Sporting-córdoba · la crónica

Sporting-Córdoba (2-1): Se le escurre de los dedos

  • Los blanquiverdes se adelantaron con un gol de Asen · El conjunto de José González, obligado a vencer al Racing de Ferrol para alcanzar la permanencia

Lo tuvo en la mano. Por un momento, concretamente entre los minutos 54 y 66, el Córdoba se vio virtualmente salvado. Había conseguido lo más difícil, adelantarse en El Molinón ante cerca de 23.000 aficionados enfervorecidos, pero Bilic -cómo no- neutralizó el gol inicial de Asen. Y luego Luis Morán, en una acción aislada, anotó el 2-1 definitivo, que deja al Sporting al borde de la gloria. La victoria era un tesoro y el empate, una joya. Pero nada de nada. El conjunto blanquiverde se jugará la temporada a dos cartas, ante un Racing de Ferrol con deberes pendientes para eludir el descenso y una Real Sociedad que aspira al ascenso.

El Córdoba tenía que explotar el miedo a ganar de un equipo que se había dejado 25 puntos en casa y no había pasado del 0-0 en las dos jornadas precedentes. Como era de esperar, el Sporting salió mordiendo, con una feroz presión encaminada a intimidar al bando contrario. El Molinón celebró el primer córner como si hubieran ganado la Champions. Mientras, Guzmán demostró con dos carreras que la velocidad -el campo estaba rápido por la humedad y además había sido regado- era el factor clave para romper a un rival al que no le valían las tablas. En su tercera arrancada, el pacense forzó un saque de esquina que, botado defectuosamente por Cristian Álvarez, dio pie a una peligrosa contra.

El ímpetu del Sporting decayó antes de lo previsto, al filo del cuarto de hora. Quizá por economizar energías, quizá al percatarse de que el adversario era un hueso duro de roer. El caso es que no se apreciaba con nitidez que un conjunto aspira a Primera y otro a no caer a Segunda B. En ésas, Arthuro se escapó hacia Roberto tras robar el balón al último defensor, Iván Hernández. Estrada Fernández pitó peligro en función de una supuesta faltita.

El cuadro asturiano no estaba dominando, pero despertó a su bullanguera afición en el ecuador del primer periodo con una fulgurante transición, que no acabó en gol por poco. Kike Mateo habilitó a Diego Castro, quien apuró la línea de fondo antes de dar el pase de la muerte a Pedro. El interior derecho no acertó a rematar bien en carrera.

En una fase incómoda, el Córdoba perdió el dominio de los espacios y los tiempos. Asen y Arthuro se movían arriba, aunque siempre rayando el fuera de juego; y el asistente se mostraba implacable a la hora de agitar el banderín. La agresividad rojiblanca -proyectada desde las gradas- no era un plato de buen gusto, pero era lo que tocaba comer. No obstante, el Sporting no era un rodillo, sino que funcionaba a tirones.

Así, entre errores de los futbolistas -no había continuidad en el juego- y dudas del árbitro, se llegó al minuto 38. Arthuro provocó una falta en las inmediaciones del área, ideal para el perfil de un zurdo, pero su disparo raso se topó con un bosque de piernas. Asen recogió el rebote, se revolvió y centró al segundo palo, donde el testarazo de Guzmán, en posición forzada, se marchó fuera.

Las pérdidas de tiempo de los visitantes (un par de interrupciones por lesiones leves, calma extrema al poner el esférico en liza) fueron encendiendo el estadio, que se convirtió en una caldera cuando Estrada miró para otro lado en un supuesto penalti por mano de Pierini tras un cabezazo de Míchel. La despedida al colegiado cuando éste decretó el descanso elevó los decibelios hasta límites ciertamente desagradables para el oído humano.

El Sporting intensificó su propuesta de acoso y derribo en el arranque del segundo acto, apoyado en el brío de sus pivotes. Matabuena y Míchel adelantaron su posición para embotellar al Córdoba, amenazado por las virtudes teatrales de Kike Mateo, driblador de profesión y piscinero por vocación.

Pero el partido, ya se sabía, había que jugarlo. Y el Córdoba tenía sus argumentos. Después de un túnel frustrado de Asen en la frontal -Cristian Álvarez esperaba desmarcado en la izquierda-, un flojo cabezazo de Arthuro blocado por Roberto y una cabalgada de Guzmán sin consecuencias, llegó un córner. Cristian, Pablo Ruiz, Asen. Tres toques precisos y un gol para convertir la permanencia en mucho más que un sueño: una realidad que ya se acariciaba con los dedos. Sin embargo, surgió la pesadilla.

Preciado movió ficha de inmediato: Barral, otro goleador, al campo. Mario derribó a Kike Mateo a 25 metros de la portería y el golpe franco de Bilic se marchó fuera. José González pedía calma desde la banda a un Valle que ya estaba amonestado por perder tiempo y seguía sin realizar una sola parada, señal de que el Sporting atacaba con más voluntad que acierto. Hasta que el lateral zurdo Canella atravesó la línea divisoria con el balón controlado y sirvió hacia Barral, y éste, tras deshacerse de la pegajosa vigilancia de Pablo Ruiz, cedió a Bilic. Con David Valle a medio camino, el croata sólo tuvo que poner el interior de la bota para marcar.

Quedaba casi media hora y el pleito no tenía pinta de terminar 1-1. Porque el Sporting apretaba, pero al mismo tiempo lo hacía a tumba abierta, desguarneciendo la zaga. Así llegó la jugada mejor trenzada por los cordobesistas, con pase bombeado de Ito hacia Asen y zurdazo mordido de éste ante la salida de Roberto. La réplica local fue inmediata: Bilic dejó a Luis Morán en posición inmejorable para tirar o centrar, pero el recién incorporado se entretuvo y dio la opción de cruzarse a Rubén.

Al Córdoba empezaban a temblarle las piernas. José quiso pintar el partido de otro color con la entrada de Katxorro, pero no le dio tiempo: el organizador de Baracaldo acababa de catar la hierba cuando un balón sin aparente peligro no fue despejado con contundencia por Pierini, sino prolongado hacia la izquierda. Allí esperaban Luis Morán y su fusil. Derechazo fulminante y 2-1.

Culminada la remontada, con apenas diez minutos por delante, al Córdoba no le quedaba otra que jugársela. Salieron Arteaga y Javi Moreno, los revulsivos de González en sus primeros compromisos. Pierini se fue arriba, en otro experimento que parecía desterrado pero de tanto repetirlo ya no es tal. El Córdoba tocó y tocó, progresando en la medida que le dejaba un oponente echado atrás. El Molinón vivió una fiesta. Los blanquiverdes perdieron una batalla complicada. Pero no la guerra, ni mucho menos.

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