Sabino Moreno, Pintor

"Tenía trabajo en Barcelona, pero necesitaba la luz de mi tierra"

"Tenía trabajo en Barcelona,  pero necesitaba la luz de mi tierra"

"Tenía trabajo en Barcelona, pero necesitaba la luz de mi tierra" / Juan Carlos muñoz

-¿Cómo surge su vocación de la pintura?

-Mi primer cuadro lo hago con 7 años. Mi abuelo Sabino me regaló una tabla. Estudié Bellas Artes, pero esta historia tiene un origen muy diferente.

Gané el concurso del cartel de la Feria de Pozoblanco el año que murió Paquirri, volví a hacerlo en 2012"

-¿Cómo empieza?

-Con una depresión grandísima que me tuvo de baja un año y medio. Iba a refugiarme todos los días a los Reales Alcázares, que los tengo al lado de mi casa. Estaba frente a una fuente y me dije que si yo fuera capaz de pintarla. De una fuente pasé a otra y así surgió la exposición Agua. Pero a mí me daba mucho pudor exponer mis obras.

-¿A qué suena ese agua?

-Si suena, no es árabe. Las fuentes árabes no hacen ruido. El cataclismo del agua es cristiano.

-¿Por qué el agua?

-El agua es vida.

-Sólo falta que llueva...

-Cuando la veleta del Giraldillo está mirando para Huelva, agua.

-Nace dos meses antes de la riada del Tamarguillo...

-Dicen que esa noche cayó un rayo en mi pueblo que mató a un hombre y nací yo. Pobre hombre.

-¿Dónde hizo Bellas Artes?

-Los tres primeros cursos en Sevilla, con profesores como Maireles o Amalio García del Moral. Como quería hacer Diseño Industrial, la carrera la terminé en Barcelona y tengo el título en catalán, no sé si ahora será internacional. Vivía en las Ramblas, frente al café Zurich, donde se reunían todas las culturas del mundo.

-¿Por qué hace diseño?

-De Sevilla llevaba el fondo clásico, pero no sabía lo que era un ordenador.

-¿Le vio salida?

-En Barcelona me metí en la principal agencia de modelos de España, Booking. Fui la imagen de Fuet Tarradellas, lo mismo me vestía de cura que de romano. Cuando no se ganaban sesenta mil pesetas, yo las ganaba y me pagaba los viajes de todas las semanas.

-En aquellos ochenta, en Barcelona estaban Ocaña y Nazario, la transgresión.

-Los andaluces estábamos muy cotizados en Bellas Artes. Los alumnos de quinto nos pagaban por hacerles el dibujo de Primero, que tenían suspenso.

-¿Le marcan Miró, Dalí, Tapiès?

-Bebí de ellos, pero mis raíces eran andaluzas y mi gusto barroco. Ya tenía trabajo en quinto de carrera pero decidí volver a Andalucía, necesitaba esa luz y no hablo en plan anecdótico o de libro de poesía.

-¿Cambió la Barcelona de los Juegos por la Sevilla de la Expo?

-Trabajé en el estudio de Antonio Pérez Escolano para un montón de pabellones. Hicimos carteles de la Expo, de la Once. El techo del colegio de las Irlandesas de Castilleja lo pinté con las especies botánicas que trajo Hernán Cortés.

-¿Encarriló su estilo?

-De los hiperrealistas me gusta la técnica, pero no la temática. No tengo por qué pintar cosas feas o desagradables.

-Ni El grito de Munch...

-A nivel expresivo es formidable. A veces no hay más remedio que chillar.

-Sus cuadros, al revés que el programa de Gala, son paisaje sin figuras...

-Todavía no las integro en el paisaje, tiene suficiente personalidad. Las piedras lo dicen todo. Me gustan las cosas sencillas, será porque soy de pueblo. Cuando pinto me pasa como el que va nadando y no sabe cuándo mete la cabeza en el agua. Es algo parecido, mágico. Te sumerges dentro del cuadro y sólo te despierta el hambre.

-¿Por qué hace retratos?

-Me apasiona partir de un par de trazos. Lo fundamental es el alma y los ojos.

-El 26 de septiembre de 1984 quedó marcado en Pozoblanco, su pueblo...

-El cartel de la Feria en la que murió Paquirri lo pinté yo con 23 años. Todavía estaba en Barcelona. Fueron injustos con mi pueblo. En 2012 volví a ganar el concurso del cartel y le hice un homenaje a Paquirri.

-¿Es profeta en su tierra?

-En Alcalá de Guadaíra, que además de por los panes es famosa por sus pintores, me han encargado una segunda exposición sobre el valle de los Pedroches. Del agua a la tierra.

-¿Cómo le fue la primera?

-Expuse 22 cuadros y vendí 14. Uno de ellos ha sido seleccionado por la Academia de Bellas Artes.

-¿Qué está preparando?

-En abril voy a inaugurar una exposición de abanicos pintados. Todos los años le regalaba un abanico a mi madre. El último lo pinté para un espectáculo que estrena Lalo Tejada el sábado. Me fascinan las flores de las cigarreras, el mantón de Manila.

-¿Qué le da la pintura?

-Todo. En este mundo de vanidades, como yo no soy político ni artista, lo único que me apetece es oír la pesa del puchero, pintar y llevar a mis niños al colegio.

-¿Por qué acabó en la televisión?

-Acabé harto de las imprentas con el diseño gráfico. Soy el primer y único asesor de imagen de Canal Sur. Empecé en 1993 con Carmen Sevilla, la más guapa, la más simpática. Después estuve siete años en Contraportada y trabajé con Agustín Bravo y Carlos Herrera, que me presentó a Ana Belén.

-¿Su primer caballete?

-Mi primer soporte fueron los armarios blancos de Formica.

-¿Arte o técnica?

-Yo siempre he sido un desastre para los botones y los papeles. Pinto con tablero y punto. Nada de fotografía o proyectores.

-¿Por qué Sabino?

-Por mi abuelo Sabino, que se llamaba así por su abuelo, que era italiano.

-¿Qué le dice la pintura de Murillo, el pintor del año?

-Siempre me influyó por su dulzura, su humanidad, su capacidad de plasmar la vida cotidiana y encontrar la belleza hasta en el hambre de dos chiquillos. Algunos dicen que no salía de Sevilla, si es que Sevilla entonces era todo.

-¿Qué aprendió en este viaje de paletas y colores?

-Que el verde es para los pintores el color más difícil. Igual que las manos es lo más complicado del cuerpo humano. O el agua en su transparencia.

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