Córdoba | rayo vallecano · el otro partido

La dura lucha contra la propia esencia

  • La lucha agua en gran parte el estreno de Luna Eslava como entrenador del Córdoba y el debut de Koki como mascota del equipo · Cordobamanía realizó su séptima recogida de alimentos a favor del Sáhara

Era lógico dentro de la ilógica. En el manidísimo mundo de los tópicos futboleros se suele explicar que "a entrenador nuevo, victoria segura". Pues en Córdoba, palmatoria. Más. ¿Viene un equipo que no ha sido capaz de ganar a domicilio en lo que va de Liga? Se lleva los tres puntos. Y una tercera: Se marcha un entrenador que preconizaba un juego más directo y sin abusar del toque, llega otro que aboga por lo contrario, y no deja de llover durante los noventa minutos. Por supuesto, cuando los focos se apagaron llegó la calma. Ya no tenía que diluviar contra nadie. Porque el Córdoba es, sus aficionados bien lo saben, el carro de las tortas. El sparring que todos quieren tener en un momento complicado. Una desgracia con forma y fondo de club de fútbol que lleva tanto tiempo lejos de un lugar elevado que algunos ya empiezan a darlo por imposible pasión.

Y, sin embargo, le quieren. Mucho. Porque hay que tener valor y aguante (alguno habría que lo que sintiera fuera morbo) para acercarse al inacabado proyecto de campo para pasar tremenda peluda. Un frío helador que, cerca de la ribera, multiplicaba su efecto por cien. Por mil. Frigo-pies, articulaciones aquejándose de futuras artrosis y moquillos sorbidos por doquier. "¿Niño, cómo se te ocurre no traerte paraguas con la que está cayendo?".

También se identifica con los colores del padecimiento Juan Luna Eslava. Es de Fernán Núñez. Como de Santpedor es Guardiola y de Pedro Muñoz Juande Ramos. Ayer los tres vivían una suerte de estreno a distinta escala (el primer Barça-Madrid debe ser algo parecido a tomar la alternativa). El segundo y el tercero eclipsarán, en buena medida, los titulares sobre el debut del primero. El del Córdoba, ataviado con un chándal, mimetizaba en gestos con su homólogo en el banquillo vallecano Pepe Mel. Parecía como si quisiera aprender las formas de alguien con muchos tiros ya pegados. Brazos cruzados, en jarra, desplegados... En muchos momentos parecía mirar de reojo en una especie de improvisado y gratuito curso de praxis actoral de entrenadores. La lluvia corría por su rostro. Él, impasible y bravo como cuando se vestía de corto, no le hacía caso. Sólo tenía ojos para el dolor del balón.

También lo desapacible del clima deslució otro estreno, el de Koki como nueva mascota del equipo. La especie de cocodrilo-caimán (con cierto parecido con Espinete e idéntico movimiento ocular) se paseó con errático deambular tratando de calentar el gélido graderío. Es de desear que el ser humano que morara en su interior se hubiera pertrechado de unos cuantos calcetines para aislar la planta de su pie de los numerosos lagos que debía pisar en su trayecto. Si no, es muy probable que el sueldo no le permita comprarse todos los frenadoles que necesitará esta semana.Tristes eran sus esfuerzos, como patética era la estampa de un Antonio Paíllo aislado en una Tribuna descubierta que, por ese apellido, se quedó sin ocupantes. "Adiós, París, que te quedas sin gente", pensaron sus habituales inquilinos, cobijados en los cobertizos de las localidades superiores.

Ayer también se aguó en gran medida otro proyecto mucho más serio e importante. Cordobamanía organizó su séptima recogida de alimentos a favor de los niños saharauis. Muchos aportaron su granito de arena con las lentejas o el arroz que les sobra. Otros, incluso, con el que no saben si les puede llegar a faltar en un futuro no muy lejano. Cientos, miles de buenas intenciones que nunca serán suficientemente bien ponderadas. Los 500 kilos que aportó la federación de peñas del Rayo (una que sí funciona, a diferencia de otras) acercó un poco más a ambas aficiones. Tan buen ambiente reina que hoy la peña más populosa del Córdoba retará a la Planeta Rayista vallecana a un partidillo de fútbol siete. La venganza, de producirse, será regada con una fraternal comida.

El agua pudo condicionar la afluencia de espectadores, pero nunca su irascibilidad. Molestaba el resultado, preocupaba la entrega sin fruto e insultaba el extraordinario juego en el centro del campo contrario de un futbolista como Diamé, que la pasada campaña jugaba en el vecino Linares de Segunda B. "Emilio, ¿es que no te fijaste en éste con lo que cerquita que lo tenías?". Porque ayer el gentío ya no tenía muchas más figuras a las que guillotinar verbalmente. Con un técnico recién despedido y uno nuevo y de la casa, las opciones pasaban por señalar a los futbolistas, al director deportivo o al palco. En cerrada disputa (también se escuchó alguna critica al presidente Rafael Campanero) los tiros fueron más hacia Emilio Vega. Hasta en cuatro ocasiones se cantó el "Emilio, vete ya". La última mientras los seguidores de fondo, con la cabeza gacha y premuras comprensibles, embocaban la salida del estadio. Una fuga llena de barro y de empujones. De atascos, menores, y preocupaciones. Porque cuando uno vuelve a casa mojado, enfriado, cabreado, disgustado, agriado, hambriento, sediento, resacoso y alguien le pregunta, con cierta sorna un lacónico "¿Otra vez?" a uno le entran ganas de mandar al quinto infierno muchas cosas. Pero nunca, nunca, amputar el grano en el culo que , paradójicamente, les pega a sus asientos en El Arcángel.

El tiempo pasa, la gente cambia y para los que siempre se mojan siempre acaba lloviendo.

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