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Pigmalión, cómplice o aliado

  • Cómo tener la razón y no fracasar en el intento

Pigmalión, cómplice o aliado

Pigmalión, cómplice o aliado

Alguna vez has estado tan convencido de algo que has llegado a luchar y pelear mucho más para conseguirlo? ¿O alguna vez te ha pasado todo lo contrario, es decir, tener tan claro que no conseguirías tu objetivo que al final no lo lograste? O dicho de otra manera, ¿alguna vez tu sistema de creencias ha sido tan potente que ha condicionado tus resultados?

Este es el principio de lo que se conoce como Efecto Pigmalión, un concepto desarrollado por los psicólogos estadounidenses Jacobsen y Rosenthal en la década de los 70 y que viene a explicar cómo la expectativa que tenemos en nosotros mismos y en los demás puede influir en nuestros resultados, lo que recibe el nombre de la Profecía Autocumplida.

Este efecto le debe el nombre al mito griego de Pigmalión. Según esta fábula, Pigmalión era un escultor griego que se enamoró tanto de una de una de sus esculturas que pidió a Afrodita (la diosa de la belleza, el amor, el deseo y la reproducción) que convirtiera a esa estatua de mármol en una mujer real de carne y hueso. La diosa accedió a su petición y convirtió a la piedra en Galatea.

¿Te suena de algo? Sí, es el mismo que inspiró en su momento a Bernard Shaw para su obra Pigmalión, que posteriormente fue llevada al cine y al musical como Mayfair Lady, o muchos años antes al italiano Carlo Collodi para crear al personaje de Pinocho, la marioneta de madera que se convirtió en niño dándole a Gepetto el hijo que nunca tuvo.

El poder de las creencias, en las expectativas que generamos en nuestro entorno y su importancia en los resultados que obtenemos y que obtienen los demás tiene múltiples aplicaciones en los ámbitos educativos, empresariales o incluso en la relación con los hijos, ya que su desarrollo y desempeño estará muy condicionado por las creencias (limitantes o potenciadoras) que sus padres, abuelos o profesores proyecten sobre ellos.

Nuestras creencias (propias, adquiridas o "compradas" a alguien) condicionan lo que hacemos… y lo que dejamos de hacer. Esas acciones u omisiones impactan en los demás, que en vista de ello actúan de una determinada manera hacia nosotros, generalmente reforzando la creencia inicial. Y entonces es cuando el cerebro gana su particular batalla en su inabarcable deseo de tener la razón, aunque esa razón vaya completamente en contra de los resultados que queremos obtener. "Te lo dije", parece decir el cerebro confirmando su teoría inicial, funcionando de forma independiente a nuestros deseos, a nuestros objetivos y sueños. Entender esto es fundamental, porque nos da la llave de cómo cambiar nuestros resultados si no están siendo los deseados: empieza por cambiar las creencias.

Hay un ejemplo clásico. En una escuela de secundaria realizaron un experimento. Tras unos test previos de evaluación, se les dijo a los profesores que la mitad de la clase, elegida al azar, era brillante, mientras que sí se les facilitaron los resultados reales de los test de la otra mitad.

¿Qué ocurrió? Pues lo puedes adivinar. La mitad de la clase a la que de manera aleatoria se consideró como brillante obtuvo unos resultados superiores frente a los demás alumnos. Esto demuestra que las expectativas que tenían los profesores con la "mitad brillante de la clase" eran diferentes a la otra.

Si el Efecto Pigmalión refleja el poder de la expectativa sobre los demás, el Efecto Galatea describe cómo la expectativa que tenemos de nosotros mismos pueden influir en nuestros resultados. Podemos jugar con ella a nuestro favor o podemos hacer que se enfrente a nosotros, y salir perdiendo. Por eso es tan importante visualizar un objetivo marcado, como hacen los deportistas que cuando se entrenan para una carrera o una competición visualizan qué sentirán y vivirán en el momento en el que consigan el triunfo. Desde esa creencia será mucho más factible alcanzar el resultado buscado.

Nuestra actitud es vital a la hora de enfrentarnos a los problemas, y de ella dependen nuestros resultados. La actitud determina en gran parte lo que nos va a ocurrir, qué camino tomamos y cómo nos enfrentamos a los obstáculos que nos encontremos en él. Puede ser nuestra aliada o nuestra mayor enemiga, y todo parte de las creencias con las que nos enfrentamos a cualquier reto. Tú eliges cuál es tu actitud y tu expectativa.

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