Economía

El 'annus horribilis' de la banca de inversión

  • El catastrófico 2008 concluye sin despejar la incertidumbre sobre el futuro tras la crisis de las 'subprime' o el batacazo de firmas como Lehman Brothers.

El final de 2008 supone el cierre del ejercicio que ha vivido el ocaso del modelo de banca de inversión que durante años había representado el poderío de Wall Street, pero que no logró resistir al aluvión de adversidades que se sucedieron desde que en el verano de 2007 estallaran las turbulencias 'subprime' y se desencadenara una crisis de confianza y aversión al riesgo sin precedentes en los mercados que 'secó' las líneas de financiación, provocando la desaparición de algunos de sus principales actores, como Lehman Brothers y Bearn Stearns, forzando a los escasos supervivientes a cambiar de modelo.

De nada le sirvió a Bear Stearns, el más pequeño entre los colosos de Wall Street, la sustitución de su consejero delegado, James Cayne, por Alan Schwartz cuando 2008 apenas había comenzado en respuesta a las primeras pérdidas trimestrales de la historia de la entidad, que había registrado números rojos de 859 millones de dólares (605 millones de euros) en el cuarto trimestre del ejercicio 2007.

De hecho, estas pérdidas serían las primeras y las últimas en los 65 años de historia de la firma de inversión, puesto que el 14 de marzo la Reserva Federal (Fed) y el banco JP Morgan se vieron forzados a diseñar un plan de emergencia para rescatar a Bear Stearns ante el deterioro de su posición de liquidez y el riesgo de bancarrota. 

Apenas tres días después, JP Morgan, con ayuda de la Fed, compraba Bear Stearns a un precio de 2 dólares (1,41 euros) por acción, lo que valoraba la entidad en cerca de 236 millones de dólares (167 millones de euros), aunque una semana después accedió a elevar su oferta hasta 10 dólares por acción (7 euros) para acallar las críticas de los accionistas de Bear Stearns, que vieron esfumarse prácticamente todo el patrimonio invertido en la entidad.

La caída de Bear Stearns abrió la espita para las especulaciones del mercado respecto a cuándo se produciría la siguiente víctima, puesto que los inversores no tenían duda en señalar quién sería el siguiente, ya que todos apuntaban a Lehman Brothers, el banco de inversión con mayor exposición a productos estructurados entre sus competidores, que perdió más de un 30% de su valor en Bolsa en la sesión del 17 de marzo.

No obstante, la tensa espera y la incertidumbre sobre el sector se alargaría aún unos meses, e incluso surgieron voces como la del secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, y el presidente de la Fed, Ben Bernanke, que aventuraban en mayo que lo peor de la crisis había pasado ya y que los mercados experimentaban una cierta mejoría.

Sin embargo, el propio mercado se encargaría a los pocos meses de desautorizar a los máximos responsables económicos de la primera potencia mundial, puesto que las amortizaciones multimillonarias de activos continuaban, a la par que las restricciones de liquidez eran cada vez más agudas.

De hecho, el ex presidente de la Fed Alan Greenspan, que a lo largo de los últimos doce meses ha pasado de héroe a villano de los mercados, auguraba en agosto que habría nuevos rescates por parte de los gobiernos después de que EEUU optara por poner a las dos principales agencias de garantía hipotecaria, Fannie Mae y Freddie Mac, bajo la tutela del Gobierno.

Las autoridades dejan caer a Lehman y desatan el pánico

Tras meses de especulaciones, el pasado 15 de septiembre Lehman Brothers se declaraba en bancarrota provocando un 'estado de excepción' financiero en el que reguladores, gobiernos e instituciones internacionales anunciaron su voluntad de refundar las bases del sistema financiero global.

Además, el mismo día se hizo oficial el acuerdo por el que Bank of America adquiría el tercer mayor banco de inversión de EEUU, Merrill Lynch, mediante un intercambio de acciones en una operación valorada en 50.000 millones de dólares (35.300 millones de euros), certificando la defunción del modelo de banca de inversión de Wall Street, puesto que los dos únicos supervivientes, Morgan Stanley y Goldman Sachs, muy tocados por la crisis de liquidez y el violento desapalancamiento experimentado por los mercados, acordaron transformarse en bancos comerciales.

Asimismo, AIG, la mayor aseguradora del mundo, se veía forzada a recurrir a las autoridades para evitar su colapso y lograba evitar la quiebra gracias a un préstamo de emergencia de la Reserva Federal estadounidense, mientras que en Reino Unido, Lloyds TSB tenía que rescatar al banco hipotecario HBOS ante el riesgo de bancarrota de la entidad.

De este modo, el pánico de los inversores y las repercusiones de la caída de Lehman en los balances de diversas entidades de todo el mundo provocaron la sucesión de rescates públicos de bancos en ambas orillas del Atlántico, puesto que Bélgica, Luxemburgo y Holanda se vieron forzados a rescatar a Fortis, al que posteriormente se sumaría Dexia, así como ING, mientras Alemania tuvo que acudir en ayuda de Hypo Real State, y Reino Unido, tras la experiencia de la quiebra de Northern Rock en 2007, nacionalizó Bradford & Bingley y ofreció un plan de recapitalización a las principales entidades del país.

Planes de rescate y planes para refundar el sistema

La onda expansiva causada por el colapso de Lehman Brothers llevó a las autoridades a proponer la adopción de medidas excepcionales, entre la que destacaba el plan de rescate de 700.000 millones de dólares propuesto por el secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, que inicialmente estaba dirigido a la compra de activos tóxicos a los bancos, pero que finalmente, tras su aprobación el 3 de octubre, fue enfocado primordialmente a recapitalizar los balances de los bancos del país.

De hecho, la transformación del plan Paulson se vio influenciada por el rescate bancario diseñado por el primer ministro británico, Gordon Brown, quien apostó por proporcionar a las entidades fondos y avales a cambio de participaciones en las mismas, lo que supone en la práctica la 'seminacionalización' de bancos como RBS, Lloyds TSB y HBOS.

Por otro lado, la incertidumbre financiera se contagió rápidamente a los particulares que dudaban sobre la seguridad de sus depósitos en bancos y cajas. A este respecto, Irlanda 'abrió las hostilidades' el 30 de septiembre al anunciar unilateralmente la garantía por dos años del 100% de los depósitos bancarios de los seis grandes bancos del país, provocando una 'carrera' entre el resto de miembros de la UE para elevar sus garantías a los ahorradores que finalmente desembocó en un pacto en el seno de la UE para asegurar un máximo de 100.000 euros.

El contagio de la crisis financiera a la economía real y a prácticamente todo el mundo dejó clara la necesidad de dar una respuesta coordinada y global a la crisis, lo que motivó una cumbre extraordinaria de los líderes del G-20, a los que se sumó España, el pasado 15 de noviembre en Washington.

Los líderes reunidos en Washington acordaron un plan de acción para hacer frente a la crisis económica y financiera que incluye la adopción a escala nacional de medidas de estímulo fiscal y la puesta en marcha de colegios de supervisores para controlar a los bancos más importantes del mundo, y pactaron que estas medidas deberían ponerse en marcha antes del 31 de marzo de 2009.

No obstante, la debilidad de la posición del presidente de EEUU, George Bush, que apura sus últimos días en la Casa Blanca antes de la toma de posesión de Barack Obama el próximo 20 de enero, así como las diferencias entre los países a la hora de aplicar medidas de estímulo fiscal, han provocado que la puesta en marcha de estos acuerdos haya dejado "bastante que desear", según han reconocido el director gerente del FMI, Dominique Staruss-Kahn, así como el director de la OMC, Pascal Lamy, quien finalmente no puedo convocar un encuentro para desbloquear la Ronda de Doha antes de final de año, tal y como preveían los acuerdos del G-20.

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