el poliedro

Cuando las empresas se vayan de verdad

  • El cambio de sede social no tiene grandes efectos de momento, pero con el paso del tiempo podrían ser radicalesA medio plazo, la élite estaría fuera de Cataluña y la maquila, dentro

Cataluña es la gran exportadora nacional. Es la principal potencia industrial del país, y las exportaciones son en buena medida productos industriales. La composición de las exportaciones catalanas ha variado a lo largo de tres décadas de mercado común europeo de una forma que está en la base del soberanismo pesetero -pesetas, y los demás galletas; no pocas, galletas propagandísticas-: mientras que el resto de España era el destino de dos terceras partes de sus ventas afuera y Europa era el destino de casi la totalidad del tercio restante, en la actualidad las proporciones se han invertido. España no les roba, es que no le es tan vital comercialmente. Ahora el independentismo ha provocado que también Cataluña sea la gran exportadora de compañías mercantiles al exterior, en concreto a otras regiones de España, con Madrid como primera beneficiada, lo cual debe producir un enorme dolor a quienes tienen a la capital como fuente de casi todos sus males, los objetivos y los fantasiosos, junto con los que les infligen los bandoleros meridionales. Más de 2.000 empresas se han fugado de Cataluña, para solaz y timbrazo de caja de notarios y registradores. Porque, de momento, poco más hay, seamos objetivos. Ésas empresas no se han ido: sólo un poquito.

Este hecho ha sido entendido de forma muy simplificada en el resto del país, en el que, con el procés, hemos pasado de la sorpresa al estado catatónico y de ahí al hartazgo y a la indignación y vuelta a empezar. Decir que esa cantidad de empresas se han ido de Cataluña es, ya decimos, simplificar: "Ea, que se jodan estos egoístas; Sabadell y Caixa ya no son bancos catalanes, Catalana Occidente es ya una aseguradora española sin más, Abertis es madrileña". Pues sí, algo debe joder el éxodo en curso, pero de momento y en la inmensa mayoría de los casos el cambio es meramente de sede social, y no fiscal, y aún menos productiva. Las compañías, cotizadas o no, grandes o medianas, se han deslocalizado de una manera formal, buscando emitir un mensaje de seguridad a sus inversores, clientes, financiadores o proveedores. El principal impuesto que pagan las sociedades mercantiles es el de Sociedades, y su recaudación en nada cambia con un cambio de sede social, e incluso fiscal, dado que es un tributo estatal. Tampoco afecta a clientes o depositantes, aunque sí, de forma muy menor generará algunos ingresos locales a las nuevas sedes. Se busca con un mero trámite ante el registrador mercantil aparentar tranquilidad. Los cuarteles generales no se han movido salvo testimonialmente, y las fábricas no se mueven de un día para otro, si es que se quisieran mover.

La deriva de este trasiego empresarial, tan nocivo y evitable, puede tener un calado muy importante a medio plazo. Si el cambio de sede social se ve acompañado con el tiempo de una traslado de la alta dirección de las compañías, hablamos de otra cosa. Por ejemplo, de que en Cataluña se mantendrían las sedes productivas y manufactureras -por ejemplo de Seat en Martorel,y allí vivirían sus obreros y capataces y jefes de fábrica, y en Madrid, Valencia o Málaga vivirían los del cuello blanco estratégico, la alta dirección, los buenos zapatos pisando moquetas de merino. Y en esas sedes sociales -ya de verdad de la buena- querrían tener buenos servicios, colegios y universidades de postín, buenos concesionarios de coches, excelentes urbanizaciones, una oferta cultural y gastronómica a la altura de sueldos por encima de 100.000. En ese caso, no tan hipotético, Cataluña, ay, quedaría como una región de maquilas de postín, un distrito industrial y obrero, el sitio que ejecutaría las estrategias creativas que se les dicta en otros sitios. En España.

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