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Primero mono, luego chaqué

  • El Córdoba sumó un buen resultado a pesar de jugar un fútbol bastante parco en recursos ofensivos · Las entradas de Katxorro, Javi Moreno y Arteaga, claves

Cambio y cambios. Singular y plural. Ambas cosas fueron ayer noticia. Bendita mutación de tendencia que llevó al Córdoba a dejar de jugar (poco, muy poco, elaboró de mérito durante 80 minutos el equipo de José) y a empezar a sumar. Que es lo que vale y que es lo que quieren. Y que es, en resumidas cuentas, para lo que han traído al nuevo entrenador. Para hacer diamantes con carbón. O, mejor, para darle a ese carbón el simpar tono brillante de los puntos. Ayer el Córdoba se olvidó del traje de gala durante tanto tiempo que parecía imposible que pudiera danzar con la más bella. Y fue cuando salieron al campo algunos seductores del fútbol cuando sumó. Eso sí, cabe la duda metódica: ¿Lo habría logrado sin el estajanovista esfuerzo previo? Con todo lo arriesgado que resulta especular, mejor hablar de números: sólo ocho equipos han sumado en Castalia. Y uno sólo ha podido ganar.

Defensa

El Córdoba sufrió mucho durante un tramo corto. Fue como un padecimiento intensivo en un periodo que abarca desde el gol de Tabares hasta prácticamente el descanso. En ese rato, Antonio no podía con su fortísimo par, Mario era castigado con la habilidad de Perico y los dos pivotes defensivos se sentían impotentes -más Ito que Acciari- para contener el genio y la calidad de Mario. La imagen solvente del arranque se desvaneció con preocupante prontitud.

Luego, con la toma de conciencia de la situación y la calma chicha en la que entró el discurrir del duelo, la retaguardia mejoró. Tanto que Mario se convirtió en uno de los mejores del choque. Julio Iglesias, injusto sería olvidarse de su actuación, estuvo seguro y valiente en sus acciones.

Nadie puede ser esclavo de su identidad. En ese sentido, la parte de atrás del Córdoba, oxigenada paradójicamente por la entrada de jugadores de ataque, supo ayer rectificar a tiempo ayer.

Ataque

Si en la cronología se coloca a Jesucristo como referencia para un antes y un después, en el encuentro de ayer no se puede explicar el caudal ofensivo del Córdoba sin mediar un pre y un post de la entrada de Katxorro en el campo. Con el vasco, el campo rival fue un uy casi constante. Se mascaba un empate al que el equipo de José no había sido acreedor durante demasiado tiempo. De hecho, el primer lanzamiento con peligro de los visitantes no se produjo hasta el minuto 70.

Después, Asen, que parece en pleno divorcio (dolor) con el gol hizo lo más difícil para periclitar en la suerte suprema. Fue el síntoma más evidente de que algo, con aroma positivo, podría ocurrir.

Y sucedió en la primera (sí, en la primera vez aunque suene complicado) en la que un lanzador (Juanlu) acertó a colocar un buen centro. Era el minuto 83 y el acontecimiento no fue casual. El colocador (era un saque de esquina) se agarraba el pantalón como signo y señal; el primer rematador (Acciari) entraba con insultante fuerza al primer palo (donde iba, obediente, la pelota) y el remachador (el que tenía que ser, Javi Moreno) tenía la habilidad de marcar. Era una jugada claramente de estrategia. Una de ésas que, dicen, tanto trabaja José. Parece difícil de creer que en tan poco tiempo haya sido capaz de trabajarlo de tan eficaz manera. Luego, en plena borrachera y en una inercia que, como los orgasmos, duró lo que tiene que durar, Arteaga pudo culminar la primera (sí, la primera fue casi en tiempo de descuento) jugada hilvanada cerca del área castellonense en el gol de la victoria. El disparo se fue al poste. Hubiera sido más de lo merecido. Pero, ¡maldita sea!, qué bien les habría sabido picar entre horas dos puntos más. Dos bonus más.

Virtudes

El Castellón fue menos bueno de lo que viene siéndolo en su campo. El Córdoba, sin hilvanar un fútbol muy vistoso, fue capaz de ir de menos a más y, con suerte, pudo haberse llevado el choque al final.

Talón de aquiles

Demasiado poco demasiado tiempo. No siempre se puede sumar así.

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