Córdoba cf - xerez cd · la crónica

Lentejas sin compango (0-0)

  • El Córdoba no pasa del empate a cero ante el Xerez en el derbi andaluz, y suma su tercer partido seguido sin ganar en Liga.

Cuando el frío aprieta, cuando al mirar por la ventana uno sólo ve a gente cubierta hasta los ojos, hay algo que apetece a todas horas: un buen guiso calentito. Da igual que sea un simple caldo bebío o un plato con sustancia. Un cocido con su pringá o unas habichuelas o lentejas con su chorizo, su morcilla y su tocino. Es lo que en el norte conocen como compango. Lo que hace que el guiso tenga consistencia. Lo que enriquece a las legumbres. Lo que hace que la olla entre por los ojos. Lo que, llegado el caso, empuja al comensal a volver o no a un restaurante. Dando por descontado eso, con la pelúa que ayer caía sobre Córdoba, el que vuelva a El Arcángel es porque tiene una fé ciega en su equipo. Porque no se deja mover por el hoy. Tiene que haber algo más imperiosamente. El amor a unos colores, el sentimiento... Si no, no se explica.

Porque el partidito que el conjunto blanquiverde firmó ante un Xerez muy ordenado y que en algunos momentos pudo contar con la colaboración arbitral, fue para dejar el plato encima de la mesa y sin tocar. Malo. Sin chispa arriba. Sin capacidad para romper el entramado defensivo enemigo. Sin frescura en los metros finales. Menos mal que, obviando el inicio, la defensa estuvo más segura que en citas recientes. De lo contrario, la faena hubiera sido peor. De aliño. No fue así. Y al menos hubo reparto de puntos. Un empate insípido que, aunque no satisface a los cordobesistas, sí vale al menos para cerrar la sangría de las dos últimas derrotas. Un consuelo menor teniendo en cuenta que el objetivo es bastante más ambicioso. Un toque de atención que obliga a tener que dar más zarpazos de los recomendados en los viajes. Pero eso es otra historia en la que hoy no toca pararse demasiado.

El regreso a la Liga era un test de exigencia para el CCF. No sólo por la entidad del rival, venido arriba en las últimas semanas, sino por la capacidad propia para aislarse de todo lo que está por venir. Tocaba comprobar si el trabajo de mentalización de que el caramelo de la Copa hay que dejarlo a un lado había surtido efecto. Pero desde los primeros minutos quedó claro que la empresa sería complicada. Porque como temían todos en el vestuario, el Xerez salió atrás, a verlas venir. A la hora de defender, los de Esteban parecían la mejor versión cordobesista. Líneas muy altas para ejercer la presión, líneas juntas para minimizar los espacios. E intensidad, mucha intensidad. Berges ya avisó en la previa de que eso se le atraganta a los suyos. Y razón no le falta. Porque pese a un inicio esperanzador, con un zurriagazo de Abel Gómez desde la frontal -lo poquito que se dejó ver el sevillano ante su ex equipo-, el duelo se presentó trabado. Con mucha lucha en el centro del campo, pero con escasas llegadas. Mucho ruido y pocas nueces.

Sin espacios para construir, con los organizadores muy bien tapados y sin movilidad en las posiciones de vanguardia, el juego cordobesista se resintió de lo lindo. Eso dibujó algunas acciones de las que enervan a los técnicos, con los futbolistas acachando la cabeza, queriendo hacer la guerra por su cuenta. Y, cómo no, con las imprecisiones que eso provoca. Justo lo que esperaba el Xerez para hacer daño. De ahí la entrada de Maldonado en la mediapunta, con total libertad de movimientos. Cayendo sobre todo al costado izquierdo, para sacar provecho de las constantes subidas de Cristian García. Por suerte ahí se encontró con la respuesta de Alberto García, atento más que nada en un mano a mano con Tati.

Pero como estaba predestinado, el control era del CCF. Que no el dominio de la situación. De hecho, quitando una internada de Dubarbier por su costado que Fede Vico no pudo culminar y un cabezazo del canterano en la única aparición destacable de López Silva por el suyo, los ataques locales morían en disparos de media distancia sin encontrar portería. Es cuestión de puntería, pero al menos se abre un nuevo camino para el futuro. Porque no siempre se podrá llegar con el balón hasta la cocina. Sobre todo si el día está torcido, más allá de los problemas físicos que obligaron -a los dos equipos- a mover el banquillo antes del descanso.

Precisamente el paso por los vestuarios fue el último asidero al que se agarró el CCF. Pepe Díaz entró para dar más mordiente al ataque, para contagiar a un equipo al que le faltaba ese punch que siempre aporta el cordobés. Y por un momento, el partido cambió. Con una faltita por aquí, un encontronazo por allí. Pero tampoco era el día para el balón parado. Así que se la tuvo que buscar él solito, con un desmarque a la espalda de la zaga que vio bien Garai; lástima que la vaselina para superar a Chema se estrellara en el larguero tras unos segundos interminables.

Los azulinos ya no estaban tan cómodos. Y eso que salieron a por todas, dando un inesperado paso al frente, aprovechando la ventaja que le daba el concierto de pito de Prieto Iglesias, que ya en el tramo final acertó con pulcritud en la roja de Cristian García que torció el último empujón blanquiverde. Pero antes pasaron más cosas. Pocas pero algunas. Como dos paradas más de Alberto García en dos intentos casi consecutivos de Álvaro Rey y Maldonado. O un disparo a las nubes del propio Cristian y un testarazo forzado de un desaparecido Joselu. Y es que parecía que el partido se podía romper y animar en los compases finales. Pero nada más lejos de la realidad. Básicamente porque el Xerez se vio incapaz de cambiar el guión al verse en superioridad. Básicamente porque al CCF le faltaron muchas de las cosas que normalmente le acompañan para dejar los puntos en casa. Ese compango que completara las lentejas de la Liga que Berges había metido en el menú. Porque sin comer, las copas pueden sentar mal...

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