Castellón- Córdoba

El día de José, Paco y Pepe

  • José González se estrena en el banquillo blanquiverde en casa del cordobés. Los jugadores Hay expectación por ver la capacidad de respuesta del equipo tras la marcha de Paco Jémez

Cómo cambia la vida de un día para otro, y qué decir si hablamos de semanas (jornadas) o meses. El 4 de noviembre del año pasado, tras superar al Castellón con un testarazo de Javi Moreno cerca de la bocina, el Córdoba se situó en disposición de asaltar la tercera plaza. Pero la visita a Ipurua marcó el inicio de la recesión, y ya nada fue como antes.

A partir de entonces, Paco Jémez caminó con el paso cambiado, amagando sin llegar a dar. Su crédito se fue difuminando. Y el lunes, de forma sorpresiva, el técnico fue despedido. Al día siguiente ya tenía sustituto: José González. El gaditano afronta hoy el primer partido del resto de nuestras vidas –de un total de once, al menos en lo que se refiere al presente inmediato– frente al combinado orellut, que en El Arcángel estuvo dirigido por un Pepe, Moré, y desde las fechas navideñas es el producto de otro, Murcia. Cordobés de pura cepa. Un amigo. El inquilino del banquillo blanquiverde que en 2002 pagó la eliminación en cuartos de final de la Copa del Rey a manos del Figueres es en la actualidad el responsable de un equipo que se ha hecho fuerte en casa e incluso apunta al ascenso. Nada de eso importa: esta tarde, en Castalia, hay quien confía en un allanamiento de morada.

Conquistar la ciudad de La Plana daría la razón a los que apostaban por el relevo en el líder del vestuario y, más allá de nombres –el club está por encima de ti, de mí, de ellos–, reportaría toneladas de paz a un Córdoba acongojado por la hipótesis de militar en Segunda B la próxima campaña.

Esa posibilidad maniató hasta tal punto al director deportivo, Emilio Vega, y al presidente, Rafael Campanero, que ambos ejecutaron a Paco con la sangre fría que conllevan sus cargos. Jémez, por cierto, se marchó como un caballero, con una elegancia exquisita y un cordobesismo a prueba de bombas. Y el respeto de todo el grupo, un motivo de orgullo. Tiene su corazón. Que le vaya bonito.

Esta guerra ya no es la suya. También fue en su día la obsesión de Pepe Murcia, y hoy es la de José González. El flamante preparador blanquiverde ha transmitido desde el principio su propósito de descargar de ansiedad a unos futbolistas a los que considera capaces de evitar el descenso.

Complejo puzzle éste: priman los resultados, que se consiguen a partir de argumentos técnicos, tácticos y físicos, y la fortaleza psicológica necesaria para amortiguar los reveses. Pero si falla una pata, el banco se tambalea. Galimatías. José ha llegado para poner orden en la cabeza de sus hombres y poco a poco tratará de inyectarles su sello. A grandes trazos, se trata de defender con orden, moverse al unísono, ayudar al compañero, mirar a la portería y llegar por autopistas o por atajos, pero llegar. Y ganar. Tan simple, tan complicado.

La expedición se marchó el viernes, con un día de adelanto sobre el hábito. Por eso ayer hubo entrenamiento en la Ciudad Deportiva del Villarreal, un club de provincia que pelea por el título con los mismísimos Madrid y Barça. Mientras, el representante de la capital procura saldar sus deudas históricas para no vivir acomplejado. La sesión matinal de ayer consistió en un partidillo a medio campo y juegos amenos, todo en un clima distendido y con la presencia de algunos aficionados (locos benditos e irreductibles). La única nota negativa fue el percance de Endika, quien se retiró por precaución al sentir molestias en el adductor de la pierna derecha. No parece grave, pero nunca se sabe.

Certezas hay cinco: no jugarán los lesionados Pierini y Aurelio ni los descartados Dani, Javi Flores y Guzmán, sacrificados en la primera convocatoria de José González. Como todo cambio en un banquillo implica novedades y sólo el técnico conoce lo que se cuece en su cerebro, pronosticar el once es como echar una quiniela.

Ahí va una propuesta, personal mas transferible: Julio Iglesias bajo la portería, a expensas de que los retoques le reporten más confianza y de que sus despejes no vayan al medio –o, como mal menor, que los defensores lleguen antes que los delanteros en las segundas jugadas-; Cristian Álvarez como lateral derecho, de forma que se mantiene en el once y no se pierde su excelencia en el golpeo, y Diego Reyes en la izquierda, para que Rubén aguante en el banquillo por si a alguno de los centrales (Pablo Ruiz y Pierini) le mira un tuerto; Acciari e Ito en un doble pivote rocoso, sabio tácticamente; Arteaga por la derecha, como abanderado de las diagonales –siempre tan desconcertantes para el rival–, y Juanlu en el otro costado, mientras Katxorro adelanta su posición habitual para que todos se beneficien de su último pase y su precisión en los lanzamientos desde media distancia; y arriba, imponente, Javi Moreno. En el abanico de posibilidades hay tres delanteros más: Asen, Julio Pineda y Arthuro.

Córdoba está pendiente del equipo de sus amores. Está sufriendo, y eso implica más adhesión, si cabe. A quien no le dé para viajar y meterse en Castalia, que encienda la televisión. Los de la marca CCF son los nuestros, los de José González. Su suerte será la nuestra.

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