EL COLOR DEL CRISTAL

"En Córdoba no tenemos ni más ni menos que lo que nos merecemos"

  • Luis Fernando Garrido Poole, periodista · Lleva casi tres décadas como especialista en baloncesto · Considera al BC2016 "la última puerta", aunque admite que es un proyecto "con fallos desde la raíz"

Mantenerse en la primera línea de la trinchera del baloncesto cordobés durante casi tres décadas –y vivir para contarlo– requiere un talante singular, entre heroico y masoca, además de una capacidad sobrehumana para digerir decepciones. Es raro, pero posible. Que se lo pregunten a Luis Fernando Garrido, un enamorado de la pelota naranja y del poderoso magnetismo de las estadísticas. A este periodista cordobés de la vieja escuela,  que se ha adaptado a los tiempos en su ciudad, desde luego, con más eficacia que el deporte del que es especialista, no le quedan foros para proclamar su visión. En programas de radio, artículos en la prensa, retransmisiones televisivas  –actualmente en Onda Mezquita– o a través de internet –es editor y director del portal zonabasket.es–, se ha distinguido siempre por su particular modo de entender “el deporte más bonito que existe”. Y que seguramente lo es más aún cuando lo interpreta su hijo, Luis César Garrido, que le ha salido jugador –“para él es un hobby”, recalca el progenitor– y figura como pieza clave del Cajasur Córdoba 2016, el estandarte de un deporte que pretende recuperar su dignidad.

“¿Te imaginas que en Córdoba tuviéramos esto?”, dice siempre con el clásico gesto vehemente, descreído pero, pese a todo, ilusionado del que aún es capaz de creer que el peor de los dramas puede tener un final feliz. Por cierto, “esto” es Málaga, el baloncesto de esa ciudad, el Unicaja, su club de modélica estructura, su pabellón siempre abarrotado con diez mil personas en las gradas y una nutrida lista de espera, sus títulos nacionales y europeos, sus afamados jugadores internacionales, sus extranjeros con pedigrí, su capacidad para ser un referente social de primera magnitud... El progreso, en suma. Un día fuimos vecinos de la misma clase social. Pero algo se torció para que unos tomaran la ruta del futuro mientras que aquí se quedaban en una vieja estación llena de telarañas, sin más horizonte que la melancolía y la parálisis permanente.

 “Me resisto a pensar que esto se va a quedar así siempre. Ahora hay un proyecto en marcha, que seguramente tiene fallos de raíz, pero que también supone la última esperanza”, declara con un conmovedor punto de rebeldía este impenitente devorador de basket –a él le gusta el anglicismo–, que admite que puede ver “cuatro o cinco partidos” en un día y que se emociona ante un cambio defensivo o un triple sobre la bocina como un amante del arte puede hacerlo ante un poema de Rimbaud o una pintura de Picasso.

–¿En qué momento perdió el baloncesto cordobés el tren?

–Ha habido varios. El último fue en la temporada 97-98, con Frank Lawlor en el banquillo y un equipo en el que Jorge García, jugador de Córdoba, era uno de los grandes referentes. Llegamos al play off ante el Tenerife con ventaja de campo y la posibilidad de alcanzar las semifinales de la LEB, pero el equipo fue barrido por 0-3. En ese momento quizá hubiera voluntad política o alguna empresa que podía haber apoyado, pero se fue todo el garete.

–¿Qué siente cuando ve a tantos clubes que estaban al mismo nivel de Córdoba hace años y ahora están en la élite?

–Me da mucha pena. Por aquí pasaron el Lliria, el Pamesa Valencia, el Girona, el Granada,  el Caja de Ronda... Todos entraron finalmente en el baloncesto profesional porque supieron encontrar el respaldo institucional y empresarial en sus ciudades. Aquí nunca se ha tenido esa voluntad.  Nunca hubo un presupuesto que permitiera crear expectativas de ascender.

–¿Pero sólo es una cuestión de dinero?

–Espero que nadie se moleste, pero Córdoba se merece lo que tiene. Aquí no hay ni más ni menos que lo que nos merecemos los cordobeses. Nunca se ha apoyado el deporte profesional como una seña de identidad de la ciudad. Ni el baloncesto ni ningún otro. No hay más que ver la lista de equipos que han ido desapareciendo en los últimos años. Aquí hay mucha afición al baloncesto. Se vio cuando vino la Copa de Rey, la selección española... pero también con el Cajasur, que llegó a meter a finales de los 90 a más de tres mil personas en el pabellón y todos los años jugaba las eliminatorias de ascenso. Pero se llegó a un punto en el que no se podía más y la gente se fue desencantando. Los demás subían, pero nosotros nos quedábamos siempre ahí. Ni los políticos ni los empresarios han colaborado para que Córdoba tuviera un equipo de élite. Es lamentable que una ciudad como la nuestra, de las primeras del país por población, no tenga un referente a la altura.  Vamos a ver. Aquí no somos tontos. Con un buen presupuesto se puede hacer un equipo en condiciones. Sin kikis, no hay nada que hacer. Así de simple. No te garantiza el ascenso ni el éxito, pero sí te da unas perspectivas de crecer y genera ilusión entre la afición. Teniendo dinero te puedes equivocar, pero es que en Córdoba ni siquiera se ha tenido la posibilidad de equivocarse. Los equipos viven de puro milagro, siempre al día.

–¿Hay culpables?

–Cuando una cosa no funciona, todas las partes implicadas tienen algo de culpa. El club y quienes deben de apoyarle. Cuando uno llama siempre a la misma puerta y no obtiene respuesta, se le acaban rompiendo los nudillos. Aquí ha habido siempre un club, el Cajasur, que ha hecho cosas muy buenas y también otras muy malas. Y su sempiterno presidente, Andrés López, como cualquier ser humano, se ha ido desgastando. Tanto tiempo luchando le quita la moral y las ganas a cualquiera.

–¿Y el nuevo proyecto del Baloncesto Córdoba 2016?

–El proyecto es muy bonito, pero bajo mi punto de vista ha nacido cojo. No se entiende que una empresa se fusione con otra, a igualdad de capital, y que una mande más que la otra. Eso propicia todo tipo de enfrentamientos. Eso es lo que está ocurriendo en el interior del club, que tiene un cisma que como no se arregle pronto va a terminar con la historia. Y ojo, que éste es el último. Ya lo dijo el presidente de la Andaluza, Rafael Rojano, cuando se presentó la aventura. Él dijo que ‘quizás’ era la última puerta. Yo el quitaría el adverbio y diría que si esto no funciona, se acaba. Pienso que estamos en una prueba más allá del baloncesto.  Se trata de recuperar la dignidad de una ciudad a través de un deporte con arraigo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios