Celta - Córdoba

Esto es un escándalo (1-0)

  • La vergonzosa actución de Teixeira, que birló un claro penalti al CCF, marca un pésimo duelo en Balaídos. Los blanquiverdes, desconocidos, sólo se parecieron a sí mismos en el tramo final.

"Escándalo, es un escándalo..." canta Raphael cada vez que se sube a un escenario, cuando tira de uno de esos grandes éxitos que lo mantienen en el candelero aún. Pues bien, al linarense le ha salido un serio competidor que no tiene que organizarse giras para dar el espectáculo, pues cada quince días le regalan una oportunidad de mostrar todas sus virtudes por los campos de España. José Antonio Teixeira Vitienes, como su hermano Fernando, es claramente reconocido como uno de los peores árbitros de la Liga, y raro es aquel equipo que no ha tenido ya una con él. El último en sumarse a la nómina de víctimas es el Córdoba, al que ayer en Balaídos le escamoteó un penalti de libro que pudo haber servido de bálsamo para el pésimo encuentro de un conjunto blanquiverde irreconocible y lejos de su mejor nivel ante un gran Celta. El problema ya no está en que viera o no la infracción de Planas sobre Rossi, que pilló a escasos cinco metros de su asistente, sino que montó un cirio de tres pares de narices en el que se desdijo hasta dos veces por la presión de los futbolistas para al final terminar equivocándose. Un show lamentable que debería llevarlo a la nevera un tiempecito y que reafirma el penoso nivel del arbitraje en España.

Aunque la jugada en sí da para escribir un libro, lo cierto es que no debiera servir para esconder que el Córdoba anduvo lejos del nivel exhibido de un tiempo a esta parte. Estaba claro que el partido de Balaídos tenía trampa, y la mayor dificultad estaba en no caer en ella. La nube en la que se instaló el cordobesismo -equipo y afición- tras la actuación ante el Real Madrid se convertía ahora en un ingrediente difícil de digerir por la falta de costumbre. Y aunque el arranque no pudo ser mejor, con una espuela del debutante Heldon -única novedad en el once, forzada por la baja por sanción de Fede Cartabia- que repelió como pudo Sergio Álvarez, el resto del primer acto fue de lo peor que se le ha podido ver al Córdoba de Djukic desde su llegada. Incapaz de romper las conexiones ofensivas del Celta, con el centro del campo perdido, llegando tarde a todos los balones, con el regreso de los viejos problemas en los laterales y aguantando no más de unos segundos la posesión, el vendaval celeste fue continuo. Menos mal que Juan Carlos, tras dos primeros sustos iniciales -uno al no saltar a por una pelota aérea en el área pequeña y luego al tirarse al suelo con aparentes molestias físicas- se erigió en protagonista para mantener el marcador inicial hasta el intermedio.

El Córdoba, como si recordara al de tiempos pasados que más vale dejar guardados en el baúl de los recuerdos, sufría con cada balón al costado. Gunino era una marioneta en manos de Nolito y Edimar, tres cuartos de lo mismo con el joven Santi Mina. El campo estaba volcado hacia la portería de Juan Carlos, porque el balón duraba un suspiro. Parecía que había más jugadores celtiñas que blanquiverdes sobre el césped, pero en verdad lo que había era una diferencia de intensidad brutal. Sin saber qué hacer con la pelota y con las vías para montar contras cerradas, la apuesta con cuatro atacantes resultaba baldía y convertía al centro del campo en una diana sobre la que la movilidad del frente ofensivo local martilleaba continuamente. Mina, una de las apuestas de Berizzo para tratar de soltarse de la soga que le apretaba, acarició el primero al ganar la espalda a Edimar, antes de que Larrivey, el propio canterano o Fontás volvieran a poner a prueba la serenidad del cancerbero cordobesista.

Del CCF no había señales de mediocampo hacia arriba. Acaso una internada de Heldon por la derecha que Florin llevó a la red tras cometer falta sobre Sergio Álvarez, pero poco más. El Celta era dueño y señor del partido y como en el fútbol no existe la posibilidad, como en el baloncesto, de parar el choque con un tiempo muerto, tocaba apretarse los machos y seguir sufriendo con el único objetivo de mantenerse en pie. Unos problemas físicos de Juan Carlos y Pantic, que obligaron a las asistencias a entrar en el terreno de juego, pararon el aluvión local, aunque sólo un latigazo de Bebé desde lejos volvió a inquietar a Sergio en un primer periodo para olvidar. Gunino, siempre perdedor en las batallas con Nolito, cometió un claro penalti que la vista de Teixeira no captó antes de que Juan Carlos volviera a vestirse de héroe para detener un cabezazo a quemarropa de Larrivey y otro mano a mano con el argentino ya en el alargue de una primera mitad en la que lo único salvable era el resultado. Y eso, precisamente, era lo que hacía albergar esperanzas para la continuación, pues peor era difícil entender un partido y más ocasiones era casi imposible que tuviera su enemigo.

Djukic trató de cambiar el decorado reforzando el centro del campo con Abel Gómez. El capitán aportó más temple y, de salida, el ritmo del encuentro al menos se ralentizó. El Celta tocaba ahora más lejos del área porque el Córdoba estaba mejor posicionado, los espacios ya se habían reducido y parecía que lo peor había pasado. Pero nada más lejos de la realidad. De nuevo espoleado por el juego por fuera de Santi Mina y Nolito, el cuadro celtiña se reactivó. Y lo hizo a lo grande, cuando conectaron un Orellana menos participativo por dentro y el propio Nolito. A la primera, el disparo del internacional chileno lo atajó Juan Carlos, que acto seguido sólo pudo ver cómo se colaba el derechazo del sanluqueño tras una acción de lado a lado.

Al Córdoba se le complicaba la cosa. Ahora quedaba por ver qué capacidad de reacción exponía un equipo al que tradicionalmente le ha costado superar los golpes encajados. El partido se aplacó un poco, con muchas interrupciones, y eso era algo que no venía mal del todo al Celta. Con el ímpetu de Rossi y ante un rival que ya empezaba a resguardarse con los cambios de perfil defensivo de Berizzo, el conjunto blanquiverde por fin empezó a parecerse al que se había mostrado en las últimas semanas. Aunque fue tras una falta de Abel prolongada por Ghilas cuando llegó la más clara, con una volea en semifallo de Florin que despejó con apuros Sergio. Djukic dio un paso más al frente con Borja García, y el equipo se lanzó a por la igualada. Y casi tiene una ocasión de oro con un penalti que sacó bien Rossi, aunque entre Teixeira Vitienes y su asistente se encargaron de mandar al limbo. El lío fue mayúsculo, tanto como la vergüenza que a buen seguro pasará hoy el cántabro cuando vea en la televisión la jugada del error que lo llevará a pasar una temporada en casita. Es lo mínimo, aunque al Córdoba eso ya le vale de poco tras una noche escandalosa.

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