Elecciones

Los doce de Rajoy

  • El Congreso de Valencia en 2008 fue la clave para renovar el equipo directivo del PP que ahora aspira a liderar el cambio

DESPUÉS de perder las elecciones generales frente a Zapatero en marzo de 2008, comenzó una campaña de desgaste contra Mariano Rajoy. Ya había perdido, contra pronóstico, las elecciones de 2004, pero entonces se atribuyó a la repercusión del 11-M, además de la presencia en la guerra de Iraq; es decir, que se atribuyó más a Aznar que a Rajoy. Incluso el actual líder del PP, en 2007, admitió que lo de Iraq, tal como se planteó, fue un error.

Pero, en marzo de 2008, los medios de comunicación más afines al PP destacaban que cuando Rajoy fue secretario general de su partido en 2003, siendo presidente del Gobierno José María Aznar, el PSOE tenía 125 escaños y el 34% de los votos, mientras que cinco años después, con Zapatero en su esplendor, alcanzaron 169 escaños, con el 44% de los votos. No sólo los resultados electorales eran elocuentes del retroceso del PP, sino que además estaban las encuestas, donde Rajoy aparecía pésimamente valorado, muy por detrás del presidente del Gobierno y a veces incluso de líderes de partidos de poca monta.

La conclusión a la que se llegó era evidente: Rajoy no debía seguir. Así se proclamaba cada mañana en ciertos programas de radio. El ilustre director de un rotativo madrileño, en una conferencia que pronunció en el club Siglo XXI, dijo lo siguiente: "El día de las elecciones terminó el ciclo que comenzó en 1990, el ciclo del aznarismo, el ciclo de Aznar y del sucesor designado a dedo por Aznar". A continuación apuntó que los tres mejores candidatos para suceder a Rajoy serían Rodrigo Rato, Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre.

Hay que recordar que aquello no fue una ocurrencia de algunos distinguidos periodistas madrileños, sino una corriente de opinión de un sector del PP. Se vinculaba a este grupo con las esperanzas sucesorias de la señora Aguirre, aunque es cierto que ella mantuvo las formas, o eso se decía. Una de las cosas que más indignó a los detractores de Rajoy fue el nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz en el Congreso de los Diputados. Se la veía como una actriz secundaria encumbrada.

A pesar de todos los pesares, incluso los pesares madrileños del PP, Mariano Rajoy Brey no se fue a su casa, ni a registrar la propiedad a Santa Pola (Alicante), sino que se presentó al Congreso Extraordinario del PP, convocado en Valencia del 20 al 22 de junio de 2008. Y allí salió reelegido como presidente de su partido con el 84,2% de los votos. En las urnas había 409 papeletas en blanco. Al día siguiente se publicó en El País: "Mariano Rajoy, reelegido presidente del PP con récord de votos en blanco". En El Mundo se publicó: "Mariano Rajoy, reelegido presidente del PP pese a no tener el apoyo del 21% de los compromisarios". La guerra continuaba.

En su discurso de aquel congreso, Rajoy abogó "por un partido unido y solidario, con vocación de centro, y por cambiar no de ideas, pero sí de procedimientos para ser más atractivos y más convincentes". Al final, se conoció la lista de su nuevo equipo, que por vez primera tenía como secretaria general a una mujer, María Dolores de Cospedal. Se resaltó que Andalucía era la más beneficiada en el nuevo Comité Ejecutivo Nacional, con la inclusión de siete representantes, lo cual se atribuyó a la influencia de Javier Arenas. Madrid tenía cinco representantes, afines a Esperanza Aguirre, que aun así afirmó: "Echo en falta a muchas personas". Se refería a los ausentes, después de los 20 cambios realizados. Entre los que ya no estaban, los ex ministros Ángel Acebes, Juan Costa y Jaime Mayor Oreja, o voces críticas como la vasca María San Gil.

Además de cambiar nombres, Rajoy modificó usos y costumbres, como los maitines de los lunes. Centró las decisiones más importantes en el Comité de Dirección, que formaban, junto a Rajoy y Cospedal, los tres vicesecretarios, Javier Arenas, Ana Mato y Esteban González Pons, además de la portavoz del Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría; el del Senado, Pío García Escudero, y Alberto Ruiz-Gallardón. Eran sus personas de confianza en la dirección, junto a los coordinadores que repetían, como Jorge Moragas en Relaciones Internacionales o Ana Pastor en Participación Social; Federico Trillo, que entró en Justicia, tras renunciar Ignacio Astarloa; o Cristóbal Montoro, que pasaba a Economía, en sustitución de Miguel Arias Cañete, nombrado presidente del Comité Electoral Nacional.

Este grupo y algunos más, junto a dirigentes territoriales de reconocida fidelidad a Rajoy, fue el que afrontó la estrategia para ganar las siguientes elecciones. En general, es un grupo que se mantuvo compacto y unido en la defensa de aquel objetivo. Quizás en 2008, cuando renovaron o accedieron al poder interno en el PP, no sabían que Zapatero también contribuiría lo suyo al cambio, con la pésima gestión que hizo de la crisis.

Lo cierto es que Mariano Rajoy Brey, que fue presidente de la Diputación de Pontevedra en 1983, y que años después, en 2000, sería vicepresidente primero en el Gobierno de José María Aznar, ya empezó a ser visto de otra manera. Ya no era sólo aquel candidato derrotado en 2004 y 2008, ese desastre con barba en la valoración personal de las encuestas, sino que poco a poco incluso se le empezaba a ver como presidente. Y lo mejor para él era que cada mes se le veía más. Hasta que llegó un momento en que no había otra cosa, tal era también el desastre del otro.

Ahora, cuando ha pasado de ser objeto de todas las críticas a sujeto glorificado en las encuestas de los casi 200 escaños, Rajoy tiene la gran oportunidad de su vida para ser presidente. Nunca lo hubiera conseguido sin ese equipo que ha tenido detrás, que supo intuir con acierto después del desacierto electoral de 2008. Entre estos 12 fieles a Rajoy (y algunos más también) no sólo habrá algunos ministros sí y otros no del futuro Gobierno, sino una de las causas principales de su previsible triunfo.

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