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Un lugar para soñar, un lugar para despertar

La Córdoba blanquiverde venera un pequeño recinto donde ha conseguido mucho, pero sin haber vencido jamás. En El Alcoraz de Huesca, el 24 de junio de 2007, subió su equipo en la primera ocasión en la que la historia le acercaba hasta la ciudad altoaragonesa.

En la ida de aquella eliminatoria definitiva por el ascenso, los de Escalante habían cosechado un 2-0 (goles de Pierini y Guzmán) que encarrilaba el logro final. Toda la semana previa a el envite de vuelta la información había gravitado sobre el mal trato dispensado a la afición cordobesista por la directiva oscense y, finalmente, sólo fueron ofrecidas 175 entradas para los seguidores blanquiverdes.

Sin embargo, desde primeras horas de aquel inolvidable domingo se sintió que el número de visitantes sería mayor (de ahí el famoso cántico del Ven y cuéntanos). A la hora del duelo no cabía un alfiler en el estadio altoaragonés.

La expectación se sentía por igual a 797 kilómetros. Un abarrotado Palacio de Vista Alegre seguía el duelo a través de una pantalla gigante colocada al efecto. Toda la ciudad contenía el aliento, porque sólo una pifia podía abortar la celebración.

El Huesca empezó mejor. Rangel avisó de cabeza e igualmente con la testa marcó el 1-0 Camacho (quien aún sigue ahí). Fueron 22 minutos de sufrimiento hasta que Sorribas tuvo que hacer de circunstancial portero para salvar un gol cantado y Sánchez Maroto pitó el correspondiente penalti.

Dani, con suspense, marcó y el fondo forastero de El Alcoraz se sumió en un orgasmo del que ya no saldría en todo el segundo tiempo. Tras la reanudación, y con el Huesca lanzado en pos de una milagrosa remontada, el Córdoba pudo haber ganado el partido cómodamente. Arteaga lanzó un disparo al palo e incluso hubo un postrero penalti que Rubén Falcón atajó bien. Se acabó el partido sobre el campo, pero no la fiesta. Casi desde antes de que el colegiado decretara el final del encuentro ya había cordobesistas sobre el verde. La algarabía se trasladó hasta los vestuarios. Confundidos en ellos, la entonces alcaldesa Rosa Aguilar se daba una ducha al mismo tiempo que El Litri se aferraba a su arcangélico talismán particular. Ahí comenzó el sueño en esta estación de paso (terminal para el Córdoba desde hace demasiado tiempo) que es la Segunda división.

Como quiera que el Huesca subiera un año después al vencer al Écija, se han debido ver las caras en otras dos ocasiones en esta categoría de plata. En la primera de ellas, hace dos años, la moneda fue devuelta con un 3-1 inexcusable (Roberto y Rubén Castro, dos, para los oscenses y Pierini para los cordobesistas) que ponía los pies en la tierra a los pupilos de José González. Ese plantel aspiraba en esa jornada (la décima) a meterse en la zona más noble de la categoría, pero a partir de ese momento comenzó una decadencia que condujo a la mediocridad (pasando por el despido del técnico, claro). El año pasado, en la jornada 31 (el partido de mañana supondrá el 32 de este año), el Córdoba sacó un punto en un duelo aburridísimo que frenó un tanto una buena dinámica de dos partidos seguidos ganando. Exactamente la misma racha que acumula el Córdoba en este preciso instante.

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