Córdoba - Ponferradina · la crónica

Punto y final a la mentira (0-1)

  • El CCF paga su indolencia con una derrota que pone fin a la temporada y descubre todas sus vergüenzas. Esnáider entierra el patrón de buen juego y el equipo se diluye ante el orden rival.

Ya no hay nada que sustente esta mentira. El último asidero, los resultados, han saltado por los aires dejando todas las vergüenzas del club al descubierto. Ese proyecto ilusionante que se construyó hace sólo año y medio está enterrado. Es imposible reconocerlo. Ni por el continente ni por el contenido. Se ha perdido todo de manera lastimosa y más pronto de lo que muchos podrían pensar. Primero fueron saliendo las personas, que al final son las que dan sentido a todo. Y lo último en perderse ha sido el juego, la gran seña de identidad de un equipo que a dos meses de la bajada del telón debe comenzar a mirar ya para otro lado. Esta temporada está finiquitada. Las ocho finales que restan serán para otra cosa, pero nunca para tratar de alcanzar un play off en el que ya nadie puede creer. Porque más allá de que la pelota entre, de que el rival merezca más o menos, está lo que desprende un grupo descabezado, sin corazón, indolente, que ni siquiera con el cambio de entrenador ha logrado engancharse. El estreno de Esnáider en el banquillo cordobesista se saldó con un revés de los que no se olvidan fácilmente. Sin nada que llevarse a la boca, con un libreto que la mayoría creía olvidado y ante una Ponferradina a la que le bastó con su orden posicional para agrandar la herida llevándose tres puntos que lo mantienen en una pelea para la que este año no hay parada en El Arcángel. Ese estadio que estalló contra la directiva y la plantilla al verse por debajo en el marcador, hastiado de lo que estaba presenciando, hundido en la miseria en la que lo han querido meter con un bote de vaselina que ya se acabó. Es el momento de rendir cuentas. Y parece que hay para todos, aunque los de chaqueta tienen trato de preferencia en estos casos. 

Porque esta gestión ya no hay quien la aguante. Nadie se cree ya lo que dice alguien que se mueve por impulsos, para el que lo que es negro hoy, mañana parece blanco inmaculado. Y que ha demostrado no saber moverse en situaciones complicadas a la mínima que se ha torcido la cosa. Hasta ayer, la afición se había mantenido a una distancia prudente por el bien de un conjunto que prometía una lucha hasta el final por un objetivo que ya no es siquiera un milagro. Es sencillamente imposible. Pero la derrota prendió la mecha. Nadie podrá decir a la hinchada que no estuvo ahí. Porque tras aguantar una primera hora soporífera, en la que los futboleros se entretenían con una paloma que sobrevolaba el verde y los forzados acompañantes se evadían con partidas del triviados, la grada empujó en el momento que su CCF, le dio algo. Vieron que se podía, que la Ponferradina tenía miedo a ganar y apartaron todas sus fobias para hacer un último apoyo a la causa. No pudo ser. Apareció Santamaría. Y luego Yuri, un hombre que le tiene tomada la medida a los blanquiverdes, para desnudar a toda la defensa y hacer el gol que decidía todo a siete minutos del final. 

 

Tras una semana movida, había ganas de ver cuál era la respuesta del equipo tras quitarse de enmedio el escudo de Berges. Los mensajes de Esnáider parecieron calar a tenor de lo oído en la sala de prensa, pero quedaba plasmarlo en el césped, que es lo más difícil. Ahí es donde los guiones se caen sin saber muy por qué. El técnico apostó por la continuidad, con sólo tres cambios en el once respecto al que protagonizó el desastre de La Alcarria. Pero varió -para mal- el sistema y, fundamentalmente, la idea de fútbol. Teniendo la primera posesión, quedó claro que si alguno tenía la intención de disfrutar con un bonito espectáculo, se había equivocado de destino. Podía haberse quedado en el mercadillo o haber preparado un perol con la familia en la parcela o haber dado un simple paseo por el campo en busca de un buen manojo de espárragos. Al que lo disuadiera el poder del fútbol se lamentó eternamente. Porque lo que se vio fue infumable. El primer balonazo de Alberto Aguilar fue un preludio del resto. Juego directo, segundas jugadas. ¿Dónde había quedado el gusto por el buen trato al balón? Quizás en un rincón del vestuario, quizás se había ido con alguno de los que poco a poco han ido haciendo las maletas. Básicamente porque si se prescinde del talento, aparece la previsibilidad, un arma que no sorprende ya a nadie. Y a la que si se unen problemas defensivos, convierten a cualquier enemigo en un peligro constante, haga mucho o poco. 

Porque la Ponferradina se limitó a trabajar a muerte en tareas defensivas, y jugar con la ansiedad y la precipitación locales. Con todo, en su único despiste atrás, Pedro estuvo a punto de sacar petróleo en un uno contra uno con Santamaría que mandó al limbo en posición forzada. Era una fase de cierta locura, con varias llegadas. Acorán la tuvo en una contra llevada por Nano y acto seguido mandó al poste otro envío del zurdo. Poco más hubo, salvo una acción individual que Màyor mandó arriba y un ataque local que se chupó Fede Vico en lugar de habilitar a Xisco, que estaba solo para empujarla. Esos ingredientes, cómo no, dieron luga a una despedida con pitos en el intermedio. Lógico y normal. 

Pero ni siquiera eso pudo poner las pilas al CCF. Más bien todo lo contrario. La Deportiva empezó a creerse que podía asaltar El Arcángel para reforzar su sueño de entrar en la pelea por un segundo ascenso en sólo dos años. Lo intentó Saúl con un par de jugadas individuales que resolvió bien Alberto. Estaba el partido para los visitantes, que no se atrevían a dar el golpe final. Y casi lo pagan. Porque la última bala de Esnáider llegó justo cuando la grada más empujaba. Xisco la tuvo en el área chica, pero estrelló su zurdazo en Santamaría y en la acción siguiente llegó el gol de Yuri. Entonces llegaron los nervios. Joselu y Pedro lo intentaron, pero no era el día. Ayer tocaba desenmascarar al que manda. Hacerle ver que esto no es lo que vendió a su llegada. Sin resultados, todo se cae por su propio peso...

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