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El fútbol entra en campaña

  • Los partidos políticos aprovecharon el choque para difundir su mensaje electoral mientras que el Córdoba, indeciso y dubitativo, elegía el enésimo viaje al centro

Lo que nos faltaba. La campaña electoral llegó ayer a El Arcángel acabando con uno de los pocos reductos que parecían inaccesibles al tostón que espera hasta el 9 de marzo. Un escenario con más de 10.000 personas con las emociones a flor de piel es un caramelo demasiado apetitoso para la fauna política, que se adueñó de los aledaños del estadio repartiendo propaganda a diestro y siniestro.

Parecía uno de esos clásicos paseos electorales, en los que el político de turno luce la mejor de sus sonrisas mientras aguanta el tipo rodeado de besuconas amas de casa. Después viene la típica foto detrás del mostrador de la pescadería, con ese mandil que le sienta como a un cristo dos pistolas y un tufo a electoralismo que echa para atrás. Ayer, El Arcángel se convirtió en ese mercado de barrio en el que algunos no ven más que un caladero de votos.

Izquierda Unida y la Coalición Andalucista no perdieron la oportunidad. Rosa Candelario, José Manuel Mariscal y Manuel López Calvo -¿el pañuelo palestino es un complemento o una parte más de su anatomía?- llevaban el peso por los primeros, sembrando de folletos los accesos a la puerta uno, mientras que los andalucistas trataban de contagiar su pegadizo eslogan del Yo voy. Entre unos y otros, más el periódico del club, los aficionados se quedaron sin manos antes de alcanzar la grada. Los más perjudicados fueron los voluntarios de la Asociación Andaluza de Donantes, a los que más de uno confundió con militantes de algún otro frente. Y eso que ellos son los que lo tienen más claro: su partido político es el que salva vidas.

¿Y el PP? Sin rastro de palomas, aunque tenían un infiltrado. Quiso la casualidad que uno de los cuatro socios homenajeados por el club en los prolegómenos fuera... Ricardo Rojas. El secretario general del grupo popular en el Ayuntamiento es todo un personaje, un animal mediático que sabe explotar al máximo cada segundo de protagonismo. Sus emocionados besos a la insignia del club reflejaban el amor a unos colores -es cordobesista hasta las cachas, eso no se le puede echar en cara-, pero en estos días, todo gesto tiene un halo de sospecha.

Y todo ello en El Arcángel, el vivo ejemplo de cómo disputas políticas y faltas de acuerdo entre instituciones pueden paralizar la vida cotidiana de las personas. En un estadio cuyo palco es una hoguera de las vanidades, uno de los escaparates más deseados para la clase política, lo de ayer no dejaba de ser habitual.

Y es que hasta Valdano, en sus delirios pseudo filosóficos, dijo un día que el fútbol también entiende de ideologías. Dicen que el juego de brega, el de los centrocampistas trotones y los sacrificados centrales es de izquierdas, en de la clase trabajadora. Para la derecha queda el toque, el estilismo, el tiki taka, el pasecito aséptico de Guti, impoluto, sin sudor y sin un gesto forzado con el que alterar su perfecta melena.

Y entonces, ¿de qué es el Córdoba? A estas alturas de liga, ni él lo sabe, y eso es quizás lo peor que se puede decir. Delante del armario, los blanquiverdes no saben si ponerse el mono o plantarse el esmoquin, y en la duda acaban por desnudarse ante equipos que sí saben a lo que juegan, que no tienen dudas a la hora de responder a las encuestas. En los sondeos sí cuentan, pero en el fútbol los indecisos acaban palmando.

Ni fu ni fa, ni chicha ni limoná, ni derechas ni izquierdas. Otro empate, el resultado neutro, un peligroso viaje al centro que no lleva a ninguna parte en una sociedad cada día más bipolarizada: los buenos y los malos, los currantes y los empresarios, los triunfadores y los perdedores.

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