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"Éstas son las reglas del juego"

  • Paco asegura que no ve "al Córdoba sufriendo" al final · Se emocionó al recordar la despedida en el vestuario

Quien esperara una comparecencia agria, una autodefensa ciega o un expendedor de reproches, se quedó con las ganas. Paco Jémez cerró su etapa en el Córdoba con tanto estilo como sus trajes de Dolce Gabanna, sin perder nunca el aire digno de quienes salen por la puerta con la certeza de haberlo dado todo , sin el mal gusto o la pobreza moral de maldecir a quienes le dieron la oportunidad de ingresar en el gremio de los entrenadores. Y sí, Paco lo dio todo, como en las vísperas había resaltado Emilio Vega, su gran valedor. Aunque, a menudo, todo no sea suficiente. Y en fútbol, menos. Y en el Córdoba... ya se ha visto.

"Aquí no ha habido una situación para decir que estamos últimos o en puestos de descenso. No voy a valorar el cese, pero encontrar una razón es complicado. El club ha buscado un revulsivo, algo distinto para subir puestos", dijo Jémez con la misma honestidad brutal con la que confesó sus errores. "Me he equivocado muchísimo", apuntó, al tiempo que se señalaba como culpable de la situación. "Ni el presidente, ni Emilio, ni los jugadores. La culpa es mía". En el intento de hurgar en las razones del adiós, Paco Jemez quiso zanjar pronto la cuestión "porque no tiene sentido ya". Simplemente, el ex internacional cordobés resumió que "las reglas del juego son éstas y hay que aceptarlas así cuando uno entra en esta profesión". En cualquier caso, desveló que en una conversación con Rafael Campanero se habló de que "han ocurrido cosas muy raras". Y, entre ellas, la cadena de resultados en El Arcángel, de donde se han escapado partidos que estaban ya en la mano. "Hemos tenido que pasar por asuntos durísimos, que a cualquier otro equipo lo hubieran dejado hundido, por detrás del último", relató. Toda esa serie de desdichas confirma, a juicio de Paco, que el Córdoba "es un equipo duro, muy duro", por lo que no les ve "sufriendo al final".

Al técnico del Zumbacón se le notó aliviado, como si se hubiera quitado un peso de encima. "Ahora entiendo por qué se toman (los entrenadores) años sabáticos. Esto desgasta mucho, hay una presión brutal. Si eres consecuente siempre hay muchos frentes abiertos y es muy duro el día a día. Pero lo que no mata, engorda. Esto curte", declaró el cordobés tras el abrupto fin de su primera experiencia en un banquillo profesional. "Me llevo mucho más de lo que he dejado. A nadie le gusta que lo cesen, pero me he dado cuenta de que hay muchas cosas más importantes", apuntó en su despedida. "Espero que éste sea el inicio de un largo camino como entrenador", dijo, al tiempo que se permitió quebrar su habitual gesto pétreo para bromear con su situación. "Aprovecho el momento para decir que estoy en paro. Si hay algún club que esté un poco flojo, ya sabe dónde me tiene", soltó con una sonrisa. Y tras el chiste, la emoción.

Paco relató el momento de la despedida en la caseta. "He pasado un momento bonito y a la vez un mal rato, pero también he visto caras que no las había visto nunca. Eso es lo mejor que puede llevarse un entrenador", indicó con un gesto que resultaba más conmovedor por lo inusual, como aquella recordada escena de Los puentes de Madison en la que al duro Clint Eastwood le asaltaban las lágrimas en un instante de máximo voltaje emocional. Paco no llegó a tanto, pero enseñó con naturalidad la herida aún sangrante de su forzado adiós a "un grupo humano muy bueno". Por eso, dijo que José González "es un tío afortunado", al que está dispuesto a brindarle "toda la ayuda que necesite, aquí o por teléfono", ya que "aunque no tengo referencias, estoy seguro de que es un gran entrenador porque Emilio sólo trae aquí a grandes entrenadores". Fue una concesión más a la ironía en una conferencia que concluyó con una declaración de cordobesismo. "Lo soy y lo seré siempre. ¿Una segunda etapa? Otros la tuvieron. Si hace falta vengo para pintar las rayas del campo o repartir almohadillas". Al Córdoba llegó un meritorio. Se va un entrenador.

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