Economía

Doha: ahora o quién sabe cuándo

  • Los ministros de 35 países se citan desde hoy en Ginebra para desbloquear el diálogo sobre la liberalización del comercio agrícola, otra batalla entre naciones ricas y pobres

Ahora o nunca. Ésa parece ser la única coincidencia que comparten los ministros de los 35 países que desde hoy, y presumiblemente hasta finales de semana, se verán las caras en Ginebra convocados por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Objetivo: salvar la Ronda de Doha, la negociación emprendida en el ya lejano 2001 en la capital qatarí con el quimérico objetivo de liberalizar el comercio agrícola mundial. Siete años después, el acuerdo que debía estimular la economía global y aliviar la pobreza sigue en vía muerta, bloqueado por los sucesivos desacuerdos sobre los subsidios agrícolas y los aranceles a las importaciones. Es decir, por el enfrentamiento entre potencias mundiales y países emergentes, pero también entre estos últimos.

El conflicto no es nuevo, ni tampoco de fácil resolución: los países en desarrollo tratan de obtener un acceso libre de obstáculos para que sus producciones agrícolas circulen por los mercados sin restricciones. Eso significaría que las grandes economías deberían eliminar o reducir, en forma significativa, la protección que dan a su agricultura (subsidios a los agricultores o la exportacion). Éstos, a cambio, piden más acceso a los mercados industriales locales.

Todo indica que ha llegado el momento de la verdad en las negociaciones, atrapadas desde hace años -debían haber concluido en 2004- en una inercia de parálisis desde el fracaso de la Conferencia de Cancún de 2003, cuando los países emergentes se unieron en torno al G-20 (impulsado por Brasil, la India, Pakistán, China o Nigeria) y se negaron a aceptar la doctrina de los grandes.

Estos años sólo han aclarado lo sumamente difícil y complejo que resulta conjugar intereses tan dispares como los de los países industrializados y en desarrollo. La crisis alimentaria agudiza las sensibilidades en las ya delicadas negociaciones agrícolas que, junto a las vinculadas a la liberalización de los mercados industriales y de servicios, forman el corazón de la Ronda de Doha, aunque el paquete que se negocia incluya en realidad una veintena de áreas. El problema es que estas negociaciones están sometidas a un problemático principio: todo o nada. Es decir, o un acuerdo global o fracaso.

Los mensajes previos hacen muy difícil saber cuál será la duración de la reunión, prevista inicialmente para toda la semana, y más aún pronosticar su resultado. La UE advirtió ayer, por boca del propio presidente de la Comisión, Jose Manuel Durao Barroso, que los 27 ya han cedido "lo máximo".

Los países en desarrollo piden a la UE y a EEUU que reduzcan sus millonarias subvenciones a la agricultura y abran los mercados, a lo que los europeos han cedido, pero defendiendo la necesidad de mantener protegidos ciertos productos "sensibles". Washington, por ejemplo, no elimina las ayudas al algodón, un lastre para la competencia de africanos y asiáticos.

Y en el centro del debate, los países en desarrollo, también divididos. Todos son partidarios de eliminar barreras a la producción agraria, pero con diferencias: mientras Brasil está dispuesto a una mayor liberalización, otros como la India temen por sus cultivadores más desfavorecidos. Y otra fruta de la discordia son los productos tropicales, sobre todo el banano, cuya circulación libre piden los latinoamericanos. Los africanos recelan porque ya tienen un trato preferente de entrada en la UE que podrían perder. Lo dicho, un laberinto.

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