Copa del rey

El nuestro es el Córdoba

  • El CCF no renuncia a dar la sorpresa en una cita que debe servir para disfrute del cordobesismo tras 40 años de sinsabores. Messi y Xavi, las grandes atracciones de un conjunto que no se guarda nada.

Si Gardel escribió que veinte años no es nada, ¡imagínense cuarenta! Cuatro décadas regadas de sinsabores, esperando una gran cita como la que esta noche acoge El Arcángel. Un partido histórico para el club, para la ciudad, para la afición. Pero no porque venga el Barcelona, sino porque enfrente estará el Córdoba, su Córdoba. Sí, ese equipo acostumbrado a sobrevivir en el alambre, golpeado vilmente por cuantas desgracias uno pueda imaginar que entrará en la máquina del tiempo para revivir sus más añejos capítulos. Los buenos y los malos, porque de todo se aprende. Los que lo llevaron al Bernabéu, el Camp Nou o San Mamés; los que le hicieron pasar malas tardes con el Realejo, el Cerro de Reyes, el Maspalomas... Vivencias que todos los que las guardan en su cabeza sacarán desde primera hora de la mañana. Porque toca disfrutar. Desbordar la ilusión de medirse, cara a cara, al Barcelona, el considerado mejor conjunto del mundo en la actualidad. Un equipo que no quiere sorpresas de ningún tipo y acude con casi todo su arsenal, con el Dios Messi y el Mago Xavi liderando una ofensiva que le permita dejar encarrilada en la ida los octavos de final de la Copa del Rey. Pero que no se confíe. El CCF no renuncia a dar la sorpresa, pues todo lo que le ocurra tiene que ser positivo.

La visita del Barcelona es un premio para todos. Pero hay que dejar muy claro que, como dijo en su día Bilardo, los de blanco y verde son los nuestros. La alegría debe ser ver a Fuentes, Fernández, Fede Vico o Pepe Díaz, jugadores criados con la pena de ver al equipo de su tierra en un pozo de difícil salida, gente que ha llorado las desgracias y ha reído las gestas recientes, al lado de futbolistas de talla mundial ante los que jamás hubieran imaginado pelear. Eso es lo que debe primar. No fijarse en lo que hacen Messi, Villa o Alexis. Para eso está la televisión cada fin de semana. Esa es la verdadera grandeza de este encuentro de trascendencia universal. Ese debe ser el sentir de todo el mundo que a primera hora de la tarde ponga rumbo a El Arenal. Vibrar con los suyos, emocionarse con el canto a capella de un himno que se oíra más allá de las fronteras, dejarse la garganta para mostrarle al planeta que el Córdoba y su afición son de Primera División, de Champions. Diga lo que digan las categorías, las clasificaciones, las estadísticas. Esas cosas que hoy no valen para nada.

Porque la de hoy es una batalla en la que de un lado está la ilusión, las ganas de agradar, el espíritu. Armas que, bastantes veces, son más peligrosas que la calidad, que la experiencia o el saber estar, que pueden estar del otro. Porque salen del corazón, con virulencia, sin importar a quién puedan dañar. Sin detenerse en el porqué. Porque no lo hay. Es la fuerza que sale del alma, a la que el CCF apelará para tratar de hacer lo que en los últimos 21 partidos oficiales sólo ha hecho un equipo: vencer al Barça. Ese honor corresponde al Celtic de Glasgow. Un club que, casualidad o no, tiene los mismos colores. Ese blanco y verde que teñirá desde mucho antes del encuentro toda Córdoba con banderas, camisetas, bufandas... Todo vale para hacerle ver al enemigo que éste es el reino del cordobesismo. Su hogar.

Con todos estos argumentos, dejando claro que comparar hombre a hombre a los dos grupos es lo más cercano a una broma de mal gusto, el cordobesismo debe confiar en su equipo, en hacer algo grande. Algo más grande que el mero hecho de saltar al terreno de juego junto a este Barcelona eterno. Porque cuando el árbitro pite, serán once contra once. Dos equipos con un mismo espíritu, con un mismo ideal: hacer suya la pelota. El que lo logre tendrá bastante parte de la batalla ganada. De primeras, la misión es harto complicada porque nadie lo ha conseguido en las últimas temporadas. Pero no imposible. Porque esto es un juego en el que hay muchos factores influyentes. En el que, afortunadamente dos y dos casi nunca son cuatro. Y, partiendo de la base de que la cita es para disfrutarla, un regalo en medio del camino que debe conducir más pronto que tarde al cielo de la Primera División, la esperanza es lo último que debe caer en el olvido. Torres más altas han caído. Más todavía si esa ola de fuerza e ilusión viene procedente de la grada de El Arcángel, que rozará el lleno. Una grada en la que deben primar los colores blanco y verde, en la que el azul y grana debe quedar en anécdota. Porque por mucho que las estrellas estén en el otro lado, el mensaje es que nuestro equipo es el Córdoba.

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