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Un merecido abanderado del 'podemos'

  • Villa demuestra ser el mejor 'siete' de España y saca lustre a la herencia de Raúl · El 'Guaje' iguala en la historia a Van Basten y Platini, autores de otros 'hat trick'

Tiene alma de depredador y movimientos de roedor. Y ese ave rapaz de cordillera y ratón de bodega a la vez acaba mutando en un delantero que hoy es el abanderado del "podemos". España ya tenía un nueve sin discusión, Fernando Torres, y ha encontrado un siete, aunque en Innsbruck tenga que alcanzar la gloria para enterrar un debate que ni siquiera existió en la cabeza del seleccionador pero que hubo que vestir de cierta credibilidad mediática. Raúl no está en la Eurocopa y todos salimos ganando. Villa es el poder de España. ¿Se acuerda alguien del siete del Real Madrid?

El Guaje, a diferencia de Podolski, no tiene dos corazones, el artillero alemán a quien el jugador del Valencia ha adelantado como un vendaval en la tabla de máximos goleadores del torneo. Anota en español. El delantero del Bayern Múnich reconocía que el doblete de goles a su país de origen no le había hecho "desbordadamente feliz". A Villa sí los tres suyos. No hay más que ver cómo los canta.

El valencianista es el delantero avispa, en perfecta sincronización con sus satélites Xavi e Iniesta y mirándose de reojo con Torres. Entre los dos destrozaron el deficiente sistema defensivo de los rusos. Villa ejecuta lo que Xavi y el delantero del Liverpool fabrican, porque si a alguien le debe el valencianista su explosivo debut en la Eurocopa es al ex colchonero. Merece una mención honorífica el partidazo de Torres. El pupilo de Benítez agujereó el dique ruso con sus movimientos para que Villa aprovechara el hueco y procediera a una detonación tras otra. Torres era el ingeniero de cálculo. Desafiando los avisos de los amantes de la superchería -que haberlos haylos a montones a lo largo y ancho del suelo patrio-, se presentó en Innsbruck de pelirrojo quién sabe si para acentuar más el poder intimidador de sus pecas. El Ibrahimovic hispano fue el aliado perfecto para el protagonista de la tarde en la pradera austriaca. Torres tuvo los espacios que demandaba para que su juego zanquilargo se asemejara a ése que tanta gloria le ha dado en Inglaterra y que con España no surgía. Xavi repartía el aire de los espacios, España atacó sin encerrar tanto a su rival y el jugador del Liverpool no se sintió ahogado, razón fundamental por la que Torres, que ha aprendido a jugar con balones mojados y en campos rápidos, sacaba petróleo de cada zancada. Claro, que el encargado de vender cada barril de ese oro negro en alza era el hoy ídolo de la enfervorecida afición roja.

El siete de España se coloca en todas las portadas reivindicando el poder de su herencia. Sus tres goles y ese gesto de buen gusto y generosidad en el cuarto de la selección hacen justicia porque Villa se merecía ser el goleador de la Eurocopa. Fue el máximo anotador de la roja en la fase de clasificación, con siete tantos y muchísima diferencia sobre su más inmediato perseguidor. Y hasta se permitió el lujo de fallar un penalti.

Pero esto es lo que importa, la fase final. La historia ha repetido la mayoría de las veces el que el combinado español realizara un camino inmaculado hacia el momento y la hora de la verdad. Es aquí donde todo cuenta. Desde Butragueño y Míchel nunca ningún delantero había hecho más de dos goles en un partido de este calibre. El Buitre le hizo cuatro a Dinamarca en el 86, Míchel le marcó tres a Corea en Italia 90. Villa entró en la historia al hacer lo que han hecho, entre otros, Van Basten y Platini en una Eurocopa, quiere más. ¿La Bota de Oro del torneo? De momento, se adentra en la sala de los megacracks, ese espacio en el que se le prohíbe la entrada a todo aquel que no haya sido capaz de hacer nada en una gran cita. Bienvenido.

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