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Toreros y botas de vino en el Tirol

  • Unos 15.000 aficionados, llegados desde España pero también de Suiza e Italia, alteraron la vida de la tranquila Innsbruck · La hinchada de la Roja entonó el himno nacional o el 'Que Viva España'

La jornada del debut de la selección que dirige Luis Aragonés sirvió para que en la tranquila Innsbruck se hiciera notar la afición española, que, aunque mayoritariamente, no sólo llegó desde España, sino también desde países fronterizos, especialmente Suiza e Italia.

Como no podía ser de otra manera, no sólo el estadio, sino también las calles de Innsbruck se llenaron de color con la afluencia de los aficionados españoles y rusos, que aunque ligeramente en menor número, también se hicieron notar en la capital del Tirol, donde se prodigó la bandera blanca, azul y roja en apoyo a la selección que dirige Guus Hiddink.

Aparte de alguna que otra bella seguidora rusa, también llamaron la atención algunos aficionados rusos ataviados con la gorra del ejército de la extinta Unión Soviética. Pero los seguidores de la roja no sólo añadieron color, sino decibelios a Innsbruck. En la principal calle de la capital tirolesa, la Maria Theresien Strasse, donde lucen el arco de Leopoldo y la columna de la propia María Teresa, se multiplicaron las banderas rojigualdas.

Y como no podía ser de otra manera, se entonaron los cánticos reservados para este tipo de ocasiones. Se cantó el himno nacional y se repitió el Que Viva España que popularizó internacionalmente Manolo Escobar. Hacía calor en la mañana tirolesa. Y la cerveza ya fluía con fuerza.

Bajo el Tejadillo Dorado (Goldenes Dachl), el símbolo de la ciudad, se inmortalizaron muchos aficionados de ambos equipos. Entre banderas y cornetas. Casi todos, cerveza en mano. Algunos españoles, con bota de vino. Los más valientes, disfrazados de toreros.

También algún torero de verdad, como Martín Pareja Obregón. Los talentosos Gomaespuma, Juan Luis Cano y Guillermo Fesser, también mostraron su apoyo a la roja en las calles de Innsbruck. No podía faltar Manolo el del Bombo, oficioso primer hincha de la selección española.

Y para quienes crean que sólo de cerveza se alimenta el aficionado al fútbol, cabe reseñar que no pocos aprovecharon las horas previas al partido para visitar museos y monumentos. Para subir a la Torre de la Ciudad (Stadtturm). O para entrar en el Mausoleo de Maximiliano I, la iglesia de la corte.

Del calor matinal se pasó al cielo encapotado y la lluvia en horario vespertino, cuando los aficionados con entrada se desplazaron al Tivoli Neu, donde presidieron el partido los Príncipes de Asturias, Felipe de Borbón y Letizia.

La también sonora afición rusa copó el fondo norte del para el efecto remozado estadio de la capital tirolesa, en el que la hinchada española superó ligeramente a la del rival.

Hay que admitir que impresionó el tifo desplegado por la afición rusa, que incluyó una bandera gigante del país y un enorme escudo. En la zona inferior, carteles con las efigies de los héroes de 1960 se unieron a los de las actuales figuras de la selección de Hiddink. Después de los vibrantes himnos comenzó a rodar el balón. En España el fútbol vuelve a ser el principal tema de conversación y de debate.

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