Antonio Muñoz Molina, escritor

"Decir lo que se piensa es más raro de lo que parece"

"Decir lo que se piensa es más raro de  lo que parece"

"Decir lo que se piensa es más raro de lo que parece"

-En su ensayo Todo lo que era sólido se mostraba muy crítico con el periodismo. ¿Cree que están contribuyendo a crispar los ánimos?

-Creo que el periodismo ha renunciado en buena parte a su tarea principal, que es contar la realidad lo más ajustadamente posible, porque investigar es muy caro y requiere mucho tiempo. Y es cierto que hay una inflación de la opinión, pero no sólo en prensa, en todas partes. También con las redes sociales: todo el mundo está, no ya opinando, sino reaccionando de inmediato. Eso crea una atmósfera difícil.

-¿Cree que hay mucho experto multidisciplinar que habla de lo que le echen en prensa, radio, televisión... ?

-Claro, porque no se pide mucho rigor, qué le vamos a hacer.

-¿Qué opina del ruido que generan las redes sociales?

-Yo ahí no me asomo, aunque hay mucha gente que conozco que lo hace, y probablemente lo hace bien.

-En ese libro también hace un alegato de los funcionarios frente a los puestos a dedo al servicio de intereses políticos. ¿Por qué se los ha desprestigiado?

-No lo sé. Aquí siempre estamos hablando de ideas y de cuestiones vagas, generales, pero lo fundamental para que las cosas puedan funcionar es una buena Administración pública ocupada por gente seleccionada de manera objetiva, de acuerdo con el mérito, que no depende del favor político.

-Pero ser funcionario se vendía como algo gris, como si fuese una aspiración de mediocres.

-Claro, yo he sido funcionario. Esa demagogia es muy fácil: el político cargado de ideas que quiere cambiar las cosas y el funcionario que lo paraliza todo. En el sentido más noble de la palabra, el funcionario es un servidor publico y tiene que estar muy bien elegido, bien pagado y con la libertad suficiente como para no dejarse presionar por intereses políticos. Es un eje fundamental de la democracia.

-Cuando había dinero parecía que nada importaba pero, con la crisis, ¿de verdad se ha dejado de tirar con pólvora de rey? ¿Por qué no se han suprimido diputaciones, por ejemplo, como usted ha apuntado?

-No tengo mucho contacto con el mundo, pero mi impresión es que se ha recortado de nuevo en lo fundamental: en educación, en investigación o en sanidad.

-Ahora que se ha llegado a plantear la intervención en TV3, también se ha mostrado muy crítico con las televisiones autonómicas.

-Cuando yo era joven en España existía la llamada prensa del movimiento: periódicos que habían sido incautados por el régimen después de la guerra y eran vehículos de adoctrinamiento del partido único oficial. Cuando llegó la democracia se entendió que esa prensa tenía que desaparecer. Sin embargo, se creó otra forma de adoctrinamiento que eran las televisiones públicas. Pero, ¿eso es una prioridad en una región como Andalucía, con las deficiencias en educación, en equipamiento, culturales, educativas...? ¿Eso se tiene que sostener con dinero público?

-En su diana ha estado el provincialismo populista de esos líderes que prometen arrancar cosas al poder central más lejano, que también se utilizan para achacarle todo lo malo.

-Los recursos públicos son muy limitados y tendrá que haber unas prioridades acordadas democráticamente para saber a lo que se destina el dinero. Y habrá que gastarlo en cosas que sean fundamentales para un mínimo de igualdad y justicia social como son la sanidad pública, la educación pública de calidad y limpieza en las administraciones. Cuando esté cubierto eso se podrá pensar en otras cosas. Pero cuando estás haciendo recortes tan dolorosos... España, con Bulgaria, es el país en el que más ha crecido la desigualdad. Y el crecimiento de la desigualdad entre los territorios es cada vez mayor.

-Ese provincialismo llevado al extremo es lo que ha ocurrido en Cataluña.

-Sobre eso ya se habla demasiado.

-En su ensayo da datos muy precisos y nombres, no se muerde la lengua.

-En una sociedad democrática es una obligación del ciudadano participar en el debate público en cualquier nivel. O, al menos, un derecho. Los límites de la libertad de expresión son la veracidad y la templanza.

-Igual hay que tener una mente más lúcida para ver los fallos del sistema.

-No lo sé. Creo que el hábito de decir lo que se piensa es más difícil de lo que parece. También es verdad que es más cómodo no decirla.

-En su última novela, Como la sombra que se va, muestra muchos detalles de su vida, algunos vergonzosos. ¿Se muestra ahora más que cuando escribía Beatus Ille o El invierno en Lisboa?

-Yo creo que la literatura tiene que aspirar a la verdad, unas veces a través de la ficción y otras a través de la no ficción. Le pedimos a la literatura que nos enseñe cosas fundamentales de la vida. Contar con honestidad los procesos vitales que uno ha conocido y le han llevado a ser como es, como contar lo que la literatura ocupa en la vida de las personas reales, creo que tiene un valor. El título de un poema de Lorca, El poeta dice la verdad, siempre me ha parecido una especie de mandamiento.

-Observo en usted muchísimo más interés en cuestiones científicas que en la mayoría de los escritores.

-Bueno, tengo curiosidad porque cada vez me alarma más lo irracional. La belleza del conocimiento científico es tan arrebatadora como la belleza de una pintura o una gran obra literaria.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios