Feria de Jerez

Historia de un hombre bueno

  • Radiografía de Ramón Guerrero González, un caballero jerezano entregado a su ciudad y a sus gentes

Este es el perfil de un 'conseguidor', caballero en extremo, amigo de sus amigos y, muy posiblemente, el mejor 'embajador' y relaciones públicas que luchó sin resuello por Jerez y sus gentes. Ayer faltaba en el albero del II Depósito de Sementales Ramón Guerrero y a todos nos vino a la memoria esa fatalidad que acabó con su vida a los 88 años en el Hospital de la Cruz Roja de Córdoba el pasado 22 de enero. Pero nos quedará en la retina ese gran empresario que siguió en vida la tradición familiar agrícola y ganadera que heredó desde su abuelo Manuel Guerrero Castro, aquel patriarca que, con apenas dos años de edad, emigró junto a sus padres de Grazalema a Jerez en el cerón de una burra y que, por méritos propios, se convirtió en un magnífico agricultor. Sus enormes dotes de trabajo y buen ejemplo se trasmitieron de generación en generación.

He hablado con amigos que trataron y se relacionaron en vida con Ramón Guerrero, o 'Ramón Guerrero de Jerez', como era conocido por los que le rodeaban, y todos han acabado destacando "una propiedad de Ramón, un don de Dios: El cuidado por sus amistades". Ramón tenía una envidiable agenda y fichero con los contactos de grandes personajes españoles y del mundo entero que nadie imaginaría. Eso le permitía hacer muchos favores y, por ende, le abrió muchísimas puertas.

Los Guerrero fueron grandes agricultores y ganaderos, aunque también tocaron la faceta bodeguera, un negocio que se fue disolviendo con el paso de los años. Hijo de Manuel Guerrero Lozano y Dolores González Gordon, Ramón era uno de los tres varones de los cinco hijos que tuvo el matrimonio. Junto a su hermano Manuel, otro entusiasta del caballo, cogieron desde la finca 'La Mariscala' -donde llegaron a contar con 400 yeguas de vientre- el testigo del legado paterno de las explotaciones agrícolas y ganaderas, ya que su hermano Pedro ingresó en el Seminario de los Jesuitas de El Puerto, falleciendo en un fatal accidente de tráfico en Sevilla en 1973. Su causa de beatificación se encuentra actualmente en proceso.

Profesor mercantil, Medalla al Mérito Agrícola, cónsul honorario de Bolivia en Jerez, Chevalier du Tastevin por el gobierno galo y agente comercial, Ramón destacó por su habilidad y desenvoltura como relaciones públicas. Hay en su vida un hecho muy curioso: Traer hasta Jerez a la Escuela Española de Equitación en Viena. "¿Por dónde ato este rabo?", se preguntaba. Una oportunidad se le abrió en el camino. A principios de los cincuenta del pasado siglo, su suegro y grandísimo amigo José María Pemán estrenaba en Madrid su obra 'La viudita marinera". Era director de la partitura musical un austríaco, al que contrató y pidió que hiciera gestiones para traer la Escuela de Viena a Jerez.

Ramón contactó con el entonces director de la Escuela austríaca, el coronel Alois Podhajsky, un hueso duro de roer por lo que, con muy buen ojo, centró su atención en su esposa, con quien trabó buena amistad y le obsequió con una mantilla de Manila. Podhajsky y su mujer cedieron y la Escuela vienesa abandonó por vez primera el país alpino para actuar en el coso jerezano y permanecer en la ciudad durante dos semanas. Como compensación al trato recibido, el gobierno austríaco obsequió a Ramón con dos yeguas paridas y un semental, todos de raza Lipizziana. Los Guerrero habían mantenido durante generaciones su pasión por la ganadería equina y la cría de caballos y se dice que, ya en el siglo XIX, los Guerrero-Hermanos fueron los ganaderos criadores de caballos de raza española más importantes del mundo.

Fruto también de su buena mano y cordialidad, logró poner en marcha el primer vuelo Jerez-Madrid de la compañía Aviaco, de la que era consejero, al igual que de la cadena hotelera Meliá y presidente del consejo de Hotasa, años antes a la expropiación del Grupo Rumasa. Ramón, personaje muy versátil, destacó además en su labor filantrópica con el 'nacimiento' de la Hermandad de Donantes de Sangre o la fundación de las hermandades del Amor y Sacrificio y de Las Cinco Llagas.

Hombre de comunión diaria, al igual que su mujer, fue marido ejemplar y consideraba que el mejor regalo de su vida había sido su esposa María Pemán Domecq, Maruchi, que le dio nueve hijos: Manuel -presidente del consejo asesor de Diario de Jerez-, Ramón, Pedro, José María, María, Juan Gualberto, Angela de la Cruz, Mercedes y Pablo. Ramón perteneció a la congregación de los Luises, dirigida espiritualmente por los sacerdotes de la Compañía de Jesús. En su juventud, el director espiritual de la congregación fue, durante muchos años, el recordado padre Viu, quien a la vez fue director espiritual de Ramón y de muchos jóvenes de su generación.

Ayer faltaba sobre el albero del Segundo Depósito de Sementales Ramón Guerrero González, ese hombre bueno, simpático, amigable y gran conversador. Por pocos meses, no pudo ser el protagonista, pero allá donde esté, habría presenciado con emoción y lágrimas contenidas ese reconocimiento, porque -en opinión de aquellos amigos que destacaban su versatilidad- "Ramón siempre andaba metido en todos lados".

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