Sevilla atlético-córdoba · la crónica

Lo mejor, la banda sonora

  • Los blanquiverdes dilapidaron su renta en una segunda parte pésima, en la que los sevillistas remontaron con un gol postrero (1-2) · La afición dio otra lección

Cuando uno se ve obligado, por piedad o por pudor, a colocar un cumplido a una película infumable, es frecuente que se aferre a un recurso de manual. "Gran banda sonora", dice. Y así cumple el trámite. Precisamente eso es lo mejor que puede decirse del encuentro que ayer protagonizó el Córdoba en el Pizjuán. El espectáculo estuvo en la escenografía, en un ambiente sublime provocado por un éxodo al coliseo de Nervión de casi tres mil aficionados, ansiosos por comprobar si el equipo de Paco Jémez había realmente resucitado o si, en realidad, es sólo un muerto mal enterrado. Y ni lo uno ni lo otro. Lo peor del Córdoba actual es que, al margen de actuaciones más o menos afortunadas -la de ayer entra en el saco de las segundas-, se ha transformado en una escuadra poco fiable. Igual se abona a la épica que toca el terreno de la tragicomedia con idéntica pericia, creyéndose el papel hasta mutarse en su propio personaje. Ante el Málaga se sintió un gigante y tiró de orgullo para noquear con diez a todo un líder. Siete días después, bajo la lluvia sevillana, quedó empequeñecido en un partido raro y frustrante. El Córdoba cometió una pifia de difícil digestión, sobre todo porque perdió en el peor momento, ante el peor adversario y de la peor manera. El torpedo de Alfaro en el último minuto del partido derribó a un equipo que ya andaba dando tumbos desde hacía demasiado tiempo, bailando al ritmo de un Sevilla mejor.

Se ha convertido este Córdoba en un equipo impredecible, tanto en sus entrañas como en su aspecto exterior, en una formación en periodo de locura más o menos consciente que lo mismo arma una revolución y renueva los pilares del bloque que compone, sin aparente esfuerzo, nuevas armas para subsistir en una Liga cruel. Paco Jémez lo ve ahora mucho más claro. No es lucidez, sino experiencia. La Segunda curte, aunque sea sólo en seis meses. En tiempos duros, tipos duros. Adiós a los encajes y estampados. Traje de pana, ceño fruncido y solidaridad. Del deber a la perfección, que en el caso de los blanquiverdes es sinónimo de volver a casa con algo en la maleta. Una parte o todo. Ayer no ocurrió porque el Córdoba se empeñó en tirar lo que tenía en las manos en una segunda parte pésima, en la que sus expectativas de éxito se fueron diluyendo en proporción directa a las fuerzas de los jugadores. Las muestras de impotencia física se retrataron con mayor crudeza por comparación con las de los jóvenes sevillistas, cuya pujanza se mantuvo hasta que Teixeira Vitienes decretó el final de un duelo que por entonces había derivado por derroteros barriobajeros, con zarpazos malintencionados, miradas torvas y rechifla en el graderío hacia los sufridores cordobesistas, que recogían sus estandartes con la sensación de haber sido víctimas de un timo.

Decir que se va a un campo a ganar es una declaración de intenciones hueca, una perogrullada. Demostrarlo es otra cosa. Paco Jémez no se guardó nada y presentó en el Pizjuán al once que había anunciado en las vísperas. Ofensivo, según lo calificó el del Zumbacón. Luego, sobre el terreno, los blanquiverdes no fueron precisamente una avalancha. Quien esperara ver a un grupo desmelenado, un catálogo de subidas impetuosas por todos los flancos y un festival de remates se quedó con las ganas. No se trataba de eso. Jugar a a ganar también es ser avispado, rentabilizar el esfuerzo y sacar partido de lo que uno tiene y le falta al adversario. Madurez, en este caso. Los jóvenes talentos del Sevilla siempre se habían estrellado ante el Córdoba, que les tenía tomada la medida por encima de categorías, jugadores y circunstancias. Los cachorros de Nervión no mordían a los blanquiverdes desde hace años. Pero ayer su dentellada, a última hora, fue mortal.

El Córdoba ya llevaba muchos minutos enseñando el cuello, especialmente tras el intermedio. Antes, los de Jémez se comportaron con algo más que decencia. Hubo más llegadas que ocasiones, sí, pero también disciplina en una defensa -notables los centrales Pierini y Pablo Ruiz, ex sevillista hipermotivado- que encontraba su único lunar en el flanco diestro, donde Diego Reyes era fácilmente desbordable.

Con Katxorro en el doble pivote junto a un Endika errático, el Córdoba adquirió más criterio en la distribución de un balón que, en el arranque, estuvo más en posesión de un Sevilla dinámico, pero inocente. Alfaro se dejó ver en un par de disparos en los minutos 12 y 13. En el primero se vio favorecido por una pifia de Endika, que regaló la pelota en una zona peligrosa; en el segundo, ensayó desde lejos con un toque envenenado que salió alto. Pero tras las apariciones sevillistas, llegó el fogonazo de Arthuro. Un futbolista extraño el brasileño, que lo mismo se muestra inhibido que le da por trazar una jugada prodigiosa. La que protagonizó al filo del cuarto de hora lo fue, más por las consecuencias que por la ejecución. El espigado ariete se encontró con un balón rechazado por Jonathan, que iba al corte, y enfiló una carrera a trompicones hacia Javi Varas en pleno desconcierto general porque el juez de línea había levantado su banderín. Arthuro, por si acaso, progresó y batió al meta local. Y Teixeira Vitienes dio validez al gol, provocando una estampida de sevillistas hacia la zona en la que el juez de banda, desacreditado por su superior, trataba de espantar a los vociferantes jugadores locales. El tumulto se disipó y empezó otro partido. El Córdoba ya tenía lo que buscaba. Había cumplido la primera parte de su cometido. Pudo haber ajusticiado al Sevilla con un remate de Pablo Ruiz de cabeza que salió cerca de la escuadra y, a la media hora, con un centro de Juanlu al que Asen no llegó.

El Córdoba sabe que no necesita hacer partidos perfectos para ganar. Puede solapar sus carencias con el estilo aguerrido que tantos réditos le reportó en ocasiones anteriores. Con orden y fuerza se cierran los caminos hacia el hogar de Julio Iglesias. Pero ambas cualidades se fueron perdiendo. Los blanquiverdes dominaban el marcador, pero sacaron a subasta su ventaja de un modo lastimoso. Ayer, su deterioro fue palpable en un segundo tiempo descorazonador. Armenteros avisó con un trallazo tras el descanso y el Sevilla se fue con todo hacia arriba, mientras el Córdoba reculaba sin miramientos.

Paco trató de acorazar el mediocampo con la entrada de Acciari por Arthuro, que se retiró tocado. Pablo Sánchez marcó el empate y elevó el ímpetu de los de Fermín Galeote, que gobernaban el partido con solvencia. El Córdoba, al que el balón no le duraba en los pies ni cinco segundos, tuvo su gran ocasión a falta de tres minutos, en un centro de Katxorro que Endika remató fuera con la derecha. Poco después, Alfaro llevó el delirio a Nervión y apagó la luz al Córdoba.

Ficha técnica:

Sevilla Atlético: Varas; Óscar, David Prieto, Lolo, Casado; Pablo Sánchez (Víctor Díaz, 75'), Jonathan, Víctor, Perotti (Juan Pablo, 59'); Armenteros (Gallardo, 87') y Juanjo.

Córdoba CF: Julio Iglesias; Dani, Pierini, Pablo Ruiz, Diego Reyes; Cristian Álvarez, Endika, Katxorro, Juanlu; Asen (Pineda, 84') y Arthuro (Acciari, 61').

Goles: 0-1(14') Arthuro. 1-1 (68') Pablo Sánchez. 2-1, (89') Alfaro.

Árbitro: Teixeria Vitienes (Colegio cántabro). Expulsó a Juanlu (92'). Amonestó a los sevillistas Óscar y Casado, así como a los cordobesistas Katxorro, Arthuro, Cristian Álvarez, Diego Reyes y Endika.

Incidencias: Partido de la vigésimoquinta jornada de la Liga BBVA, disputado en el Sánchea Pizjuán ante unos 8.000 espectadores, con cerca de tres mil blanquiverdes en la grada.

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