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Antonio Cabello sobrevive al infierno del norte

El pasado domingo se disputaba la clásica entre las clásicas. La París-Roubaix o el infierno del norte. 259.5 kilómetros de los que 52 eran antiguos caminos de adoquín. Pues bien, en la sexta edición júnior de la prueba, con 125 kilómetros de los que 90 eran los mismos porque los que más tarde pasaban los profesionales, un cordobés fue capaz de llegar al final.

Se trata del corredor del Andalucía Cajasur Antonio Cabello, para quien esta París-Roubaix "ha sido la carrera más dura de todas en las que he participado. En los tramos de empedrado te dolían tanto las manos que te daban ganas de soltarte del manillar, y tenías que darte golpes en las piernas porque de la misma vibración de la bici se montaban los músculos". Espeluznante.

Al cordobés le sorprendía "el nivel que tienen las demás selecciones, y sobre todo la habilidad de los belgas para correr por estos antiguos caminos. Además es una carrera que transita por carreteras estrechas". El también corredor del Andalucía, el jiennense Pablo Lechuga, acabó duodécimo en la misma categoría.

Los dos andaluces quedaron impresionados por "la afición con la que se vive el ciclismo allí. Por cada pueblo por el que pasábamos era fiesta. Impresionante".

Lechuga destacaba también sobre el nivel de los participantes que "es una carrera en la que tienes que tener nivel, pero sobre todo ser hábil con la bicicleta. Aquí hay que rodar mucho por los bordes del pavés, por hierba y a estos corredores se les da muy bien. Esta habilidad se notaba sobre todo en los tres tramos de empedrado de cinco estrellas por los que pasamos, en los que la bici parecía que se deformaba, y en los que entrabas a 40 y salías a 40". Ambos también coincidían en la peligrosidad de las caídas por la dureza del terreno sobre el corrían.

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