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Entre el azufre y la colonia

  • 18 equipos tienen que seguir jugándose el futuro en una jornada apasionante de choques entre extremos · La Real y el Nàstic vivirán una cita dramática en Anoeta

En las jornadas postreras de cualquier campeonato liguero no existen las distancias. Ni la diferencia en la tabla ni el (supuesto) desequilibrio de calidad y competitividad entre los que luchan en las alturas y en los infiernos son importantes. Sólo sirve ganar y, por eso, no preocupa ni la talla ni el peso ni la forma del rival. El único contrario es la propia capacidad de superar el miedo al desenlace final.

A estas alturas, 18 de los 22 equipos de la categoría se están jugando los cuartos. Unos con más y otros con menos aprietos. Peleando en dos universos paralelos. En uno muy desagradable, que huele a azufre y a orín, el de la lucha por la salvación, se han de entender dos de los duelos de hoy. A la misma hora que el colista luchará contra su destino y contra un incomodado Córdoba, la Unión Deportiva Las Palmas tendrá que medirse al Alavés. A ambos equipos los separa únicamente un punto y, además, en la ida los vitorianos les metieron un claro 3-1 a los canarios. Eso sí, como es tradición en los últimos años, la atención en la parroquia alavesista ha estado centrada en el embargo decretado por el juez al ínclito Piterman. A pesar de la gravedad del momento. ¡Qué daño le ha hecho este sujeto a ese equipo!

Cierra la tarde de fútbol de hoy un aparentemente intrascendente Celta-Hércules que volverá a mostrar el cemento que invade a los aficionados olívicos (el de las gradas de Balaídos y el de sus corazones acomodados a Champions pretéritas).

Ya en domingo, y en la hora del vermú, el equipo que mejor fútbol practica en la categoría (el Elche de David Vidal) se enfrentará a uno de los más discretos (el Salamanca). Los charros no están aún salvados en lo deportivo y menos en lo económico. Mientras, los ilicitanos, a dos puntos del sueño, se entrenan a puerta cerrada para preparar su estrategia. Centrados.

El primer duelo vespertino será de polos opuestos. Sobre el verde gélido de A Malata, el irregular Ferrol (ora gigante, ora menguado) recibe a un Málaga al que le quedan dos telediarios como equipo de plata. Paradojas del fútbol: dicen que Jonathan Pereira (el mejor de los gallegos) puede ser pieza clave en el futuro proyecto blanquiazul de Primera.

Media hora más tarde, Chapín sí que dará calor a los suyos. Consciente de la dificultad de la empresa (la salvación parecía una quimera hace poco), la ciudad se ha volcado con los suyos (que son Viqueira, Yordi y nueve más). Su contrario mañana, el Tenerife, apura sus últimos sorbos de esperanza de un ascenso más que improbable, imposible.

A las seis, el Eibar y el Castellón pasarán el rato en Ipurua. Los armeros, que se salvaron ya en Córdoba, saben que pensar en otra cosa es absurdo. Los de Pepe Murcia se han desinflado y se resignan a recordar lo mal que estuvieron hace unos meses.

En Albacete, la directiva local ha decidido que la mejor forma de que vaya gente al estadio es bajar los precios hasta lo esperpéntico. Localidades a tres euros para los abonados. Jugarán frente a un Granada 74 que se ha complicado la vida en las últimas fechas.

A la misma hora, el Numancia querrá dar el penúltimo pasito ante el Cádiz, a pesar de sus siete bajas. Ni las notarán, porque están lanzados. Los amarillos les mirarán con envidia. Apenas se juegan nada más que una pronta confirmación de su permanencia.

Para acabar, dos partidazos. En El Molinón, el mejor filial de España seguro que se lo pondrá difícil al angustiosamente necesitado de puntos Sporting. En Asturias requieren ya fútbol de elite y la Santina tiene una demanda desproporcionada de ruegos para que a los rojiblancos no les pase lo de todos (los últimos) años. Por lo contrario piden en Donostia. La Real necesita ganar al Nàstic y esperar un tropiezo de los gijoneses para meterse entre los tres primeros. Enfrente tendrá a unos tarraconenses que siguen confiando en sus fuerzas para salir del pozo, pero a los que cada vez les queda menos margen para la reacción.

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