EspanyOL-CÓRDOBA · LA CRÓNICA

Si el equipo sólo aparece un tiempo...(1-0)

  • El Córdoba vuelve a perder después de desperdiciar la primera mitad con una lectura rácana y encajar un gol por un nuevo despiste. La mejoría del segundo periodo no bastó por falta de acierto y exceso de individualismo.

Djukic insiste semana tras semana en que el Córdoba debe ser un equipo, con mayúsculas, para tratar de conseguir algo en Primera División. Suya es la obligación de encontrarlo y ponerlo sobre el verde, pero en esas lleva ya alguna semana, tocando teclas que no acaban de hacer sonar el piano y con alguna decisión poco entendible en esa búsqueda del bien colectivo. En Cornellá-El Prat, la enésima final para un equipo al que el margen de error se le va consumiendo, su planteamiento rácano tiró por tierra la primera mitad, en la que para colmo de males un nuevo despiste defensivo provocó el único gol del encuentro. Porque lo que ofreció el conjunto blanquiverde en esos primeros 45 minutos fue más de lo mismo, nada de lo que podía esperarse de alguien que necesita ganar cuanto antes para cortar una sangría que ya dura demasiado -seis derrotas seguidas y siete jornadas sin ganar- y lo tiene hundido en lo más profundo de la clasificación. Unos detalles que por fin aparecieron tras el descanso, cuando todo estaba cuesta arriba, para dar la vuelta al partido y merecer un premio que no llegó por la falta de acierto ante el marco contrario. Bueno, por falta de tino o exceso de egoísmo, personificado en un Bebé cuya entrada fue tan determinante para restañar la herida como para que el 1-0 se mostrara inamovible. 

Siguiendo las directrices marcadas desde tiempo atrás por Djukic, el Córdoba volvió a salir mirando más a la portería propia que a la contraria. ¿La prioridad? No encajar y reducir todo lo posible los fallos en la salida, para que el Espanyol no tuviera metros para explotar la velocidad de sus puntas. Alternando la presión arriba y un repliegue intensivo en campo propio, los espacios eran reducidos y las imprecisiones, muchísimas. El partido era de mínimos, pero ahí los blanquiverdes no parecían sentirse demasiado incómodos porque su rival nadaba en esas mismas aguas. 

Agarrado a las apariciones entre líneas de Fede Cartabia, con libertad plena de movimientos, y a la casta y entrega de un Florin que tiene que jugar sí o sí en este equipo, el Córdoba sacó un par de faltas en campo contrario que rápidamente fueron al área. En una, Pantic lo intentó con una volea que casi saca del estadio. Pero poco más ofreció en ataque un equipo extremadamente tímido que quemó a sus extremos en labores defensivas. Cierto es que atrás tampoco sufrió, salvo en la pelota parada de Lucas Vázquez, bien frenado por el costado. Abraham asustó con un testarazo a la salida de un córner y el propio Lucas buscó una chilena imposible tras otro balón colgado desde el suelo. 

El encuentro no era nada vistoso, con constantes interrupciones que ayudaban bien poco, pero al menos mantenía intensidad por la guerra por cada balón dividido en la zona ancha. Los porteros por fin aparecieron al filo del descanso, aunque con distinta suerte. Kiko Casilla repelió un libre directo de Cartabia y, acto seguido, Saizar entró en escena para sacar la pelota de las mallas. Otro despiste al cierre de la segunda jugada, otra vez unos segundos tardes a la hora de cazar el balón, y gol. Al filo del descanso se desvanecía todo el plan que había trazado Djukic en la previa, pues ya no valía con mirar a la portería propia, ahora tocaba hacerlo hacia la contraria. 

De momento, la primera solución la buscó el técnico con un movimiento de hombres. Bebé al campo en lugar de un desaparecido Heldon, al que sólo se vio para sacar un córner. La nueva situación empujó a Cartabia a la derecha y colocó al portugués junto a Florin. Pero el Córdoba necesitaba algo más que un cambio de cromos. Debía empezar a creerse que podía pescar algo en Cornellá-El Prat. Y pareció hacerlo a la salida de vestuarios, con una combinación larga, con una acción individual de Florin que no terminó en nada y un latigazo de Bebé que despejó Kiko Casilla. 

El esperado cambio de actitud, con una marcha más y un punto extra de agresividad, había aparecido. Pero, ¿por qué no salió así desde el primer minuto? La pregunta sólo la puede responder Djukic. El encuentro ahora estaba más competido, también con más espacios propio del cansancio. Y en las dos áreas. El paso adelante de los blanquiverdes, cuando había pérdida, dejaba metros para las transiciones rápidas locales, como las que finalizaron Fuentes y Sergio García desde el perfil izquierdo sin encontrar la portería de Saizar. 

El carrusel de sustituciones, de distinto perfil en cada equipo, enfrió el partido. Tanto que incluso ningún jugador del Córdoba protestó una falta a Florin de Cañas que cortó una contra y era la segunda para el pivote blanquiazul. Detalles que indican esa falta de concentración que tan cara cuesta a equipos faltos de recursos como el de Djukic, que tuvo un nuevo arreón con una falta de Bebé que se fue fuera por poco y dos saques de esquina consecutivos que inquietaron a la parroquia local. 

Quedaba un cuarto de hora y ya era el momento del todo o nada. El Córdoba avisó con tres ocasiones clarísimas en apenas dos minutos: una contra lanzada que inicia Florin robando la cartera a Álvaro que Bebé definió mal; un cabezazo de Crespo, en posición forzada, que cayó en el larguero y, sobre todo, otra transición tras robo de Krhin que Bebé finalizó solo ante Casilla con un derechazo alto cuando Cartabia se la pedía solo para empujarla. 

Después de regalar una hora de partido, el Córdoba empezaba a merecer un premio mayor. Pero, claro, para que los merecimientos se conviertan en hechos, hay que matar. Y eso es precisamente lo que le cuesta un mundo hacer a este equipo, más si cabe cuando se permite el lujo de prescindir de su pichichi. Su relevo ayer, Florin, lo demostró al toparse de nuevo con Casilla en un testarazo a la carrera en una falta lateral botada por Cartabia al sitio exacto. Esa fue la última para el colista en un encuentro en el que sólo jugó un tiempo, insuficiente para romper una mala racha que lo tiene sumido en el fondo de la tabla minimizando las opciones de permanencia.

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