, quien explica que "hay gente que te intenta regatear cincuenta céntimos y por ahorrárselos se andan medio kilómetro si hace falta". Creen que la feria del centro ya no es lo que antiguamente, y que el cambio de público hace que sea necesario variar la oferta, para "poder abarcar a todos". "Vienen las típicas familias con los niños, y ellos sí que compran abanicos, o sombreros cordobeses" pero los grupos de jóvenes han ido tomando poco a poco la ruta que  transcurre desde la calle Larios a la Plaza de la Merced.

"Ellos vienen a beber y a divertirse, y o buscas algo que le llame la atención o no sacrifican el Cartojal por un abanico" apuntilla Cotán, que aunque lo entiende, le duele "un poquito" porque su negocio, como el de muchos otros, son puestos familiares que sirven para levantar la economía anual y "en esta época tan difícil en la que estamos vendría bien el empujoncillo de la feria".

Respecto a la metamorfosis de público que ha notado en el centro, Corral asegura, que se agradece cuando vienen los grupos musicales tocando palmas y cantando por la calle, porque su puesto al estar un poco más apartado del bullicio, vive un "poco menos la Feria", aunque también le "viene bien" porque conoce casos todos los años de comerciantes a los que le roban parte de la mercancía en el alboroto de la fiesta.

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